El galerista Pep Pinya afirmó una vez que «Hubert era el mejor acuarelista de Mallorca». La exposición que presenta ahora Can Vivot parece darle la razón al fundador de Pelaires, quien de joven llegó a estudiar dibujo con el propio artista.

Erwin Hubert (Viena, 1883 – Palma, 1963) llegó a la Isla acompañando al Arxiduc Lluís Salvador, de quien fue colaborador cercano como corrector, dibujante e ilustrador de algunas de sus publicaciones. Muchos de los libros firmados por el aristócrata austrohúngaro contienen ilustraciones del pintor vienés, lo que testimonia la relación de confianza que unió a ambos. Esa amistad es una de las curiosidades que descubrirá el visitante de la muestra de Can Vivot y también el lector del catálogo, que es la primera monografía que se le dedica al artista.

Está editado por Helga Schwendinger y Rainer Hubert, descendiente del pintor, y responsables tanto de la publicación como de la organización de la exposición. «Uno de los cometidos de Hubert era el de descifrar la letra del Archiduque, se ve que era muy mala de entender y él podía hacerlo. Se fue a Trieste a conocerlo, o mejor dicho: se hizo invitar por una editorial en la que trabajaba, haciéndose pasar por uno de los enviados», bromea Schwendinger.

Recorrido

Los atriles repartidos por las salas de Can Vivot permiten recorrer buena parte de la producción de Hubert. También se exhiben cartas, textos y documentos que testimonian «la amistad y el cariño que el aristócrata le tenía al joven Hubert», según explica la comisaria, algo que dota a la muestra de una vertiente biográfica. «La vida de Hubert es muy interesante. Era hijo ilegítimo de una familia muy acomodada y le dejaron un fondo para poder financiar sus estudios», señala Schwendinger.

Otra de las facetas del pintor, ya instalado definitivamente en Mallorca a partir de 1920, fue la de retratista de la sociedad isleña. Muchas de sus acuarelas de pequeño formato se convirtieron en un obsequio recurrente en celebraciones o comuniones.
«En numerosas casas de la Isla había un retrato de Hubert de cada uno de los hermanos, era algo normal en aquella época», recuerda la comisaria, a la vez que destaca «sus acuarelas por encima de sus lienzos. Tenía un don especial para la acuarela».

Hubert, considerado el gran cronista visual de la Mallorca de principios y mediados del siglo XX, no solo retrató a la élite local, sino que también contribuyó a difundir la imagen de la isla como destino turístico con acuarelas, carteles y postales editados por Fomento del Turismo. Su estilo delicado y luminoso consolidó la estampa idílica de la isla en el imaginario internacional. «Buena parte de su fuente de ingresos provenía de esas postales, que luego se vendían en los autobuses turísticos», señala un familiar del pintor que reside en la Isla, y que recuerda que «su viuda, mi tía, tenía cantidades ingentes de esas reproducciones».

Helga explica que, según las facturas que tienen, «el pintor nunca se hizo rico, pero lo cierto es que trabajó mucho y vendió bastante», hasta su trágica muerte en el año 1963, en un accidente de tráfico en La Rambla de Palma. «Nos dejó cientos o miles de imágenes que recuerdan a una Mallorca preturística y otras que están creadas para ese turismo incipiente que comenzaba a llegar a la isla», explica la comisaria de la muestra.