Desde hace un par de años, Keanu Reeves se ha convertido en el ídolo de internet: el más querido, nuestro favorito, el más amable de Hollywood. No hay una razón concreta, salvo un conjunto de detalles —pequeños gestos, anécdotas virales, memes adoradores— que han construido una imagen colectiva: la de un actor que parece haber hecho de la discreción y la amabilidad un arte.

Un artículo publicado en 2019 en The New Yorker lo calificaba de «demasiado bueno para este mundo». Reeves, según el artículo, funciona como “antídoto contra la fama ruidosa y cínica”: una estrella que no se impone, no hace ostentación, sino que se pasea por Hollywood con un aura de amabilidad. Era la época del meme ‘Sad Keanu’, de los vídeos en los que cedía su asiento en el metro, de las donaciones benéficas, de las entrevistas en las que hablaba con una calma casi filosófica sobre la muerte, tras sufrir pérdidas muy dolorosas (la hija que esperaba con su pareja, su propia pareja Jennifer Syme y su amigo más íntimo River Phoenix).

En los últimos días, el más querido de la red ha vuelto a ser el centro de atención, porque medio mundo ha difundido la noticia de que Reeves y su pareja, la artista Alexandra Grant, se habían casado en secreto. Todo empezó con una tierna foto, un beso y un pie de foto malinterpretado. En cuestión de horas, internet convirtió esa imagen en una «boda relámpago».

¿La verdad? No hubo boda. La portavoz del actor lo desmintió. Poco después, fue la propia Grant —una artista contemporánea con una carrera independiente, alejada de los tópicos de ‘novia de famoso’— quien intervino: no con un comunicado, sino con ironía, publicando la foto en cuestión y atajando los rumores: fake news.

Lo importante, sin embargo, es que, por una vez, nadie se ha sentido decepcionado. En las fotos compartidas, Reeves y Grant aparecen unidos, cómplices, visiblemente enamorados. Y al final, eso es lo que cuenta: no una ceremonia espectacular, sino la belleza de una relación real. No queremos saberlo todo, solo nos importa que Keanu Reeves, el último famoso amable, sea feliz.

Artículo publicado en Vanity Fair Italia. Accede al original aquí.