«Ahora mismo, para ganar hay que trabajar a toda velocidad los siete días de la semana». El inversor de riesgo Harry Stebbings se pronunciaba así hace meses en una publicación en LinkedIn dirigida a las startups europeas que quieran competir contra «las mejores empresas del mundo». El británico, de solo 29 años, apretaba un poco más las tuercas de un discurso para abrazar el modelo llamado «996» —de nueve de la mañana a nueve de la noche, seis días por semana—, que se declaró ilegal en China, aunque persiste en algunas empresas y se está implantando ahora en Silicon Valley.
Ocurre mientras en España se debate la reducción de la jornada laboral a las 37,5 horas y media, con posiciones cada vez más polarizadas. Por un lado, el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, ha ensalzado esta semana la «cultura del esfuerzo» y, por otro, la vicepresidenta Yolanda Díaz ha vuelto a anteponer el «reparto de tiempo» al «sufrimiento» de los trabajadores.
Pero, en realidad, el paradigma del «996» y el de aquellas jornadas que ya se sitúan por debajo de las 40 horas semanales —como ocurre de media en los países de la OCDE— existe en dos dimensiones muy distintas.
El modelo «996 es real» en San Francisco
«Odias verlo, pero ‘996’ es real». El economista Ara Kharazian, de la plataforma de operaciones financieras Ramp, levantó la liebre a principios de septiembre con los datos recogidos de sus clientes: ha aumentado el uso de las tarjetas corporativas para comer y cenar los sábados en San Francisco.
¿Qué significa eso? Para Kharazian, es el rastro de las comidas a domicilio, cáterins en la oficina y cenas después del trabajo, que se pagan con la tarjeta de la empresa. Una medida «imperfecta», pero que sustenta en tres razones: es nueva —no ocurría el año pasado, cuando no se hablaba del «996»—, ocurre solo en San Francisco —donde están las empresas emergentes punteras y se reivindica este modelo— y es intersectorial, más allá de los desarrolladores de inteligencia artificial, aunque Ramp está especializada en compañías con un uso intensivo de tecnología.
Con todo ello, el economista descarta que los datos reflejen un posible «fraude» en el uso de las tarjetas corporativas, porque, además, coinciden con el relato de quienes viven o pasan largas temporadas en el famoso valle californiano.
Consultado por RTVE Noticias, el emprendedor en serie Xavier Verdaguer confirma una dinámica en la que «no hay horarios» y el tiempo de ocio está muy tasado en las agendas. «Y no lo digo como algo positivo necesariamente», advierte. Pero, según cuenta, también los salarios son muy altos, con remuneraciones que incluyen la opción de compra de acciones para anclar el compromiso de los empleados al proyecto.
Verdaguer lo describe como una liga de profesionales de todo el mundo que llega a San Francisco para perseguir sus objetivos y, actualmente, «de alguna manera u otra» el premio está en lograr avances significativos con la IA.
«Son conscientes de que el resultado será de unas pocas empresas ganadoras que capitalizarán mucho del dinero que genera esta innovación», completa el empresario y consultor experto en el sector tecnológico, Pablo Grueso, en una conversación con RTVE Noticias. Señala, además, que se están pagando «salarios enormes» y añade que la recompensa en caso de ser los «ganadores» lo será también: «Nadie quiere dudar de que, si finalmente no lo consiguen, al menos hicieron todo lo que estaba en su mano para ganar la carrera de la IA».
La generalización, «inviable»
Por eso, Grueso previene de hablar del «996» como una «dinámica establecida» fuera de Silicon Valley. «No tengo constancia de que ocurra en ningún lugar de Europa, y dada nuestra regulación es muy poco probable que suceda. Por ejemplo, en España una jornada «996» incumpliría la duración de la jornada diaria, el descanso semanal, la jornada anual y el tope de horas extra. Es inviable siquiera plantearlo», reflexiona.
Pero lo que puede ser solo una «anécdota» en el ecosistema de las startups, ha generado mucha conversación en redes sociales como X y LinkedIn, mientras en Instagram y TikTok siguen siendo populares tendencias que relacionan el éxito con levantarse a las 5 de la mañana y privarse de ocio o «distracciones».
El doctor en Sociología Miguel A. V. Ferreira lo enclava en el modelo neoliberal que comenzó a desarrollarse en los 70 y que prioriza la «competitividad global» por encima de todo, también de la mano de obra. «Se lo creen trabajadores en ciertos sectores privilegiados: sacrifícate más porque te vamos a pagar un montón y porque esto te compensa. No sé hasta qué punto a corto plazo puede funcionar. Yo creo que a largo plazo, no», opina.
Para Ferreira, estos discursos no suponen una vuelta al modelo «meritocrático» estadounidense, al menos para la mayoría de la población, que el mensaje que recibe del mercado es que «no hay alternativa». Cuando no existe la acción colectiva, el sociólogo habla de un «océano» en el que cada trabajador tiene que buscar su salvavidas. «El modelo no es sufrimiento a cambio de éxito, es sufrimiento a cambio de supervivencia», apostilla.
El síndrome del trabajador quemado como enemigo de la competitividad
Pero dentro del mercado laboral capitalista también se escuchan fuertes críticas al modelo «996» y las jornadas laborales prolongadas. En la publicación del inversor Stebbings, reseñada el inicio de este artículo, muchos usuarios le criticaban que estuviera promoviendo un camino que solo lleva al síndrome del trabajador quemado. Nadie duda ya de que el estrés, la sobrecarga de trabajo y las largas horas de actividad tienen un impacto en la salud.
Pero al margen de un interés por el bienestar de los trabajadores, para algunos líderes es una cuestión de «estrategia». «La generación Z y los millennials ya exigen un trabajo humano, flexible y alineado con sus valores. Han visto a sus padres sacrificarlo todo por empresas que no les han dado nada a cambio. No repetirán ese patrón», argumenta la experta en estrategias de recursos humanos, Nirit Cohen, en un artículo de Forbes publicado en agosto.
Asimismo, Cohen asegura que es un error contar las horas en trabajos basados en el conocimiento y recuerda que la productividad en general depende en buena medida del propósito de la tarea, el sentimiento de pertenencia y la iniciativa propia. Además, claro, de la tecnología al alcance.
La pregunta, en todo caso, es cuál es la finalidad de cada profesional. Porque no es lo mismo el empleado que cumple con su jornada y busca realizarse en el resto de esferas de su vida que el emprendedor con una empresa emergente en vías de lograr financiación y rentabilidad.
En estas últimas, señala Grueso, «es habitual que las jornadas sean algo más amplias e intensas, y que se esté muy implicado y pensando en el proyecto fuera de la jornada laboral». Y concluye: «Teóricamente, sería posible crear una startup de éxito sin esta intensidad laboral, pero no conozco ningún ejemplo real de ello».