“Ella fue un regalo de 45 años que se nos rompió”. De esta forma, que refleja una pérdida inesperada y de incalculable magnitud, recordaron ayer, devastados, Jaime Pérez y Laudy Expósito, a su hija, Lucía Pérez Expósito, la orientadora gijonesa de 45 años fallecida el domingo tras la caída del portón automático de su casa, en la parroquia de Granda, en Gijón. La frase, pronunciada en la capilla ardiente instalada en la sala 12 del Tanatorio de Cabueñes, resume el dolor de una familia destrozada y, que al mismo tiempo, describió el afecto una riada de gente que fluyó por el velatorio hasta desbordarlo.
«Ahora toca seguir adelante por otros dos regalos, que son sus dos hijas», prometió la madre, que recibió el abrazo de centenares de personas llegadas de todos los puntos de Asturias que lloraron por esta conmoción, que ha traspasado el ámbito local. “Cariñosa, amable, sonriente; pura luz”, coincidían en definirla todos los amigos y compañeros de diferentes facetas de la vida de la educadora del Colegio Público Noega, devastados por la gravedad del adiós.
“Era una gran profesional, de esas que, aunque estuvieras desbordado de trabajo, siempre encontraban un minuto para escucharte”, recordó emocionada Alicia Fernández, quien fuera compañera en el equipo de orientación de Gijón y con la que trabajó durante varios años. “Su mayor preocupación eran sus alumnos y las familias que hay detrás de ellos. Si había que hacer algo por su bien, no dudaba ni un segundo”, elogió.
Perfil humano y social
No solo la preocupación por sus alumnos y su alta profesionalidad se destacó, sino que también el perfil humano y social de la docente dejó huella. “Era muy reivindicativa, con conciencia social y feminista. Participaba en manifestaciones, apoyaba causas diversas y siempre lo hacía con alegría, con esa sonrisa constante que te contagiaba serenidad y energía para seguir adelante”, añadió Fernández.
La orientadora, que creció en el barrio de La Arena y estudió en el Colegio de La Asunción, combinaba su vida laboral con una intensa actividad personal. Sus compañeras la recuerdan en bailes de danza del vientre, en conciertos de música indie, en escapadas en furgoneta o en charlas improvisadas y personales donde, pese al cansancio de la vida cotidiana, nunca le faltaba una palabra de aliento.
“Bondad absoluta, si buscas la palabra bondad en un diccionario, era ella”, resume Fernández, convencida de que su amiga deja un legado imborrable. “Queremos hacerle una fiesta para recordarla, como ella siempre quiso que ocurriera en un futuro. Lo que nunca pensamos que se iría así”, señaló.
En los últimos años participaba activamente en el grupo de fútbol feminista DiverXente, un colectivo inclusivo y no competitivo. Allí la conocieron quienes ahora también lloran su pérdida. “Llegó sin haber jugado nunca y rápidamente jugó como la mejor”, cuentan sus compañeras de equipo sobre la actividad deportiva, que compartía con sus dos pequeñas y donde jugaba de defensa.
“Era una de esas personas vitamina que en cualquier lunes te felicitaba, te daba ánimos y te recargaba las pilas. Siempre positiva, siempre ayudando”, relataron.
Conmoción en el sector educativo
El fallecimiento no tardó en hacerse sentir en la comunidad escolar gijonesa desde el primer momento. Colegios de toda la ciudad -además de en el Noega, estaba en el equipo de orientación del Campoamor- se hicieron eco del accidente, y compañeros de profesión inundaron las redes sociales con mensajes de pésame.
Las familias de sus alumnos también se unieron a la ola de condolencias, subrayando su «entrega y empatía». «Es una persona que dejó huella, fue una profesional muy buena y dedicada. Estuvo también Muchos años en el colegio Jacinto Benavente, todos pensamos lo mismo era una gran profesional y una gran persona», transmiten fuentes del Noega.
El accidente que acabó con su vida ocurrió en la mañana del domingo, en la zona de La Folguera. Según las primeras pesquisas, Pérez intentaba arreglar el mecanismo del portón automático de su casa, que había fallado al soltarse algunas piezas. En ese intento, la estructura metálica cedió de forma repentina y la golpeó en la cabeza. Fue un vecino el que, al pasar por el camino de la Monja sobre las 9.10 horas, halló el cuerpo tendido en el suelo.
La tragedia sorprendió a una parroquia acostumbrada a la calma rural. “Aquí pasa poca gente, y menos un domingo por la mañana”, explicaban los vecinos, que todavía no daban crédito a lo sucedido: “Es una desgracia enorme”.
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