«Javier Castillo creció en Málaga. Estudió empresariales y un máster en Management en ESCP Europe. Considerado un autor best seller y un maestro del suspense, su obra se ha publicado en más de 90 países, ha sido traducida a más de 24 idiomas y ha cautivado a más de 2.500.000 lectores solo en España”.
La solapa de El susurro del fuego, el nuevo libro de Javier Castillo, no hace justicia a la jugosísima y muy novelesca biografía de este autor superventas. Es verdad que a sus 38 años Castillo es un escritor de enorme éxito, hasta el punto que ni él mismo sabe con precisión cuántos ejemplares ha vendido en total de sus siete libros anteriores. “La cifra exacta la desconozco. Calculo que rondará los cinco o seis millones”, asegura.
Sus números son tan abultados que provocan mareo: cuando en 2023 publicó El cuco de cristal, vendió más de 100.000 copias en menos de tres meses. Tres años antes, en 2020, La chica de nieve (primera entrega de su aclamada trilogía protagonizada por la estudiante de periodismo Miren Triggs) fue la novela más leída en España durante el confinamiento, logrando cifras de vértigo. Y cuando fue adaptada por Netflix, se convirtió en la serie más vista del mundo en su estreno.
La nueva novela de Javier Castillo, El susurro del fuego (Editorial Suma de Letras), un thriller trepidante ambientado en Tenerife, saldrá a la venta el próximo 1 de octubre con una primera edición de nada menos que 210.000 ejemplares (por ponerlo en contexto: la media en España de una primera edición ronda los 3.000 ejemplares; la primera tirada del nuevo Alatriste de un superventas consolidado como Pérez Reverte fue de 180.000 ejemplares). Antes de desembarcar en las librerías, y desde hace ya días, El susurro del fuego se ha convertido en el libro más vendido en Amazon en la categoría de literatura española y portuguesa.
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Pero si el fenómeno editorial que constituye Javier Castillo resulta fascinante, aún lo es más su propia trayectoria vital… Celoso de su intimidad, no suele hablar de sí mismo ni de su vida. Y eso que su historia daría para un libro.
“Crecí en una familia muy humilde, muy trabajadora. Mi madre trabajaba limpiando casas y mi padre como albañil en la construcción, aunque después de eso se iba a trabajar de camarero”, nos explica mientras le da un sorbo a su vaso de agua sin hielo y sin gas en una terraza en Santa Cruz de Tenerife. “Yo era muy niño cuando mi madre tuvo un problema de salud, y eso provocó que me hiciera responsable muy pronto. Tuve que madurar muy de golpe”, explica.
‘El susurro del fuego’, la nueva novela de Javier Castillo. (SUMA)
Javier Castillo enseguida entendió que no podía ser una carga para sus padres, que tenía que trabajar, contribuir a la economía familiar y arrimar el hombro todo lo que pudiera. Pero también se percató de que si quería prosperar tenía que estudiar e ir a la universidad. “En mi casa ni se planteaba, nadie de mi familia tenía estudios universitarios en aquel momento, nadie pensaba que estudiar podía ser una escalera de progreso. Hoy muchos padres lo tienen claro y se vuelcan con la educación de sus hijos, sin embargo yo eso no lo viví”, admite.
Lo que sí hacía era leer, leer sin parar, leer todo lo que caía en sus manos. “Entendía conceptos que otros no comprendían, desarrollaba empatía con otra gente gracias a que leía. Me di cuenta del inmenso poder de leer y de estudiar, del poder que tienen para cambiarte”. Resolvió que debía tener estudios superiores.
El problema es que en su casa no había dinero para pagarle la matrícula de una universidad. “Ni siquiera se contemplaba pagarme el autobús para ir a la facultad”, sostiene. No quedaba otra que ponerse a trabajar.
Comenzó a hacerlo muy joven. “Mi primer trabajo fue con 14 años durante el verano como pastelero en la panadería de barrio. Lo recuerdo como una etapa muy dulce: trabajaba por las mañanas en la pastelería y por las tardes salía con mis amigos y hacía vida normal”, evoca.
Estaba obligado a sacar el máximo número posible de matrículas de honor, porque así al año siguiente le salía gratis esa asignatura
Después de eso, y ya mientras estudiaba la carrera de Empresariales, Javier Castillo fue barrendero. “Me pateaba el paseo marítimo de Fuengirola con mi escoba, me puse morenísimo ese año”, rememora. Luego trabajó en la cadena 100 montaditos pero, entre un empleo y otro, se dejaba los codos estudiando. Por vocación, pero también por pura necesidad: estaba obligado a sacar el máximo número posible de matrículas de honor, porque así al año siguiente le salía gratis esa asignatura. “Yo era ese estudiante repelente al que si le ponían un 9,5 iba a protestar al profesor para que le subiera la nota y le pusiera matrícula. Pero es que lo necesitaba”, explica.
Entró a hacer prácticas en la Caja Rural. Y, como era brillante, se quedó y prosperó. Trabajó allí primero como consultor de estrategia y luego se convirtió en consultor de fusiones de empresas. Había llegado a la cima, ganaba un buen sueldo. Pero entonces, decidió dejarlo todo para convertirse en escritor.
“Yo siempre he escrito, desde niño. Desde los 8 años, cuando leía un libro luego escribía un cuento corto inspirado en ese libro. Entonces leía sobre todo libros de niños, de la colección Barco de Vapor. Pero un día, en un expositor giratorio de la librería de mi barrio, me compré un libro de la editorial Molino que recuerdo que costaba 995 pesetas y que se llamaba Diez Negritos. Cuando lo leí, me explotó la cabeza, el libro me engañó todo el tiempo, fue una locura. Traté de escribir algo parecido, y me salió un cuento muy corto que titulé Cuatro Negritos. A partir de ahí, cogí el hábito de escribir un cuento cada vez que leía un libro”. Así, El asesinato de Roger Ackroyd de Agatha Christie le dio pie a escribir el relato El asesinato de Ramón. El hobby continuó luego durante toda su adolescencia, a medida que descubría a Stephen King y los juegos de rol. “Era muy divertido en los juegos de rol ser el master de las historias e ir llenándolas de pesadillas, eso me divertía muchísimo, pero no dejé de escribir mis relatos cortos, ni siquiera cuando estudié ni cuando trabajé”.
La sorpresa del primer libro
Llevaba ya cinco años trabajando en la Caja Rural cuando una noche tuvo un sueño tan vívido como perturbador. Soñó con un hombre desnudo que caminaba por la calle llevando la cabeza de una mujer y que, en un momento dado, se paraba, le miraba y le decía: “Falta un día para Navidad”. “Ostras, me dije, voy a escribir un relato corto en primera persona sobre ese sueño tan chocante. Pero después pensé que quizás podía probar a escribir algo más largo, una novela”. Surgió así El día que se perdió la cordura, un thriller que arranca con la imagen de aquel sueño angustioso que tuvo Javier Castillo y que se compone de 89 capítulos. “Cómo venía de escribir cuentos, el libro me salió como una suma de relatos, todos hilados y cada uno con su giro, con su sorpresa”.
Envió el manuscrito a algunas editoriales, pero no le hicieron ni caso. “Recuerdo que de una de las editoriales grandes recibí un email automático dándome las gracias por haberles enviado mi manuscrito y diciendo que lo leerían dentro de 13 meses”.
Le pareció una eternidad, así que en 2014 decidió autopublicarse el libro en formato digital en Amazon. “Lo compartí con mi grupo de Whatsapp de cinco amigos y les dije que si alguno lo leía, que escribiera en Amazon su opinión. Dos semanas después, entré en Amazon a ver si alguno de mis colegas había escrito su valoración del libro, y de repente tenía 300 opiniones, era el número uno en la sección de narrativa en España, Stephen King era el segundo y tercero Pérez Reverte. No me parecía posible, pensé que es que habían colocado a los autores por orden alfabético. Pero no: era el número uno, El día que se perdió la cordura era el libro más vendido de España”.
Aquella novela, repleta de giros y sorpresas, fue creciendo y creciendo a través del boca a boca. Llegó un momento en el que durante semanas y semanas se vendían unos 1.000 ejemplares diarios, siempre en formato digital.
Javier Castillo había incluido al final de El día en que se perdió la cordura un email, creado especialmente para la ocasión, al que podían escribir aquellos lectores a los que les hubiera gustado el libro. Cuando un día lo abrió, tenía cientos y cientos de correos de lectores y también ofertas de prácticamente todas las editoriales. Al final se decantó por Penguin Random House. Pero, por problemas de programación, la editorial no publicó El día que se perdió la cordura en papel hasta 2017. Y, de nuevo, fue la locura. “A la semana íbamos por la cuarta edición, en el primer mes hicimos ocho ediciones. Fue alucinante, en cinco meses vendimos 100.000 ejemplares. Cuando salió la décima edición ya se habían vendido 150.000 libros”.
Javier Castillo junto al mar en Santa Cruz de Tenerife. (ASIS G. AYERBE)
Un éxito similar le ha acompañado con todos los demás libros que desde entonces ha sacado. Y es de imaginar que volverá a producirse con su octava novela, El susurro del fuego, un thriller al igual que los anteriores pero el primero ambientado en España y, en concreto, en Tenerife. La novela nació en 2024, cuando Javier Castillo fue de vacaciones a esa isla canaria con su familia y se quedó fascinado con su naturaleza única. “Este es un lugar muy potente, con una energía muy poderosa, Aquí sientes que por debajo de tus pies corre la lava”, nos cuenta.
La novela tiene como protagonistas a dos hermanos gemelos, Mario y Laura, uno de los cuales desaparece un día en extrañas circunstancias. El libro tiene todos los ingredientes propios de una novela negra, pero tiene algo más. “En mis libros intento siempre extender el género del thriller y probar cosas nuevas para no caer en los lugares comunes”, explica Castillo. Y, en el caso de El susurro del fuego, además de un misterio que resolver, todo el libro está recorrido por la convicción de que los seres humanos somos insignificantes ante la naturaleza y que hay que disfrutar de la vida porque no sabemos cuándo acabará.
“Yo creo que un libro tiene el poder de cambiar a quien lo lee. A mí escribir El susurro del fuego me ha hecho frenar, me ha hecho intentar bajarme del barco y del ritmo endiablado en el que vivimos. A mí me ha frenado y me ha hecho ver que la vida es otra manera, me ha hecho apreciar todo lo que tengo, incluidas cosas como la comida. Yo antes comía con prisa, y ahora saboreo la comida, la disfruto. El libro me gustaría que fuera un toque de atención para apreciar lo que tenemos alrededor y no vivir apagados”.