No hace falta ser profesional ni tener experiencia. Tampoco importa si usas una silla de ruedas o no. Lo único imprescindible es querer jugar. Así de simple y así de poderoso es el espíritu del III Torneo Oeste 3×3 Inclusivo de Baloncesto en Silla de Ruedas, una cita que ya se ha convertido en referente de inclusión, participación y comunidad en Salamanca.

Organizado por el CRMF Salamanca y la Asociación Vecinal ZOES, este torneo nació en 2023 con un objetivo claro cómo es derribar barreras a través del deporte. Y tres ediciones después, lo está consiguiendo. En esta edición, 15 equipos y decenas de personas, con y sin discapacidad, se han reunido para demostrar que la verdadera accesibilidad se juega en equipo.

Aquí no hay distancias, solo compañerismo. No hay diferencias, solo ganas de compartir, competir y aprender los unos de los otros.

Un torneo que nació de una propuesta y crece con ilusión

La semilla del torneo se plantó hace tres años, cuando ZOES propuso al CRMF organizar una actividad inclusiva dentro de la semana cultural SeptemberFest . En el centro, donde el baloncesto en silla ya era una actividad habitual, la idea encajó de inmediato.

“El primer año comenzamos con poquitos equipos, el segundo ya tuvimos nueve, y este 2025 hemos superado todas las expectativas. Lo más bonito es que se forman equipos mixtos: personas en silla, personas que no lo están, con o sin discapacidad… Y todos compartimos pista con el mismo objetivo, disfrutar y convivir”, explica Emma Lourenço, directora del centro.

El torneo ha mantenido su esencia a lo largo de las ediciones, pero se ha ido profesionalizando en organización y participación. Esta edición, al contar con más equipos, se ha desarrollado en dos jornadas, una fase de liguilla con cuatro grupos, cuartos de final, semifinales y la gran final. Todos los partidos se disputan en formato 3×3 a media pista, con canastas a la altura reglamentaria, sin tiempo de posesión, y con una duración de 10 minutos a tiempo corrido, o hasta que un equipo anote 10 puntos.

Las reglas, sencillas pero adaptadas, permiten que cualquiera pueda participar, incluso sin haber jugado antes.

“Hay personas que vienen sin haber tocado nunca un balón, pero se animan. Esto no va de competir, va de compartir”, señala José Francisco De Paz, Integrador Social.

Organización desde dentro

A diferencia de otros eventos, el torneo no cuenta con voluntariado externo. Todo está organizado desde el propio CRMF de Salamanca con un equipo interno muy implicado. Los organizadores son José y Sergio, y entre sus labores están el cuadrar equipos, organizar todo lo que tiene que ver con inscripciones, motivar a la gente y buscar a aquellos que no tienen equipo, tal y como ha esclarecido la directora del centro.

Además, el pabellón del CRMF es el único en Salamanca completamente accesible para la práctica del baloncesto en silla de ruedas. Las sillas son homologadas, las instalaciones están adaptadas, y el entorno garantiza una experiencia inclusiva real.

Sin embargo, como subrayan los organizadores, no todos los espacios deportivos lo están.

“Fuera del centro es complicado. No hay equipos de baloncesto en silla en Salamanca. Para practicarlo, tendrías que irte a Valladolid. Aquí tenemos el material, el espacio y las ganas… pero falta mucho por hacer en otros entornos”.

Las barreras que aún existen

Pese al entusiasmo, los obstáculos no son invisibles, falta de conocimiento sobre el deporte adaptado, el alto coste del material específico, la escasez de espacios accesibles y la falta de apoyos suficientes para que algunas personas puedan desplazarse o practicar deporte.

“No se trata solo de tener una silla. Es todo lo que rodea a la persona: transporte adaptado, iluminación adecuada, asistencia personal si se necesita…”, explica José Francisco.

Testimonios desde la pista

Entre los participantes, la emoción se siente desde el primer minuto. Víctor Hernández, de 24 años, se estrenó este año en el torneo, y su testimonio refleja a la perfección el espíritu de este evento: “Para mí significa mucho participar, porque se da visibilidad a la discapacidad. Podemos demostrar que también somos capaces de hacer deporte, de jugar, de convivir en equipo. Empecé a jugar aquí, en el centro, un día que bajé, vi el entrenamiento y me animé. Desde entonces no he parado.”

Víctor destaca que la diferencia entre el baloncesto convencional y el adaptado no es tan grande como parece: “La única diferencia es la silla. El resto es igual, esfuerzo, estrategia, compañerismo. Todos remamos en la misma dirección.”

Y eso se nota dentro y fuera de la pista ya que según declara el joven “hay muy buen ambiente. Nos llevamos todos muy bien, con algún pique sano, como en todos los deportes, pero prima el respeto y el compañerismo. Ojalá más gente, con o sin discapacidad, se anime a jugar con nosotros. Cuantos más seamos, más visibilidad tendrá el deporte adaptado.”

Sobre el impacto personal de su participación, lo tiene claro:”Esto te enseña a no quedarte parado, a no ser un pasota. Hay que moverse, colaborar, formar parte de algo. Me quedo con la gente, con la convivencia. Y para próximas ediciones, me encantaría que se apunte más gente, para hacerlo aún más grande.”

Otra voz imprescindible es la de María Santos, de 28 años, para quien el torneo representa mucho más que una competición: “Participar en este torneo es una forma muy buena de socializar y conocer a más personas, no solo del centro, sino también de otras asociaciones y de fuera. Estar aquí, compartiendo pista con gente con y sin discapacidad, es algo muy grande.”

Torneo baloncesto inclusivo

Torneo baloncesto inclusivo

María comenzó a jugar al baloncesto en silla en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, tras su lesión. Desde entonces, lo ha convertido en una herramienta clave de desarrollo personal: “Aquí entrenamos dos días por semana. No puedo practicar fuera por las sillas, pero esos dos días son fundamentales para mí. Me ayudan a mantenerme activa y conectada.”

Sobre el ambiente del torneo, la joven lo resume con claridad manifestando que “hay una inclusión muy intensa. Claro que a veces hay disputas, como en cualquier deporte, pero el ambiente es inmejorable. Hay respeto, apoyo y muchas ganas de pasarlo bien.”

Y lanza un mensaje claro sobre cómo dar visibilidad:“Falta que las televisiones y las redes sociales hablen más del deporte adaptado. Solo así la sociedad conocerá realmente lo que somos capaces de hacer.”

A quienes tienen dudas sobre si participar o no, les lanza una invitación directa “que vengan a probar. Que vean el ambiente, el buen rollo. Estoy segura de que se engancharán al baloncesto como lo hice yo.”

Para ella, el aprendizaje más valioso es humano ya que tal y como esclarece “aprendo a mantener la calma, a socializar con personas con distintas discapacidades y también con personas sin ninguna. Aprendes que todos podemos convivir, competir y disfrutar juntos.”

Y para finalizar, como anécdota especial, destaca un momento muy significativo del torneo: “Me quedo con haber jugado en el mismo equipo que la directora del centro. Es un gesto que habla mucho de cómo se vive aquí la inclusión. Para el futuro, me encantaría que el torneo fuese más extenso y que viniese mucha más gente, de todas las edades.”