Desde que decidí escribir ‘Palmeras en la nieve’ hasta que fue publicada en 2012 pasaron cinco años en los que mis bebés se convirtieron en niños. Sonrío al evocarme como una actriz desdoblada en múltiples personajes mientras me encargaba de tareas domésticas tras horas dedicadas al estudio: me repetía en voz alta los diálogos de la novela para que no se me olvidasen. Durante años, por la ventana de mi despacho he visto la caprichosa relación entre nubes y crestas, la crueldad del mes de abril en un lugar de primaveras tardías, la explosiva rojez del paisaje otoñal y el envidiable deambular del ganado vacuno, pero mi mente ha viajado a Guinea Ecuatorial, a aldeas pirenaicas españolas y francesas de los siglos XVI y XIX, al mundo rural en transformación del XX, a la Luisiana española del XVIII y, últimamente, a la California de mediados del XIX.
Todas mis novelas han surgido de la fusión entre un concepto, un vínculo personal más o menos directo con la historia y mis ganas de indagar sobre un contexto convulso. En ‘Palmeras en la nieve’ reflexiono sobre la identidad a través de la experiencia de mi padre y de mis abuelos; en ‘Regreso a tu piel’ sobre el miedo individual y colectivo a raíz de un trágico suceso local; en ‘Como fuego en el hielo’ contrapongo el impulso de la pasión al freno de la razón; en ‘El latido de la tierra’ me centro en el paso y el peso del tiempo; en ‘Lejos de Luisiana’, en la fortaleza necesaria para continuar adelante; y en ‘Corazón de oro’, en la bondad.
Hay un hilo conductor invisible pero tenaz que une todas mis historias. Cada una existe gracias a las anteriores. Sin haber abordado antes la presencia de España en las tierras del Misisipi, por ejemplo, no podría haber escrito ‘Corazón de oro’. Me intriga mucho qué será lo siguiente que escriba, pero intuyo que hay temas que ya no me abandonarán nunca.
Viaje y aventura
‘Corazón de oro’ es un viaje, una aventura por paisajes y emociones vivida por seres sin patria ni estado capaces de entenderse. Hay caballos, carretas, ganado, paisaje, colonos y nativos, ganaderos, agricultores y mineros; hay hombres y mujeres intentando encontrar su sitio en un territorio que pasó de manos varias veces —de los nativos a los españoles, luego a los mexicanos y después a los estadounidenses y que pudo incluso haber sido una república independiente—; y hay elementos del género y sucede en el lejano oeste, pero no es un wéstern.
En ‘Corazón de oro’, el duelo —con el significado tanto de dolor como de enfrentamiento— es individual y colectivo: la vieja California, un territorio extenso y poco habitado, languidece y se convierte en tierra de todos; el combate es pues entre dos mundos irreconciliables. En un clima de competitividad, codicia y racismo, los personajes, atrapados entre el pasado irrecuperable e irremediable, el presente condicionado por las circunstancias y el futuro incierto, ponen a prueba sus convicciones en cada etapa del viaje de su vida. Tal vez encuentren la felicidad en el amor, que sana, aunque a veces duela; que es misterioso y revelador. Corazón de oro es, en realidad, la historia de un amor inmenso y una novela muy romántica.
«¿Quién que es no es romántico?», decía Rubén Darío. En el universo de ‘Corazón de oro’ hay conflictos sociales, sentimientos intensos, naturaleza, pesimismo y esperanza, nostalgia y expectación, acción y reflexión, ambición y renuncia, confianza y decepción, ilusión y desencanto, paz y caos, ansias de libertad, amor y guerra, obstáculos y decisiones, lealtad y supervivencia, conflictos entre personas muy diferentes y mucha pasión. Hay historia y alma. Definitivamente, ese hilo que conecta mis novelas me ha puesto el listón muy alto.
Corazón de oro
Luz Gabás
Editorial Planeta
560 páginas
23,90 euros