La celebración de la exposición ‘El arte sacro de Sevilla en el corazón de Europa’ la pasada semana en el Parlamento Europeo se ha saldado con dos importantes compromisos. Por un lado, el de Rahim Hayat Qureshi, el embajador de Pakistán ante … la Unión Europea, presente en la muestra, de trabajar para investigar y frenar los posibles casos de competencia desleal en su país al arte sacro sevillano, cuyos talleres se ha propuesto visitar; y el del Ayuntamiento y los artesanos para conseguir un mecanismo de protección a nivel europeo que sirva para proteger la labor de siglos de bordarores, orfebres o tallistas amenazados por talleres extranjeros.
Esto último se materializó en la reunión entre el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, y Zoido con la Dirección General de Industria de la Comisión Europea para estudiar posibles formas de blindar el arte sacro sevillano. En concreto, Sanz y Zoido mantuvieron un encuentro en la exposición con Helena Robyn, coordinadora de Propiedad Intelectual de la Unión Europea, de donde salió la iniciativa de perseguir la figura de Indicación Geográfica Protegida (IGP) para los productos artesanales de los profesionales sevillanos.
A diferencia de la denominación de origen, que se otorga a productos agroalimentarios realizados en todas sus fases de producción en una zona geográfica delimitada, la Indicación Geográfica Protegida es una herramienta de protección ligeramente menor a la denominación de origen que, a diferencia de esta, puede aplicarse a ámbitos ajenos al sector agroalimentario, como el de la artesanía. Su objetivo es reforzar la competitividad de sectores estratégicos vinculados a un determinado territorio, como la industria del calzado de Valverde del Camino o, si se realiza la tramitación necesaria y acaba aprobándose, el arte sacro sevillano.
Qué supone la IGP
La consecución de este reconocimiento garantizaría que las obras de los profesionales sevillanos no podrían replicarse, evitando plagios descarados como los que recientemente se han conocido por parte de talleres de bordados pakistaníes, algunos incluso copiando obras que aún no habían visto la luz. Habría un canon establecido a la protección del producto en cuestión, y también se agilizaría el proceso de impugnación de obras plagiadas, realizándose con una celeridad mucho mayor.
Imagen de la reunión mantenida el pasado martes
Ayuntamiento
Además, con la Indicación Geográfica Protegida sería posible agrupar a todas las disciplinas del arte sacro bajo el mismo paraguas, desde los talleres de bordado, que son los que están más expuestos actualmente por la competencia desleal asiática, hasta los escultores, tallistas y carpinteros, talleres de orfebrería y dorado. No obstante, dado que el campo de acción necesita acotarse a nivel legal, el gremio del arte sacro necesitará registrar cada diseño como si de una patente se tratase. Sólo así hay algo firme a lo que agarrarse para evitar caer en la subjetividad de diferenciar una pieza de arte sacro sevillano con la de cualquier otro lugar, sea extranjero o de nuestro país pero ajeno al territorio delimitado por la Indicación Geográfica Protegida que se pretende alcanzar.
Pasos a seguir
El proceso no es breve ni sencillo, porque tiene que pasar por varias instituciones. Lo primero es que la propia Asociación Gremial Sevillana de Arte Sacro se movilice y pida formalmente el reconocimiento. Su presidente, Francisco Carrera Iglesias, aseguró en Bruselas que se pondrán manos a la obra tan pronto como regresaran para iniciar los trámites. Con el apoyo del Ayuntamiento, la solicitud deberá contar además con el visto bueno de la Junta de Andalucía. De ahí, la petición se elevará hasta el Gobierno de España, que es quien debe presentarla formalmente ante la Comisión Europea. Allí se examina cada caso de forma individual y, llegado el momento, se decide si se concede o no. Las gestiones para la tramitación corresponden a la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (Euipo), localizada en Alicante.