La explicación de que Carlos Ortega pidiese a los árbitros que parasen el tiempo cuando los jugadores del Zamalek se levantaban pidiendo permiso a una pierna para levantar la otra, o intentase motivar a sus jugadores para buscar un gol más, tenía una explicación: evitar al Veszprem, vigente campeón del Mundial de Clubes. Lo consiguió por un gol: más 21 por más 20 del Magdeburg.

En realidad, el Barça tiene cuentas pendientes con los otros tres semifinalistas: con el Magdeburg, porque le ha derrotado en dos finales consecutivas; con el Veszprem, porque el año pasado le eliminó en la semifinal; y con el Al Ahly, porque le arrebató el tercer puesto en 2024.

Posiblemente la derrota de la ediciòn del año pasado en la consolación sea la más dolorosa para el Barça, aunque de eso no se hable. Los equipos europeos están obligados a ocupar los tres primeros puestos, y el Barça fue sobrepasado: 33-29. Tal vez por eso, hoy, Fabregas, en unas declaraciones difundidas por el club, hablaba de la dificultad del equipo anfitrión “que dirige un entrenador español (David Davis, con Venio Losert de ayudante), que el año pasado acabó tercero”, sin referencia alguna a que derrotó a su actual equipo; él jugaba en el Veszprem, campeón.

El cuadro egipcio es el campeón africano, con un equipo en que todos los jugadores son locales, salvo dos, el polaco Gebala y el checo Kasparek.

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Para el Barça, que cuando empiece su partido este martes (19:00, Esport3) ya sabrá el resultado del Magdeburg-Veszprem en la otra semifinal, el encuentro tiene doble premio: volver a la final y cobrarse la deuda que le dejó el Al Ahly. Ortega tiene a los 18 jugadores listos para elegir la convocatoria, y hoy tendrá que descartar a dos.

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