Es uno de esos debates con bandos prácticamente irreconciliables. Salvando las distancias, algo parecido a lo que ocurre con la tortilla de patata con o … sin cebolla. O eres de lo uno o de lo otro, no hay medias tintas. Así que vamos al lío. La ducha, ¿mejor por la mañana o por la noche? Los defensores del aseo matinal suelen destacar que asearse a primera hora no solo les espabila sino que les permite afrontar el día con otra actitud, mientras que los partidarios de pasar por el agua antes de dormir insisten en que les ayuda a conciliar el sueño, además de la sensación tan agradable que supone para ellos meterse en la cama recién duchado.

Eso es lo que podemos argumentar tú y yo si nos preguntan cuándo preferimos ducharnos, pero… ¿y qué dice la ciencia? ¿realmente hay una hora mejor que otra para ducharse? Pues resulta que la hay y es por la mañana. Al margen de los gustos personales de cada uno –desde luego es mejor ducharse por la noche todos los días que hacerlo de vez en cuando por la mañana–, se ha demostrado que ponerse bajo el chorro a primera hora resulta más beneficioso para nuestro organismo que hacerlo antes de meternos en la cama.

«Antes de nada, es importante destacar que ducharse es una parte fundamental de cualquier rutina de higiene, independientemente de cuándo prefiramos hacerlo porque nos ayuda a eliminar tanto la grasa como la suciedad que se acumula en nuestra piel, además del sudor, origen del mal olor corporal», aclara Pimrose Freestone, profesora de Microbiología Clínica de la Universidad de Leicester (Reino Unido).

Medio litro de sudor

Según explica la experta, lavarse por la noche puede parecer la opción más higiénica porque nos metemos en la cama limpios. Sin embargo, la realidad es otra. Es verdad que te acuestas más fresco si te duchas antes de acostarte porque en esos diez minutos bajo el agua vas a eliminar gran parte de la suciedad acumulada durante todo el día. Lo que igual no sabes es que vas a seguir sudando mientras duermes.

«Incluso en zonas frías, una persona excreta hasta medio litro de sudor cada noche, además de depositar miles de células muertas en la ropa de cama, un verdadero festín para los ácaros del polvo», añade la microbióloga. Y no solo eso: «Las bacterias de nuestra piel absorben ese microambiente sudoroso que se crea mientras dormimos, de manera que al despertarnos por la mañana oleremos un poco aunque nos hayamos duchado justo antes de meternos en la cama».

Oler mejor más tiempo

Ahora bien, no sirve de nada ducharnos a diario si no cambiamos la ropa de la cama con regularidad. De hecho, uno de los motivos que «anula especialmente los posibles beneficios del baño nocturno» es no lavar sábanas y fundas una vez a la semana como mínimo. ¿Por qué? Porque los microbios que causan el mal olor y que se acumulan por millones en los textiles sucios se transfieren al cuerpo limpio mientras dormimos. En otras palabras, por mucho que nos duchemos antes de meternos en la cama si nos tapamos con sábanas sucias, oleremos mal igualmente. «En los casos más extremos, los excrementos acumulados de estos pequeños arácnidos pueden desencadenar alergias y agravar los casos de asma», advierte Pimrose Freestone.

Así que si le preguntan a la experta, su respuesta es clara. Es partidaria de ducharse por la mañanas. «Los baños matutinos ayudan a eliminar las células muertas de la piel, así como el sudor y las bacterias que se han acumulado en las sábanas durante toda la noche. Si nos ponemos bajo el chorro de agua a la mañana, nuestro cuerpo está más libre de microbios y empezaremos la jornada con menos sudor del que se alimentan las bacterias generadoras de olores, lo que probablemente nos ayudará a oler mejor durante más tiempo a lo largo del día en comparación con alguien que se ducha por la noche».

La ducha perfecta: no más de 5 minutos, agua templada y sin esponja

La ducha ideal debe ser «rápida, templada y sin esponja», coinciden los dermatólogos. Con rápida se refieren a cinco minutos de reloj, no los casi diez que pasamos de media bajo el agua. La temperatura es otro factor muy importante desde el punto de vista del cuidado de la piel. «El agua muy caliente es un limpiador demasiado eficaz», advierten los especialistas. «Igual que la grasa incrustada en los platos sale mucho mejor si los lavamos con agua caliente, pasa lo mismo con nuestro cuerpo. Si nos duchamos con una temperatura demasiado alta perderemos la grasa natural, fundamental para mantener la función barrera de la piel. Por eso, lo más recomendable es ducharse con agua templada», aconseja la dermatóloga Ana Molina. «Estamos hablando de una horquilla entre los 32 y los 37 grados más o menos», precisan en la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).

Y nada de esponjas ni guantes porque, además de irritar la piel, sirven de reserva para el crecimiento de microorganismo. Usa tus manos. También es recomendable utilizar un gel respetuoso con la piel. Es decir, uno que limpie e hidrate a la vez como los jabones con un pH similar al de la piel o los aceites jabonosos. Por último, nos secamos con una toalla, «pero sin frotar en exceso e intentando incidir en las zonas que tienden a retener humedad como los pliegues del pecho, las ingles o entre los dedos de los pies».