El reencuentro de los Gallagher es un fenómeno económico de gran escala. Se estima que la gira podría generar unos 450 millones de euros en ingresos. La promotora SJM Concerts, responsable del tour, facturó casi 400 millones de euros en 2024, con 20 millones de beneficios antes de impuestos.

Un informe de Barclays calcula que el gasto medio por asistente en esta gira alcanza los 877 euros por persona, entre entradas, transporte, alojamiento y consumo en los estadios. El precio de la nostalgia no conoce límites. Y, a la vista de los acontecimientos, no parece que esta historia haya terminado. Un mensaje breve fue suficiente para encender la esperanza: «Nos vemos el año que viene». Con esa frase, pronunciada al despedirse en su último concierto en Londres, Liam Gallagher dejó entrever la posibilidad de nuevas fechas en Europa, quizá también en España. El gesto coronaba un fin de semana histórico en el que Oasis agotó dos noches consecutivas en Wembley, reuniendo a 90.000 personas en cada jornada y batiendo récords insólitos: 250.000 cervezas vendidas, el doble que en los conciertos recientes de Coldplay en el mismo recinto. Un dato anecdótico, sí, pero revelador de la magnitud de la cita: una celebración colectiva de una generación que aguardó dieciséis años para ver de nuevo a los hermanos Gallagher compartir escenario.

La banda de Mánchester inició su gira mundial el pasado julio en Cardiff y ya ha pasado por Canadá, Estados Unidos y México. En las próximas semanas recorrerá Corea del Sur, Japón, Australia y gran parte de Latinoamérica, antes de poner fin a su recorrido el 23 de noviembre en São Paulo. Wembley, sin embargo, representaba algo más que una parada: era el regreso a casa, la despedida de su público británico y, sobre todo, un acto de reconciliación simbólica con una historia marcada por la tensión entre Noel y Liam. El sábado 27, a las ocho de la tarde, los primeros acordes de Fuckin’ in the Bushes desataron una marea de brazos, voces y vasos alzados. Entre los asistentes convivían varias generaciones. Había cincuentones que vivieron en primera persona la explosión del britpop en los noventa, pero también una legión de veinteañeros que se vistieron para la ocasión con el uniforme de la época: parkas, zapatillas Adidas, gafas pequeñas y los omnipresentes bucket hats.

El ambiente fue el de una liturgia rockera. Desconocidos abrazándose, cánticos al unísono y una comunión que trascendía la música. «¿Quién no querría estar aquí?», preguntó Liam desde el escenario, resumiendo la atmósfera de euforia compartida. La primera parte del recital fue un torrente de energía con Acquiesce, Morning Glory, Some Might Say y Cigarettes & Alcohol, tema en el que el público dio la espalda al escenario, siguiendo la tradición instaurada en esta gira. También sonó Supersonic, himno fundacional de la banda, recibido como un estallido de júbilo.

El respiro llegó con Noel en solitario. El mayor de los Gallagher interpretó Talk Tonight, Half The World Away y Little by Little, ofreciendo un momento de intimidad antes de que regresara la electricidad con Stand By Me, Slide Away, Whatever, Live Forever y Rock ‘n’ Roll Star. El cierre estuvo reservado para los grandes clásicos que convirtieron a Oasis en un fenómeno global. The Masterplan, Don’t Look Back in Anger, Wonderwall y Champagne Supernova sonaron bajo un cielo iluminado por fuegos artificiales, en un clímax que selló la velada como un episodio irrepetible en la memoria colectiva de los fans.

Pese a su conocida rivalidad, los Gallagher demostraron en Wembley una complicidad que se percibe incluso en silencio. No intercambiaron palabras entre ellos durante el concierto, pero la química era evidente. Noel ya lo había adelantado días antes en el pódcast deportivo Talksport, donde habló de su equipo, el Manchester City: «Cada noche es la primera noche para el público, y eso lo hace increíble. Normalmente nunca me faltan palabras, pero ahora mismo no puedo expresarlo», confesó. Como guiño a su afición futbolera, en el escenario apareció una figura de cartón de Pep Guardiola con sombrero mexicano y el escudo del Manchester City. Entre bromas y gestos de complicidad, Noel y Liam salieron de la mano, conscientes de que estaban ofreciendo una noche histórica para los suyos.

La dimensión familiar también ha estado muy presente en esta gira. Anaïs Gallagher, hija de Noel, relató en la revista Grazia lo que ha supuesto seguir más de una decena de conciertos, muchos de ellos junto a sus primos Lennon y Gene, hijos de Liam. «Son los únicos que entienden completamente la magnitud de lo que está pasando y la locura que supone, el antes y el después», explicó. La escena refuerza la idea de que la reunión de Oasis no es solo un fenómeno musical o económico, sino también un capítulo íntimo en la historia de una familia marcada por las tensiones y las reconciliaciones. La gira ya roza cifras récord en ingresos y sea ha demostrado que el legado de Oasis sigue intacto. Su impacto va más allá de los números: une a varias generaciones, convierte estadios en rituales colectivos y coloca de nuevo al britpop en el centro del mapa cultural.

«Nos vemos el año que viene»

Como decíamos más arriba, al despedirse en Wembley, Liam Gallagher lanzó una frase que retumbó tanto como los acordes de Wonderwall: «Nos vemos el año que viene». Un aviso en forma de promesa que deja la puerta abierta a nuevas fechas y que alimenta la esperanza de miles de seguidores en Europa, especialmente en España, donde el regreso de Oasis sería recibido como un acontecimiento histórico. Lo que se ha visto en Londres no es un espejismo. Estamos ante la confirmación de que Oasis ha recuperado su trono. Un fenómeno que mueve millones y que moviliza emociones, recuerdos y la certeza de que, 30 años después de su irrupción, los Gallagher son capaces de escribir capítulos legendarios en la historia del rock pero también son el motor de un negocio millonario.

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