Con el repaso que está dando McLaren, ocho victorias de once posibles, el Mundial de Fórmula 1 vive tanto de lo que ocurre dentro de la pista como de lo que puede pasar fuera. Y en esa ficción que en según qué casos se transforma después en realidad sigue mandando el actual campeón del mundo. Puede que a Max Verstappen no le alcance para desafiar a Oscar Piastri y Lando Norris en la gresca por el título. El holandés ni siquiera tiene asegurada la tercera plaza del campeonato, y las últimas carreras insinúan que el déficit del Red Bull respecto del monoplaza papaya ronda el medio segundo por vuelta. Y a pesar de eso, el foco informativo al llegar a cada circuito se concentra en él y en su futuro, legalmente vinculado hasta 2028 a la escudería de Milton Keynes, con la que se ha encasquetado las últimas cuatro coronas.

El interés de Mercedes, que siendo él un chaval no se atrevió a apostar tanto como lo hizo Red Bull, ha permanecido latente en los últimos años. Pero ese impulso ha cogido mucha más fuerza ahora que el equipo de Milton Keynes se muestra incapaz de darle a su piloto bandera un monoplaza con el que dar guerra a McLaren. Entre eso, la división de la compañía energética que ganó cuerpo con el escándalo que protagonizó a Christian Horner, su director, a principios del pasado curso; y la incertidumbre que rodea al proyecto de 2026, con la marcha de Honda como motorista y la llegada de Ford; la estabilidad de un sello como Mercedes gana mucho cuerpo como reclamo. Que George Russell, actual punta de lanza de la marca de la estrella, todavía no haya renovado el acuerdo que expira a finales de este ejercicio añade un poco más de picante al asunto.

Hasta ahora, Verstappen había sido tremendamente tajante cada vez que se le había preguntado por un posible cambio de aires. Esta semana, su respuesta fue mucho más tibia de lo que habría querido Red Bull. “¿Si hay algo de verdad sobre las informaciones que afirman que mis representantes han hablado con Toto Wolff [director de Mercedes]? La verdad es que no voy a añadir nada más a lo que ya dije hace unos días. Tengo contrato con un equipo y mi objetivo es concentrarme en mejorar mi rendimiento del coche”, respondió Mad Max, que no contribuyó demasiado a acallar todo ese ruido que siempre le ha acompañado. Esas conversaciones entre su agente, Raymond Vermeulen, y Wolf, han existido. Está por ver si simplemente son a modo de consulta o para articular una operación a medio plazo, o para seducirle ya con vistas a 2026.

“Obviamente, hay muchísima gente hablando de ello”, dijo Horner, que tiene en Wolf a alguien más que un homólogo o un rival, sino más bien una especie de archienemigo. “Todos tenemos muy claro qué papel jugamos. Max ha estado en Red Bull desde el principio de su carrera. Todo su éxito ha llegado con nuestros coches. Es una parte importante de nuestro equipo. Tiene mucha fe en él y en la gente que lo rodea”, añadió el británico, que tiró de ironía al referirse a las Flechas de Plata: “Es muy relevante que George siga en el mercado”.

A pesar de tener tres temporadas más de contrato con la formación del búfalo rojo, también maneja la llave del mercado. Si se mueve él, provocará un cisma. Y, por su forma de filtrar la realidad, la solución a esa cuestión que mantiene al paddock en tensión, la tiene el cronómetro: en Silverstone, este domingo (16.00 horas, Dazn). Ayer Verstappen volvió a dejar claro por qué Mercedes lo daría todo por él al adjudicarse su cuarta pole de la temporada, cuando nadie le esperaba y, de nuevo, conduciendo muy por encima de las posibilidades de su bólido. Fernando Alonso terminó el noveno, pero saldrá el séptimo, por penalizaciones varias, mientras que Carlos Sainz se quedó a las puertas de la última criba de la cronometrada.