Como un hortelano que prepara y mima la tierra, saciándola de aire, sol y agua; que planta en esa cuna una semilla, la alimenta para … que crezca y espera pacientemente a que dé fruto, el docente en la Escuela Alma Montessori en Pozo Estrecho (Cartagena) –uno de los centros educativos en la Región de Murcia privados en régimen de cooperativa– Pedro Valenzuela (Totana, 1981) propone hacer lo propio con la educación de los niños. Sobre todo, en el proceso de aprendizaje de la lectura. En su nuevo libro, ‘Enséñame a leer. Guía práctica para enseñar a leer y escribir con el método Montessori’, publicado por la editorial RBALibros, el autor se remanga la camisa y ofrece el término ‘educultor’ de su propia cosecha después de dos décadas vinculado a la educación, al riego de una familia dedicada al campo y a pasar muchas horas doblando el lomo, junto a ellos, bajo el sol. «Quería que en todo momento hubiera un paralelismo entre el desarrollo de una planta, desde que se prepara la tierra y ofrece su fruto, con el desarrollo del proceso lector del niño, porque son muy parecidos. Los educadores debemos ser un poco agricultores», insiste este diplomado en Magisterio por la Universidad de Almería, además de padre de dos niñas en un café a la sombra de la Catedral de Murcia.

El manual ‘Enséñame a leer’ desgrana el área dedicada al aprendizaje de la lectura y escritura que proponía la italiana, doctora en medicina y cirugía y una de las pedagogas más influyentes de los últimos tiempos, María Montessori (1870-1952). «En una primera parte presento la evidencia, el por qué hacemos las cosas; en una segunda, explico las actividades con los materiales que utilizamos en los centros Montessori para que las familias y los docentes los puedan llevar a cabo», adelanta su autor.

Se trata del segundo libro del guía –como denominan a los docentes en este modelo educativo– de niveles infantil y primaria Montessori, que salió a las librerías a principios de septiembre junto al resto de materiales dispuesto para la ‘vuelta al cole’ de pequeños y grandes. En 2019 se dio a conocer con su ensayo ‘Revolución en las aulas. Manifiesto por una educación consciente’, publicado por el mismo sello, un manuscrito que, según el autor, ponía «patas arriba el sistema, aunque sabía que la acogida iba a levantar ampollas». A partir de entonces germinó como un maestro revolucionario que propone el cambio desde la base del modelo educativo presente, «y se tiene que llevar a cabo desde las familias y los docentes». A ellos está dirigida esta nueva obra divulgativa, en tono familiar, para abordar una de las «necesidades máximas» del niño y su entorno, que ese aprendizaje de la lectura y la escritura sea una experiencia orgánica, natural… emocionante para todos.

Últimos descubrimientos

«No tiene sentido que hoy, con la información de la neurociencia y la psicología, se fuerce al niño a que aprenda a leer»

Aprender sin competir

En contra de los principios de la educación Montessori, el autor repite a lo largo del libro un mensaje que obliga a memorizar: no se debe obligar nunca a un niño a leer ni a escribir. «No tiene sentido que hoy en día, con la información que aporta la neurociencia y la psicología del desarrollo sobre cómo aprende el cerebro lector del niño, se siga forzándolos a que aprendan a leer. Yo lo equiparo a cuando fumaba mi profesora en el colegio. Hoy sería denunciable. Obligar a los niños cuando todavía no están preparados, dentro de diez o quince años, nadie lo podrá hacer con la información que ya habrá», advierte.

Valenzuela pide darles a los más pequeños su propio tiempo. Su timbre de voz es cadente y constante. Se va apoyando en movimientos de los dedos de la mano que pulsan la mesa para esquematizar sus propias respuestas, como se las explicaría a uno de sus pequeños alumnos. «El objetivo del libro es que los niños puedan aprender a leer para aprender leyendo. Es un mensaje que me gusta mucho compartir: que niños con nueve o diez años ya sepan lo que están leyendo», resume. Sin embargo, algunos pierden ese gusto por la lectura. Por ello, el libro hace las veces de Pepito Grillo –de conciencia– para padres y docentes que imponen los ritmos de aprendizaje a los ‘peques’, que «empiezan a forzar» y lo único que consiguen es el rechazo del retoño por la lectura a una edad muy temprana.

«Este libro ha consistido en ofrecer un cúmulo de información para que yo les pueda decir a las familias: ‘Este es el camino que tu hijo va a recorrer, si está transitando por él, ¡genial!’. Cada uno irá madurando en el momento en que lo tenga que hacer entre, aproximadamente, los tres y los siete años». Asoma, después de un sorbo al refresco, su faceta de padre: «Pasadlo bien, os tenéis que divertir. La etapa de la educación infantil es muy bonita y se pasa muy rápida».

La semilla Montessori

Para recoger una buena cosecha de tomates, el agricultor debe saber cuándo están aún verdes y cuándo, por fin, maduros. Cuál es el abono que mejor le sienta a la tomatera. El docente siembra en ‘Enséñame a leer’ una hoja de ruta que va marcando el niño, con la colaboración del adulto. A este último, le lanza dos propuestas: «La primera, unas nociones básicas para conocer el desarrollo cerebral del niño». Saber qué le debemos ir ofreciendo y en qué momento. «Y segundo, recursos prácticos para llevar a cabo esa información». Esta última sería «la parte más Montessori», en la que se utilizan diferentes materiales adecuados al desarrollo de cada alumno para aprender los sonidos de las letras, el alfabeto, la técnica de escritura y la función de las palabras, entre otras destrezas.

A María Montessori llegó Pedro Valenzuela a través de una de sus citas: «Sembrad en los niños ideas buenas, aunque no las entiendan: los años se encargarán de descifrarlas en su entendimiento y de hacerlas florecer en su corazón». La leyó en la Universidad de Almería cuando retomó, con 29 años, la carrera de Magisterio después de siete atendiendo la educación de personas con discapacidad mental. «La cita me acercaba mucho a lo que yo había vivido con las personas con discapacidad, que era educar a través del amor y el respeto al desarrollo humano», evoca orgulloso.

Cuando el autor menciona a aquellos niños que, a causa de un mal aprendizaje terminan por rehuir de la lectura, rebrota la polémica de la ‘influencer’ María Pombo, que agitó las redes e hizo correr ríos de tinta en los periódicos al defender que no todo el mundo tenía por qué disfrutar leyendo un libro. Para Valenzuela el despropósito «habla mucho de la sociedad en que vivimos y construye muy poco». Por ello, confía en que los referentes de sus hijas sean sus progenitores: «La familia es el lugar desde el que se construye absolutamente todo. A partir de ahí –reconoce como si se asomara a la preadolescencia, aún lejana, que le espera de sus niñas–, tendré que transitar por la época de las modas. Todos hemos pasado por ahí. Lo que les digo siempre a las demás familias del ‘cole’ es que siembren mucho y no esperen nada. Como la siembra de un agricultor, porque aquello que siembras al final dará fruto», remata.

Sus padres, que además cultivaban la tierra, las personas con discapacidad y todas aquellas «sencillas, humildes, que nunca se presentaron con un título universitario», empaparon la educación de Pedro Valenzuela para educar, a su vez, en valores con los que ahora riega a los ciudadanos del futuro.