Sarah Strong deslumbra con 19 años. Tanto que en la meca del baloncesto la consideran la jugadora que reinará en la WNBA. Genes tiene para ello… de padre y madre. Nacida en Alcobendas y con nacionalidad franco-americana, vivió desde niña el ambiente del baloncesto. Y entre esas etapas la de León donde en la temporada 2007-2008 coincidieron sus progenitores. Danny en el Baloncesto León y Allison Feaster en el CB San José.

No era raro, todo lo contrario, verla en la grada del Palacio de Deportes de León, con su padre los días en los que su madre jugaba, y con su madre cuando era Danny el que lo hacía. Con poco más de año y medio Sarah ya se fijaba en sus padres a los que con el paso de los años esta alero que también se desenvuelve en la posición de cuatro (ala-pívot) les está proporcionando numerosas alegrías.

Danny Strong con Sarah en el Palacio de Deportes de León en enero de 2008.JESÚS

Sus primeros pasos los daba precisamente en España hasta que a los diez años regresaba a Estados Unidos. Allí su periplo académico no ha podido tener más repercusión convirtiéndose con 19 años en la abanderada de una generación que incluso en su caso ha adelantado con creces.

León vio jugar a su padre Danny al que una lesión en pretemporada lastró buena parte de periplo en el el equipo (llegaba como recambio de Paolo Quinteros y al final no tuvo el protagonismo esperado). Y a su madre Allison, una jugadora que triunfó en el Ros Casares, también en el CB San José y en la WNBA donde llegó a jugar el All Star.

Danny Strong y Allison Allison FeasterQUINTANA

Ahora Sarah marca sus pasos. Y lo hace como una jugadora que no pasa desapercibida. Calidad, visión de juego, puntería y mucho desparpajo la han llevado a ser considerada la mejor de su generación. E incluso más porque de su actuación se forjaba el triunfo de la universidad de Connecticut en la final de la NCAA (Liga Universitaria). Y con 19 años (jugadora novata).

Además, con un récord de precocidad que la ha convertido en la jugadora de primer año con más puntos anotados en una fase final (114). Y con unas estadísticas que asustan para su edad. En la final que devolvía a las Huskies de Connecticut a lo más alto del podio nueve años después fue galardonada como la MVP (más valiosa) con nada menos que 24 puntos, 15 rebotes, 5 asistencias y 3 tapones.

Sus 1,88 metros son diez centímetros menor que su padre y ocho más que su madre que precisamente sigue vinculada muy de cerca al baloncesto profesional norteamericano en este caso en el puesto de vicepresidenta de Operaciones y Crecimiento en los Boston Celtics. Una faceta que no le ha impedido seguir muy de cerca las evoluciones de su hija Sarah, una niña que daba sus primeros pasos en León y que 17 años después brilla con luz propia en la antesala de la WNBA. Eso a pesar de que con 19 años aún le queda recorrido en la NCAA.

Una estrella del baloncesto que sabe lo que es vestir la camiseta de EE UU. Y eso que en su día la Federación Española, por nacimiento, tanteó su ‘fichaje’.