Nueva York es el epicentro del mundo esta semana. En clave geopolítica, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas acapara la actualidad. … 55 kilómetros al este del corazón de la Gran Manzana, donde se reúnen los líderes mundiales, se encuentra Bethpage Black Course. Es el campo que acoge la Ryder Cup que ha comenzado este viernes. La ocasión era inmejorable para Donald Trump, gran aficionado al golf que no dudó en presenciar el inicio del torneo entre el país que gobierna y Europa. No deja de ser, en el fondo, el segundo enfrentamiento entre ambas potencias durante estos días.

El presidente de Estados Unidos apareció en el turno de tarde. Los jugadores, antes de salir a escena, atraviesan un túnel. A la salida les esperaba Trump. Sin corbata, con zapatos blancos de golf y un pin de EE UU en la solapa. Saludó efusivamente a su colega Bryson DeChambeau, una de las estrellas americanas y con el que ha jugado en varias ocasiones. A Ben Griffin apenas le estrechó la mano. DeChambeau, que sucumbió ante Jon Rahm en el primer turno, tiene un canal de YouTube en el que comparte su rutina y retos. Uno de ellos fue un partido ante el mismo Trump. Se midieron en julio de 2024. La fecha no fue casual. Cuatro meses después se celebraron elecciones, y el magnate republicano inauguró su segundo mandato tras los cuatro años de la administración Biden.

Trump compartió impresiones con los capitanes Keegan Bradley y el inglés Luke Donald y acto seguido, rígido, solo y unos metros por detrás, contempló en primera fila el golpe de salida de su colega DeChambeau. No se le vio más por Bethpage, pero su breve periplo causó un operativo de seguridad de grandes dimensiones. La organización estableció puntos de control al estilo de los que se emplean en los aeropuertos para las inmediaciones del tee del 1, el green del 18, las gradas de ambos y la casa club. Quedaron prohibidos en esas zonas sillas plegables, dispositivos de vapeo, recipientes con metal o plástico duro, paraguas grandes, ordenadores y tabletas.

Temor a retrasos

Por fortuna, la presencia del hombre más poderoso del planeta no alteró los horarios del torneo, muy apretados al haber dos turnos y tener que terminar antes del atardecer. Había gran temor a que se repitiese el bochorno de lo ocurrido en la final del Abierto de Estados Unidos de tenis hace tres semanas. La final entre Alcaraz y Sinner se retrasó una hora por los atascos que generó la enorme comitiva que acompaña a Trump en sus desplazamientos. Esta vez, al no acudir por la mañana, todos los aficionados ya estaban dentro del recinto. Al presidente le acompañó su nieta Kai Madison desde la propia Casa Blanca, en la cercana Washington. Después de su incendiario discurso del jueves en la ONU, su siguiente aparición será junto al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. Ese partido será el lunes.