Lo de Bethpage Black fue demasiado incluso para la Ryder Cup. Es la sensación que deja la 45ª edición de la bienal, disputada de viernes a domingo en el campo de Nueva York (EE UU) con victoria de Europa (13-15), una vez disipadas las burbujas del champán y barrido el confeti. No por esperado, aunque muchas de las cosas que se vieron y escucharon superaron el escenario más apocalíptico imaginable, deja de ser remarcable.
La tregua del viernes, forzada porque el vendaval europeo pilló desprevenido al personal, dio paso a la tempestad. En ausencia de algo que celebrar, la parte más indeseable de la masa optó por la guerra de guerrillas. El “Fuck you, Rory”, dirigido a McIlroy, estandarte europeo, se convirtió en banda sonora oficial. Incluso se apuntó la speaker que animaba el cotarro en el tee del 1, la humorista Heather McMahan, que fue cazada en un vídeo y tuvo que dimitir entre disculpas el sábado.
Los ataques incluyeron referencias al rumoreado romance entre McIlroy y Amanda Balionis, reportera de la CBS, dirigidas a la mujer del norirlandés, Erica Stoll, que el sábado, cuando la atmósfera era ya irrespirable, fue alcanzada por un vaso de cerveza lanzado desde detrás de las cuerdas. Le interrumpieron en medio de su rutina varias veces (al final tuvo que intervenir varias veces el americano Justin Thomas para intentar, sin mucho éxito, que no se quebrantara una norma sagrada en este deporte, en cualquiera de sus contextos), le recordaron su colapso en el US Open de 2024 y hasta le afearon su estatura. Incluso la homofobia se abrió camino: “No decepciones a tu novio”, le soltaron mientras discutía un golpe con Harry Diamond, su mejor amigo y caddie. Para ser ecuánimes, la respuesta de Rors y de Shane Lowry, el grandullón que le ha hecho de guardaespaldas deportivo y anímico, no fue muy edificante. “Fuck you” fue lo más suave que salió de sus bocas en respuesta.
Here’s the full scene as Rory McIlroy’s wife Erica got hit with a beer (glanced off her hat) on Saturday afternoon.
Rory and Lowry had just won on 18 and he was coming back to 17 to cheer on the groups behind — and celebrate with Euro fans.
Looked like someone hit the drink out… pic.twitter.com/vdG4mAny1s
— Dylan Dethier (@dylan_dethier) September 28, 2025
En medio del caos hubo alguien, no el único pero el que más choca por su perfil de ‘alfa’ en el equipo y su conocida sangre caliente, que mantuvo la etiqueta y siguió la consigna de Luke Donald de no entrar en provocaciones. Ese fue Jon Rahm. Durante tres días en los que jugó cinco partidos, en una semana en la que casi lo primero que recibió del público fue un “¿Dónde está el Ozempic? (un medicamento para la diabetes que se usa también contra el sobrepeso)” que encajó con sentido del humor, no salió de su boca un improperio, ni del resto de su cuerpo un mal gesto.
Tuvo mucho que celebrar, y en todos y cada uno de los casos eligió hacerlo con una rabia elegante. “Se podía sentir a lo largo de todo el campo”, decía ayer de la hostilidad que se notaba cuando los americanos empezaron a oler la remontada el domingo. Hasta Olazábal, que tiene muchos tiros pegados ya en esto, se mostró sorprendido. “Sabíamos que iba a ser duro, pero con algunos jugadores ha sido brutal. Yo tenía la experiencia de 1999 en Brookline pero esta semana con Rory, Shane y Justin… madre mía. No solo son personas adultas las que ven la Ryder. Hay niños y tenemos que dar ejemplo. Que apoyen a su equipo como este domingo, fantástico, con el corazón y con respeto al equipo contrario, eso es lo que hay que hacer”, dejó como reflexión Chema.
La respuesta de Rahm, escoltado todo el tiempo por el de Hondarribia (“Increíblemente inspirador, pero también una presión añadida”, reconocía), ante los ladridos fue dar buenos golpes y meter muchos putts. Así solía ser la Ryder, devorada este año por su propio relato.
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