Hay una escena de ‘Anatomía de un instante’ en la que Santiago Carrillo va en taxi por la Gran Vía de un Madrid lluvioso mientras … sostiene un papelito. En él, Adolfo Suárez ha escrito las tres condiciones para legalizar el Partido Comunista: respeto a la monarquía, a la unidad de España y a la bandera bicolor. La Historia con mayúsculas de España en una servilleta de bar. Quizá no ocurrió así, pero Javier Cercas acertó a escribirlo y Alberto Rodríguez lo ha rodado de tal manera que nos embarga la emoción. Te olvidas que ese Carrillo es Eduard Fernández. Y esa Gran Vía de Madrid, con sus rótulos del cine Azul y el Sepu, es la de 1977.
Todos fuman sin parar en la serie del año, cuatro episodios de 50 minutos que se devoran del tirón y que Movistar Plus estrenará el 20 de noviembre. Alberto Rodríguez, que compite por la Concha de Oro con la estupenda ‘Los Tigres’, presenta fuera de concurso en la sección oficial una apabullante crónica de la Transición centrada en el 23-F. Arranca con el asalto al Congreso (se rodó en el escenario real) y el tristemente célebre «¡quieto todo el mundo!». El primer episodio está dedicado a Adolfo Suárez, el segundo a Santiago Carrillo, el tercero a Manuel Gutiérrez Mellado y el cuarto a los intríngulis y el juicio por el golpe de estado.
Tráiler de ‘Anatomía de un instante’.
Una imagen sobrecogedora que nunca habíamos visto: los trozos del techo del Congreso desprendiéndose con los disparos de la Guardia Civil. Alberto Rodríguez no solo humaniza a los protagonistas, sino que dota de un ritmo cinematográfico una crónica que resulta al mismo tiempo didáctica y apasionante. Todos los actores están increíbles, sin que chirríe ninguna caracterización.
Así, Álvaro Morte clava la dicción de Adolfo Suárez, Eduard Fernández es un vulnerable Santiago Carrillo, Manolo Solo infunde amargura a Manuel Gutiérrez Mellado y David Lorente dota de chulería a su Antonio Tejero. Hasta Miki Esparbé sale triunfal del marrón de interpretar al rey Juan Carlos con su voz nasal. ‘Anatomía de un instante’, adaptación del libro de Cercas publicado en 2009, nos concierne porque habla de nosotros, de nuestra historia. Y cuando ves a Tejero firmar su rendición en un papel sobre el capó de un Land Rover resulta inevitable sentir un escalofrío.

El equipo de ‘Anatomía de un instante’ en San Sebastián.
AFP

La serie es terriblemente ambiciosa porque va mucho más allá del 23 de febrero de 1981 y se retrotrae a la historia española del siglo XX: hasta hay unas imágenes bélicas de la Guerra Civil. La voz en off de un periodista testigo de los hechos (Raúl Arévalo) nos guía, a veces con ironía, en el ascenso de Adolfo Suárez. De vendedor de lavadoras a jefe provincial del movimiento. «Un falangista de provincias» que dirigió Televisión Española, que era tan amigo del Rey que le sacaba a escondidas del Pardo en el portamaletas de su 127 y que en dos meses se propuso desmontar cuarenta años de franquismo.
Un espectador ilustrado quizá pueda pensar que la Transición está tan suficientemente documentada y tratada en el cine que poco puede aportar una nueva serie. Se perdería la brillante labor de síntesis que Alberto Rodríguez y los guionistas Rafael Cobos y Fran Araújo han logrado con los acontecimientos que sacudieron el país en los 70 y primeros 80. Se escenifica la matanza de los abogados laboralistas de Atocha, la Operación Galaxia que acabó con Tejero en la cárcel antes del golpe, los atentados de ETA…
¡Y cómo lo rueda el autor de ‘La isla mínima’! Las Cortes, todavía con procuradores franquistas, aprueban la Ley para la Reforma Política el 18 de noviembre de 1976… y suena ‘Livin’ Thing’ de la ELO. Muere Franco y en vez de recurrir a imágenes de archivo se nos muestra un primer plano de Carrillo llorando. El esfuerzo de producción se adivina ingente en una serie que, como advierten sus créditos finales, también se ha servido de la Inteligencia Artificial para recrear una época.

Manolo Solo como Manuel Gutiérrez Mellado y Álvaro Morte es Adolfo Suárez.

En esta historia hay auténticos villanos, como Tejero, Milans del Bosch y Alfonso Armada. Y tres héroes, o al menos así los dibujan Cercas y Rodríguez: Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado, los tres únicos que no se escondieron cuando Tejero y los suyos asaltaron el Congreso. Qué oportuno resulta en esta España crispada y polarizada recordar que no hace tanto políticos en las antípodas ideológicas se entendieron por el bien común. «Mi primera responsabilidad como cineasta es entretener al público, que lo pase bien», ha afirmado Alberto Rodríguez en San Sebastián. «Pero también está bien contar historias como ésta, que probablemente dentro de un tiempo sean olvidadas».