Claudia Cardinale falleció a los 87 años en su refugio campestre de Nemours, a 80 kilómetros de París. Allí, en una antigua curtiduría transformada en hogar, pasó sus últimos años rodeada de sus hijos, de recuerdos y de la serenidad que siempre buscó lejos del ruido.
No era un retiro impuesto por la edad o la fragilidad, como llegó a especularse, sino una decisión consciente: prefería la compañía de los suyos a la vorágine de alfombras rojas y homenajes. Aunque nunca dejó de ser un mito del cine italiano, su última etapa estuvo marcada por una intimidad cuidada y una rutina sencilla, casi doméstica.
La actriz, que durante décadas deslumbró en películas como ‘El gatopardo’ de Visconti o ‘Ocho y medio’ de Fellini, había convertido su finca francesa en algo más que un hogar. Allí abrió un pequeño restaurante y, sobre todo, instaló la sede de la Fundación Claudia Cardinale, un proyecto al que dedicó buena parte de sus energías. Se centraba en apoyar a artistas contemporáneos en el ámbito audiovisual, además de promover causas que la acompañaron toda la vida, como la defensa de los derechos de las mujeres y la lucha por el medio ambiente. Era su forma de dejar un legado que fuera más allá de la pantalla.
Claudia Cardinale en los 90. (Gtres/MPNC)
Con su hija Claudia, fruto de su relación con el cineasta Pasquale Squitieri, mantenía un vínculo inseparable. Ella fue su mano derecha en la administración de la fundación y su sostén diario. Juntas organizaron los últimos homenajes internacionales, entre ellos el tributo que el MoMA de Nueva York le dedicó en 2023, con la proyección de 23 de sus películas restauradas.
La actriz ya no pudo viajar hasta allí, pero su hija acudió en su nombre. En entrevistas posteriores, Cardinale confesó que los viajes la cansaban demasiado y que necesitaba un bastón para desplazarse, pero nunca perdió el humor ni la capacidad de reírse de sí misma.
La última foto en la que aparece en sus redes sociales fue en junio de 2024, en un acto celebrado en el Ciné du Paradis de Fontainebleau, a pocos kilómetros de su casa. Allí fue homenajeada como la gran dama del cine europeo. Un año antes se publicó su último trabajo, el cortometraje ‘Un Cardinale Donna’, un retrato poético rodado por su hija y presentado dos años antes en el MoMA dentro de la retrospectiva de Cinecittà. Era un cierre perfecto: la artista observada desde la mirada amorosa de su propia familia.
Retiro y familia
En los últimos años, Cardinale se dedicó por completo a los suyos. De su hijo Patrick, joyero y restaurador en Nueva York, nació su primera nieta, Lucilla. De su hija Claudia llegó Milo. Ella, que durante décadas había sido símbolo de glamour, encontraba ahora su mayor satisfacción en la vida doméstica, en la cercanía de los nietos y en la rutina de su finca francesa.
Claudia Cardinale con su hijo Patrick, razón por la que se dedicó al cine. (Foto: Getty Images)
Por eso le incomodó profundamente que hace un par de años circulara el rumor de que vivía enferma en una residencia de ancianos. Lo desmintió con ironía, recordando que nunca había dejado de estar acompañada de sus hijos. Pero ese retiro no significaba renuncia al cine.
Hasta el final siguió vinculada a proyectos que tenían para ella un sentido especial. En 2022 aceptó participar en ‘The Island of Forgiveness’, del tunecino Ridha Behi, una historia con ecos autobiográficos que le permitió volver a sus raíces.
Túnez fue el lugar de su infancia, la ciudad en la que creció como hija de inmigrantes sicilianos y a la que regresó varias veces en su madurez. La localidad costera de La Goulette incluso le dedicó una calle, un gesto que ella recibió con emoción. Décadas antes había rodado allí ‘Un verano en La Goulette ‘(1997), interpretándose a sí misma en una cinta sobre la amistad y el despertar adolescente.
Su filmografía final estuvo marcada por ese regreso constante. También lo hizo con España —donde rodó ‘El artista y la modelo de Fernando Trueba’ en 2012— o a Italia, donde en 2018 sorprendió en ‘Niente di serio’, la historia de dos mujeres que escapan de una residencia para vivir una aventura en Venecia. Era como si su cine le devolviera, una y otra vez, a los escenarios que marcaron su vida personal y profesional.
En lo sentimental, Cardinale siempre reconoció que el gran amor de su vida fue Pasquale Squitieri, a quien conoció en los años 70, poco después de divorciarse del productor Franco Cristaldi. Su unión con Squitieri, aunque nunca llegó a formalizarse en matrimonio, fue intensa, polémica y duradera.
Juntos tuvieron a su hija Claudia y se mantuvieron unidos en una amistad hasta la muerte del director en 2017. La actriz ya se había instalado en París, mientras que él permanecía en Roma, pero el vínculo nunca se rompió.
Claudia Cardinale y Marcelo Mastroiani. (Gtres)
En entrevistas tardías, la intérprete reflexionaba con nostalgia sobre la intensidad de sus años de juventud. Recordaba con cariño a compañeros como Alain Delon, al que definía como “gruñón” hasta que comprendió que no caería rendida a sus encantos, o a Jean-Paul Belmondo, con quien confesaba haberse divertido como una niña en los rodajes. También rememoraba a Visconti, “culpable” de haberla hecho fumar, o a David Niven, que en ‘La pantera rosa’ la bautizó como “el invento italiano más bello después de los espaguetis”.
Ese sentido del humor y esa distancia respecto al mito erótico que la acompañó siempre fueron su sello. “Las actrices hermosas van y vienen, pero muy pocas logran sostenerse durante más de seis décadas”, dijo en una ocasión Joshua Siegel, curador del MoMA.
Ella lo consiguió, aunque nunca se consideró una belleza consciente de su poder, sino una actriz que quería vivir muchas vidas a través de la cámara. «Cuando era joven, quería ir a todas partes y ser todos, y con este trabajo lo he logrado. Lo interesante para una actriz es ser otra persona. En eso he tenido suerte«, declaró poco antes de retirarse definitivamente.
Claudia Cardinale falleció a los 87 años en su refugio campestre de Nemours, a 80 kilómetros de París. Allí, en una antigua curtiduría transformada en hogar, pasó sus últimos años rodeada de sus hijos, de recuerdos y de la serenidad que siempre buscó lejos del ruido.