Roberto Santiago (1968, Madrid) es, aparentemente, un tipo normal —siempre en el buen sentido de la palabra—. Nació en la Carabanchel de Manolito Gafotas —aunque se crió cerca del Bernabéu—, es del Real Madrid, mantiene su grupo de amigos del colegio, va de vacaciones al nada exótico Benidorm —como hacía cuando tenía 15 años— y ni tiene aires de literato ni lo pretende. De ahí que hasta su atuendo (vaqueros, camisa azul y chaqueta deportiva) sea excesivamente común, incluso cuando le toca sesión de fotos.
Sin embargo, detrás de esa apariencia hay mucho más; algo que lo hace especial, distinto: una mente privilegiada capaz de llevar escritas 94 novelas —91 de ellas infantiles—, de crear la exitosa serie de Los Futbolísimos o de vender 8 millones de libros. “Es un milagro”, celebra. “Es que para que se dé un caso como el mío no sólo tienes que trabajar mucho o tener talento, sino que también necesitas que una generación entera se enganche a lo que escribes”, explica.
Ahora, tras un verano ‘movidito’, en el que se ha casado y ha leído El loco de Dios en el fin del mundo y Alas de sangre, presenta su nueva obra: El Círculo, una novela juvenil ambientada en un instituto, el Ernest Hemingway, con el bullying como tema principal. “Es algo que me preocupa mucho. Creo que es uno de los principales problemas de la sociedad”, sentencia en esta entrevista con EL ESPAÑOL.
P. — ¿Por qué le ha dado por escribir sobre bullying?
R.—Fue una propuesta que me hizo Ana Casal, de Planeta, hace tres años y medio. Todos tenemos alguna relación con el bullying y, bueno, yo he querido tratar el tema desde el punto de vista del testigo. Y para eso he utilizado cosas mías, como esa primera imagen con la que comienzo el libro en la que cuelgan a un chaval de la ventana…

Roberto Santiago posa para EL ESPAÑOL.
Alejandro Ernesto
EL ESPAÑOL
Eso es algo que viví en lo que ahora es tercero de la ESO. Es el recuerdo de un compañero al que le hacían la vida imposible. Y después de quitarle todo, de hacerle de todo, lo cogieron entre varios y lo colgaron. No me olvidaré jamás de aquello. Me impactó muchísimo y no fui capaz de intentar pararlo por miedo a que me ocurriera a mí. Nos quedamos paralizados.
P.— Al leerlo, no creí que fuera cierto.
R.— Es que se están haciendo muchas barbaridades. Más allá de lo que he vivido, para escribir el libro, he hecho una labor muy grande de documentación hablando con alumnos y familias que lo han sufrido, y me he hecho amigo de la inspectora de Policía Nacional que ha llevado la entidad antibullying durante muchos años. Lo que cuento es ficción, pero los casos, cambiando nombres y lugares, están basados en hechos reales.
P.— Antes se hablaba de acoso y ahora de bullying. ¿Cambiar el término ha ayudado concienciar sobre el tema?
R.—Las palabras son importantes y es verdad que hay gente que le ha quitado importancia diciendo eso de “siempre ha habido acoso”. Y sí, es verdad que siempre ha ocurrido, pero de otra manera. Ahora hay más casos y son más crueles, a lo que hay que sumarle el uso que se hace de las redes sociales. Esto provoca que el bullying trascienda al recinto escolar y sea las 24 horas.
P.— En nuestra época, al menos, podías refugiarte en casa.
R.— Si, te ibas a casa y… Pero ahora si no estás en redes, si no estás en los grupos de WhatsApp, no socializas. Entonces es muy difícil.
P.— En El Círculo escribe: o estás dentro o fuera. ¿Se penaliza al que no sigue al rebaño, al que se queda al margen?
R.— Esto es un temazo. La frase de ‘o estás dentro o estás fuera’ que se dice en la novela hace referencia, sobre todo, a esa amenaza de la ley del silencio; a que si no estás con ellos, puedes ser el siguiente. No hay punto medio. Y ojo con chivarse (esa palabra horrible). Pero remite a muchas más cosas.

P.— Esto mismo que comienza en la infancia ocurre de igual manera cuando somos mayores.
R.— Sí, el acoso sigue existiendo en los ámbitos laborales y en entornos de todo tipo. Si sigues al rebaño y callas y tiras para delante… Pero si no lo haces, eres la oveja negra. Es complicado.
P.— ¿Se penaliza, por tanto, al que quiere ser (o es) diferente?
R.— Lo que dicen las estadísticas es que las víctimas son diferentes. O bien porque eres gordito, o porque llevas gafas, o porque eres amanerado… Ser diferente está castigado. Tienes que ser como los demás. ¿Y cómo son los demás? No se sabe, pero tienes que ser como ellos.
P.— ¿Ha sufrido alguna experiencia cercana?
R.— Bueno, yo viví la historia de un compañero mío al que le hacían bullying y también —además de los casos reales que me han contado familiares y alumnos para el libro— he tenido cerca en mi entorno a una adolescente que ha sufrido y sufre acoso. Y es muy difícil salir de ahí. No estamos dando a los profesores ni a los padres las herramientas suficientes para afrontarlo. Es terrible. Creo que es uno de los principales problemas que tenemos en la sociedad y no se le presta suficiente atención.
P.— ¿Hay algo más de Roberto Santiago en el libro? ¿Cómo era de niño?
R.— Uno acaba irremediablemente escribiendo de sí mismo. Si tú coges a Paquete, el protagonista de Los Futbolísimos, y coges a Uve, el protagonista de El Círculo, ves que se parecen. Ambos son observadores, les dan miedo las cosas, intentan ser empáticos pero les cuesta…. Yo era muy tímido. Me gustaba mucho leer y, seguramente, era el friki que leía mucho. Y, como todos, con 12-13 años tenía complejos porque era muy alto. Así que sí, hay muchas cosas mías en los personajes.

Roberto Santiago posa con nuevo libro, ‘El Círculo’.
Alejandro Ernesto
EL ESPAÑOL
Ahora además hemos vendido la casa de mis padres y estamos sacando cajas y cajas de recuerdos y me doy cuenta de que yo con 9-10 años ya hacía cómics y escribía mucho: de fantasía, de ciencia ficción, cosas inspiradas en La Guerra de las Galaxias, que fue la película que me volvió loco…
P.— Es decir, que ya desde pequeño tenía vocación de escritor.
R.— Sí. Además tuve la suerte de que en mi familia se leía mucho. Y yo también. Todos los escritores lo somos porque leemos mucho y, para mí, entonces, mi colección de ‘Los Cinco’ era mi tesoro.
P.— Habla de su familia. ¿Tienen algo que ver sus padres en su vocación literaria?
R.— Mi padre era dibujante y creativo de publicidad. El caso es que a los 50 años, cuando yo estaba estudiando en la Escuela de Letras, llegó un día a casa y dijo: ‘Dejo el trabajo’. Mi madre no se lo podía creer. De qué íbamos a vivir. Éramos una familia de clase media, ella era ama de casa y a mi padre le iba bien, pero…
Lo dejó para ser escritor. Su nombre es Santiago García-Clairac y desde entonces ha publicado un montón de libros, algunos con mucho éxito, como ‘El ejército negro’. Fíjate, yo empecé a escribir antes que él, pero si no hubiese sido por su influencia…
P.— Después estudia Imagen y Sonido en la Complutense y Creación literaria. ¿Qué fue antes el cine o los libros?
R.— Realmente estudié muchas cosas. La carrera que hice fue Imagen y Sonido y ahí estuve hasta cuarto de carrera, pero no la acabé. Me parecía que no tenía ningún sentido acabarla. Siempre he tenido la sensación de que los títulos no son lo principal. Creo que lo importante es formarte de verdad. Por eso hice muchos cursos.
Mis padres me apoyaron y, por ejemplo, compaginé la facultad con la Escuela de Letras. Luego con 21 años firmé mi primer contrato como guionista en TVE y recuerdo esa sensación maravillosa de ir por la calle y pensar: ‘Me pagan por escribir’. Para mí era un sueño y todavía recuerdo ir por ahí levitando.
¿Y qué llegó antes? Probablemente el cine, porque antes de empezar a escribir ya iba al cine con mis padres. Luego he tenido la suerte de dirigir películas, obras de teatro… Pero mi esencia es la escritura.
P.— De hecho, su escritura es muy cinematográfica.
R.— Sí, es muy visual. He escrito muchos guiones, películas, series… Mucho antes de pensar en la historia siempre me vienen a la mente las imágenes.
P.— Ha dirigido películas —como ‘El penalti más largo del mundo’, por el que fue nominado a los Goya, o los Futbolisimos 1 y 2—. ¿Se siente más respetado en el mundo del cine o en el de la literatura?
R.—Yo me siento más conectado con la escritura, pero mi experiencia en el cine ha sido fantástica. Son dos mundos muy diferentes. La escritura es muy solitaria cuando finalizas el proceso de documentación y, en cambio, el cine es un trabajo creativo que se hace en equipo. Luego he tenido películas que han ido bien, otras peor… En cualquier caso, me gusta hacer cosas diferentes.
P. El Ladrón de mentiras fue su primer libro. ¿Cómo surgió aquella primera novela? ¿Por qué le dio por la literatura infantil?
R.—Cuando escribí El ladrón de mentiras tenía muchas dudas —siempre las tengo, pero aquella era mi primera novela—. La empecé a escribir al salir de la Escuela de Letras, porque entonces todos los que estudiábamos allí queríamos publicar. Así que escribí un borrador y se lo pasé a Constantino Bértolo, crítico literario y escritor. Y él me dijo: ‘Está muy bien, Roberto, pero si cambias esto, esto y esto… Tienes una novela infantil fantástica’. Yo no sabía entonces que era una novela infantil. Pero le hice caso. Probé. Me presenté al premio de El Barco de Vapor y no gané, pero quedé finalista y me publicaron la novela. Desde entonces, he escrito 94 novelas —91 de ellas, infantiles—.
P.— ¿Alguna vez se lo imaginó?
R.— El hecho de que, sumando todos mis libros, haya vendido 8 millones en España, es un milagro. Es algo que no ocurre prácticamente nunca. Y sí, he trabajado muchísimo y se puede tener talento, pero también hay que contar con que se conjuguen una serie de elementos para que puedas vivir de esto, como que una generación se enganche a tus libros. En la literatura, la mayor verdad, es que nadie sabe nada. Ningún editor ni ningún escritor sabe lo que va a gustar. Puedes tener pistas, pero… Vivir de la literatura en España es un privilegio y es casi imposible. Yo doy gracias por ello, porque la mayoría de los escritores tienen otro trabajo.
P.— ¿Cómo surgen Los Futbolísimos, su gran obra?
R.— Surgen porque junto las dos cosas que más me gustan en el mundo: el misterio y el fútbol. Era muy sencillo, pero no se había hecho nunca. Surgió hablando con la editora de SM y bueno… A veces lo más difícil es lo más sencillo.
P.— ¿Se puede desvelar de qué equipo eres?
R.— Del Madrid. Creo que es algo que no eliges. En mi caso, mi madre y mi abuelo, que eran los más futboleros, eran del Atleti. Sin embargo…
P.— ¿Cuál es su primer recuerdo futbolísticamente hablando?
R.— Recuerdo muchas cosas. La primera vez que fui al Bernabéu, por ejemplo, tenía 12 años y fui a ver una final de la Copa del Rey entre el Real Madrid y el Castilla. Era la primera vez que un filial llegaba a una final. Entonces jugaban Juanito, Santillana, Stielike… Muchas de las cosas que cuento las viví con esa edad. A mí me encantaba el fútbol, pero era malísimo. Aunque, eso sí, muy cabezón. Así que llegué a jugar un año en el equipo de mi colegio de central leñero.

Roberto Santiago, durante la entrevista.
Alejandro Ernesto
EL ESPAÑOL
P.—Desde 2013 sale a libro por año (a veces incluso dos o tres, no sé si hasta cuatro). ¿Cómo se organiza para tener esa producción?
R.— Si estuviera aquí mi esposa te diría que porque trabajo entre 10 y 11 horas de lunes a domingo. Por un lado, lo hago porque me encanta y me va bien, pero también porque se ha vuelto algo adictivo. La vida que llevó a través de los libros es muy intensa y, a veces, no doy lugar a la vida real. Me lo paso bien, los libros llegan a mucha gente y mi producción desde 2013 crece exponencialmente. A veces quiero bajar el ritmo, pero luego no lo consigo.
P.— Ha trabajado con niños y con mayores. ¿Con quién se queda?
R.— Con los niños porque son esponjas, impredecibles… Yo he dirigido a niños y para ellos actuar es un juego, como debe de ser. Y luego, en los encuentros que hago en colegios, son increíbles. Son sinceros, honestos…
P.— ¿Qué ha aprendido de los niños?
R.— Eso, la sinceridad, la honestidad y la ingenuidad. Es algo que perdemos con los años. Pero hay que intentar no perderlo. Y luego, ellos me dan muchas ideas. Por ejemplo, el musical de Los Futbolísimos. Unos niños, en una biblioteca de Albacete, me dijeron: nos gustaría saber qué va a pasar con los protagonistas cuando sean mayores. Y así lo hicimos.
P.— ¿Se pierde la originalidad en la escritura con los años?
R.—No estoy seguro. Lo que perdemos seguro es la ilusión auténtica, la primera. De eso hablo con muchos compañeros y de verdad que es muy difícil mantenerla porque la vida de adulto es muy dura. Pero hay que intentar que no se pierda. ¿La originalidad? No lo sé. Yo sí que creo, y tengo esa sensación, que El Círculo está mejor escrito que mi primer libro. Y luego, si algún día me repito, dejaré de publicar. Lo de escribir no lo voy a dejar nunca.
P.— Es de los pocos que vive de la literatura en España. ¿Se puede uno retirar después de haber vendido ocho millones de libros?
R.— Supongo que sí si eres una hormiguita, pero yo soy un desastre. No planifico mi carrera, improviso en la vida, cuando he tenido dinero me lo he gastado y cuando no, he vivido bien… Supongo que sí, pero en mi caso…
P.— ¿Se le puede a uno subir el éxito a la cabeza después de haber vendido tanto?
R.— Creo que no. Mi vida es la misma. Sigo yendo de vacaciones a Benidorm, como cuando tenía 15 años, mis amigos son los del colegio… La literatura no es como la música o el cine. Te reconocen algunos, sí, pero es otro tipo de fama. Hay que ser muy estúpido para que siendo escritor se te suba el éxito a la cabeza.
P.— A menudo decimos que los jóvenes no leen mucho, sin embargo… Parece que estamos equivocados.
R.— Mi sensación es que los niños leen muchísimo hoy en día. Luego hay un bache de los 13 a los 18 años, donde leen mucho más las chicas —que realmente leen más a cualquier edad que los chicos—. La adolescencia es complicada. Por eso pienso que la lectura no debe ser obligatoria. A veces se sigue utilizando como castigo en los colegios. ‘¡Ahora, todos a leer y a hacer un resumen!’. No, hombre, no. Pero bueno, luego cuando somos adultos vuelve a crecer el interés por los libros.
P.— ¿Se enseña mal a leer en los colegios? El Quijote es una obra maestra, pero igual no tiene sentido que la leamos en la adolescencia.
R.— Tiene sentido si el profesor te acompaña en la lectura. Pero si te la dan a palo seco, la quieres quemar. Los profesores son héroes. Tienen pocos recursos, poco tiempo… Y no creo que la culpa sea de los docentes, sino del sistema. Yo tuve la suerte de, con 14 años, tener un profesor que me acompañó en la lectura de Los Santos Inocentes. Me lo dio sólo a mí y me dijo, lo vamos a comentar. Por eso digo que cualquier lectura es buena, pero te tienen que acompañar.
P.— Pero te puede gustar leer —como era, por ejemplo, mi caso— y cuando te mandan que leer El Lazarillo, La Celestina o alguno de los clásicos… Que digas: ‘¡Vaya faena, con lo bien que estaría leyendo otra cosa!’.
R.— Para mí es un error imponer la lectura en los colegios por mucho que estemos hablando de clásicos maravillosos. Es un error y puede producir el efecto contrario, que es desincentivar durante muchos años o para siempre a un futuro lector.
P.— Hablando de imposiciones. ¿Se deberían restringir las redes? No sé cuál es su relación con ellas.
R.— Pues mira, al principio empecé en ellas a regañadientes y ahora les he cogido el punto. Creo que bien utilizadas son maravillosas. Pero, hablando de adolescentes, son un problema. Son menores de edad e igual que no les dejamos que se compren una botella de ginebra, no deberíamos dejarles que entren en sitios donde pueden ver barbaridades. No podemos permitirlo. Yo creo que estamos a años luz de poner unos límites a las redes.

Roberto Santiago posa con su libro.
Alejandro Ernesto
EL ESPAÑOL
P.— ¿Se debería restringir el móvil en los colegios, aunque ya se haga, de algún modo, en muchos centros?
R.— Se restringe entre comillas, pero es necesario que se haga. Conozco padres y profesores que han conseguido que sus hijos no estén todo el día enganchados. Hay que restringirlo muchísimo. Es un problema para los chavales que abusan de los móviles y las redes.
P.— Ya para ir acabando, ¿qué le recomendaría a un niño que quisiera escribir?
R.— Me preguntan mucho y, aunque es muy difícil dar consejos, siempre les digo que para escribir tienen que leer. Si no lees, si no te apasiona, si no compartes tus lecturas, no vas a escribir. Y luego siempre les recomiendo que escriban un diario, que no tiene que ser todos los días. Porque cuando lo releas de mayor te va a hacer mucha ilusión y, si además eres escritor, vas a sacar oro.
P.— Y la última, recomiende tres películas, tres libros y diga cuáles son sus tres jugadores de fútbol preferidos a nuestros lectores.
R.—Entre las películas, diría que Encuentros en la tercera fase, de Spielberg, que no sé cuántas veces la he visto. Viridaina, de Buñuel, que cuando la vi, dije: ¡Cómo alguien puede tener esta locura en la cabeza! Y la tercera, Familia, de Fernando León de Aranoa, porque creo que es una película que rompió muchas cosas. Es una de las mejores que se han hecho sobre los vínculos familiares y la soledad.
Entre los libros, el primero es imprescindible: La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson. Luego, El extranjero, de Camus. Y el tercero, El señor de los anillos. Yo viví un verano entero metido en esa trilogía. Salía a la calle y veía elfos. Eso pocas veces me ha ocurrido.
Y entre los jugadores, voy a decir los mejores que he visto sobre el campo. Stielike, que era un visionario; Maradona, que es el mejor jugador que he visto y el mayor talento desperdiciado; y Zidane, que era como un jedi del fútbol.