Amigo Antonio:
Sabíamos desde un principio que este toro, astifino y resabiado, venía a por tí. Con esa embestida traicionera de lo peor de su … estirpe. Nunca bajaste la guardia. Al contrario, te apretaste los machos y luchaste hasta el final con toda tu raza, tu fe y hombría de bien. No has perdido la batalla contra la enfermedad, sino que nos has dado a todos un ejemplo admirable de lo que es saber vivir y torear la adversidad con los machos bien apretados. Siempre albergué la esperanza de que lo lograrías y de que no llegaría este desenlace tan triste para todos. Bastaba verte en una plaza de toros, al pie del cañón y muy tocado ya, para saber hasta dónde llegaba tu grandeza y el amor que sentías por el toreo y por la crítica taurina. Siempre, con rigurosidad y respeto, alzando la voz contra cualquier injusticia. De frente y por derecho, en un mundo donde muchos -quizás demasiados- ya van de costado. En las ondas, frente a un micrófono y en el papel, pero también a través de tu sonrisa pícara que decía tantas cosas en la distancia corta. Testigos de tu profesionalidad han sido la agencia Efe durante más de tres décadas, pero también tus colaboraciones en IDEAL, la Peña Granada Taurina, Granada Hoy, la Voz de Granada, Radio Granada, Localia Televisión, el Carrusel Taurino de Canal Sur, Tele Ideal, Radio Estilo, Cope y Onda Ciudadana. Para el recuerdo, tus presentaciones en la Corrala de Santiago, en la Monumental de Frascuelo, en el restaurante Ramíez y en Guadix Taurino y tus maravillosos pregones de La Peza, Huéscar, Motril y Granada. Este último, hace sólo dos años en el Colegio Mayor San Bartolomé y Santiago. Y qué decir de tus niños de Granadown. Como los querías. Nadie como tú para darles voz cada vez que te necesitaban.
Tenías 65 años y toda una vida por delante. Algún día entenderemos este misterio que escapa de nuestro entendimiento, pero desde la certeza de la fe que compartimos estoy convencida de que ahora eres más feliz de lo que podamos soñar. En la andanada del Cielo, donde tocan clarines de Gloria y has entrado por la puerta grande en el regazo de nuestra querida Virgen de las Angustias.
Te pido, amigo Antonio, que no nos dejes y que estés al quite en cada peligro. Sobre todo, que cuides de las dos grandes mujeres de tu vida que siempre han estado a tu lado, de Magdalena y de tu hermana, Marina, de tus dos hijos, por los que sentías tanto orgullo, y de esta familia taurina a la que dejas tan sola. Te seguiré viendo en cada rincón de una plaza y en todos los actos a los que vaya, pero te llevaré siempre conmigo. Hasta que nos volvamos a encontrar.
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