En bolsa, como en la vida, todo empieza con un plan. Los americanos lo resumen en una frase que llevo interiorizada desde hace más de dos décadas, una de esas lecciones que me han enseñado mis 25 años tras las pantallas: plan your trade and trade your plan. Quien improvisa, tarde o temprano, paga la factura. Y no es una factura barata. Porque los mercados, igual que las noches de desenfreno, pueden parecer divertidos al principio, pero si no tienes brújula acabas despertando como los protagonistas de Resacón en Las Vegas: con la euforia por las nubes la noche anterior y con una resaca monumental al día siguiente, sin cartera, sin ropa y con la sensación de que te han birlado hasta la camisa.
Y que quede clarísimo: ¡no soy bajista! Al contrario, celebro este repóquer de ases en Wall Street. Nasdaq 100, Nasdaq Composite, S&P 500, Dow Jones Industrial y Russell 2000 han marcado máximos históricos, algo que no sucedía desde hacía mucho tiempo.
Es la confirmación de que estamos en un mercado alcista, sólido en apariencia, en el que todo invita a seguir la fiesta. Tener cinco ases en la mano es un lujo que muy pocos jugadores disfrutan, pero incluso en ese escenario conviene recordar que las mejores partidas se ganan con paciencia, no con prisas.
El vértigo, sin embargo, es real. Desde los mínimos de abril el Nasdaq 100 se ha disparado un 50% y esta semana ha alcanzado la gran resistencia ascendente que une los techos de julio y diciembre del año pasado, en torno a los 24.800 puntos. Esa era la diana que señalaba desde hace meses y ya está tocada.
Desde ahí comienzan a aparecer los primeros síntomas de fatiga, aunque de momento los alcistas siguen llevando el timón mientras no se cierre una semana por debajo de los mínimos semanales previos, que hoy pasan por los 24.186 puntos.

Análisis técnico estratégico del Nasdaq 100
El riesgo, paradójicamente, no es que caiga, sino que suba más. Que supere esa resistencia creciente y se adentre en un terreno de exuberancia irracional que convierta la fiesta en desmadre. Y todos sabemos cómo terminan los desmadres: con resaca. Comprar en pleno exceso es como entrar en un after a las seis de la mañana: nadie se engañe, todos sabemos qué película viene después.
Por eso insisto en la paciencia. Mi plan sigue intacto: esperar a que el mercado construya una corrección del 8-10% desde los últimos máximos. El año pasado ocurrió en verano, este mismo año lo vimos entre febrero y abril, y estoy convencido de que volverá a repetirse antes de que acabe el ejercicio. Esa será la oportunidad que de verdad merezca la pena. No antes.
Mientras tanto, no estamos cruzados de brazos. Estoy elaborando lo que llamo mi lista de Reyes Magos: un conjunto de compañías que han demostrado una fortaleza extraordinaria en los últimos meses. Son los valores que tengo en el punto de mira, esperando el momento de disparar. Porque en bolsa no se trata de vaciar cargadores como un pistolero en un saloon del Oeste, sino de actuar como un francotirador. Aguardar, apuntar, esperar al instante exacto. Solo entonces apretar el gatillo.
En definitiva, el mercado es un viaje donde no gana el que más se apresura, sino el que sabe esperar la tormenta con la certeza de que tras ella vendrá la calma. Y ahí, con la paciencia de un viejo marinero de las finanzas, uno recoge las mejores velas y aprovecha los vientos que realmente llevan a puerto seguro.
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