¿Cómo llegó al teatro?
La adolescencia fue traumática: me cerré en banda, me aislé, me costaba relacionarme. En aquella época, Roma era una ciudad muy conflictiva, el aspecto exterior pasaba factura y te categorizaban según tu ropa: punk, metalero… bastaba un detalle y te convertías en eso. En el escenario de un curso en el Teatro Azione pude habitar mis emociones con una serenidad que no poseía en la vida. Era el más joven de los participantes, tenía 14 años y nada que ver con los demás, que llegaban a los 40. Pero aquello me permitía llorar, reír, odiar. Empecé a hacer espectáculos por las noches. Mi rendimiento escolar empeoró, mientras que mi sensación de libertad mejoró.

¿Cuánto empeoró su rendimiento escolar?
Un poco. En mi último año de bachillerato de ciencias incluso hice una película, mi primera como protagonista [Il cielo in una stanza]. Nunca suspendí, pero desde luego mis notas no fueron brillantes. En cambio, de niño, me fue bien en el colegio.

Alba luce camisa y falda de Prada. Elio lleva americana camisa y pantalón de Prada y reloj Seamaster de Omega.

Alba luce camisa y falda de Prada. Elio lleva americana, camisa y pantalón de Prada y reloj Seamaster de Omega.

¿Se matriculó en la universidad como plan B a ser actor?
Siempre pensé que mi plan B sería la agricultura, que es el mundo del que vengo. Elegí Filosofía del Lenguaje: me fascina cómo nos comunicamos, pero no pude terminarla. Esta es la enfermedad que me atrapó, citando a Alberto Sordi.

¿Qué significa para usted actuar?
Ponerse a disposición, ser la tinta de un director, transformar en carne un escrito. Es un trabajo un poco crístico, porque te cargas de cruces.

¿Experiencias traumáticas?
Al principio sí, como todas las profesiones. Entrar en el mercado es difícil, los primeros proyectos están contaminados: tienes que caer bien, tienes que demostrar que eres bueno y no equivocarte porque si no no te vuelven a llamar, no puedes dejarte llevar por el abandono, que es la dimensión creativa más alta. Te ves obligado a mirarte todo el tiempo desde fuera e incluso te molesta mirarte al espejo.

¿Está orgulloso de todos los papeles que ha aceptado?
Me arrepiento todo el tiempo, pero también soy fatalista: si haces algo mal es porque eso tenía que pasar y luego saldrás adelante. Me ha pasado el haber estado en platós pésimos, en los que me sentía fatal y pensaba que no lo había hecho bien, y donde en cambio salían obras maestras apreciadas por el público. Otras veces, en contextos muy serenos y respetuosos, el proyecto no llegaba a la gente, no les inspiraba nada.

¿Cómo fue el rodaje de Tres adioses?
Lleno de afecto y delicadeza. Algunas escenas se rodaron en Super 8, con una película antigua sin sonido: solo estábamos yo, Alba y la directora, en una burbuja, contando los recuerdos de nuestros dos personajes. Un poco Nouvelle Vague.

Tras interpretar una retahíla de personas reales, desde el secretario del Partido Comunista Enrico Berlinguer al capo Matteo Messina Denaro, al fin interpreta a un personaje completamente ficticio.
En este caso, mi trabajo de preparación fue más sobre el oficio de Antonio, así que pasé un tiempo en la cocina de un restaurante romano muy bueno.

Una escena de Tres adioses.

Una escena de Tres adioses.

greta de lazzaris

¿Cuál es el mensaje más potente de la película?
Tres adioses habla del ser humano, de la dificultad de la comunicación, de Eros y Tánatos, del dolor. Y vivimos en una sociedad basada en eliminarlo, en eliminar el dolor. Vengo de un pueblo del sur de Italia donde los muertos eran expuestos durante un par de días, la gente iba a llorarlos, había una confrontación con la muerte, con los misterios de la vida, había una ritualidad que ya no existe. Por primera vez todo se basa en el materialismo, lo inmaterial no existe, no es importante. Y cuando uno se ve abrumado por el sufrimiento, la enfermedad o la separación, el escenario se desgarra. La película también cuenta esto.