Colores en tendencia y diseño con alma: así ha diseñado una pareja de artistas esta casa que mezcla piezas de varias décadas.

Cuando Brandon Mieske y David Valbuena descubrieron por primera vez esta casa en Beachwood Canyon, supieron que, por fin, realidad y deseo se encontraban en el mismo punto. Escondida entre las colinas de Hollywood, la vivienda tenía justo todo lo que llevaban tiempo buscando: seguir cerca de la naturaleza, pero sin renunciar a una buena conexión con la ciudad. Tras años viviendo en otro barrio más lejano –rodeados de verde, sí, pero también una larga caminata a la cafetería más cercana–, querían un lugar más práctico sin perder ese aire de refugio. Esta casa de los años 70, situada al final de una calle sin salida y rodeada de árboles, reunía todos sus requisitos. Los techos inclinados, los grandes ventanales y la chimenea de piedra original fue lo que les terminó de convencer nada más cruzar la puerta.

Conectaron meses atrás con la diseñadora Leah Ring, fundadora del estudio Another Human, cuando la pareja intentó comprar otra casa que al final no salió adelante. “Cuando encontramos esta, ella ya sabía quiénes éramos”, dice David. Y no solo eso: también conocía su estilo de vida y sensibilidad estética. Brandon Mieske es artista –algunas de sus obras cuelgan ahora en las paredes, junto a fotografías de amigos y hallazgos de mercadillos durante sus viajes– y el trabajo de Valbuena como diseñador gráfico y especialista en motion graphics. Ambos comparten el amor por los interiores atrevidos y con carácter. “Leah nos veía viviendo aquí incluso antes de firmar”, añade.

salón con alfombra azul elctrico sof verde chimenea de piedra.

En el salón, una alfombra bereber marroquí de color cobalto electrifica el espacio, con una mesa de centro de roble ebonizado y un par de sillas vintage de los 80 retapizadas en terciopelo de Kravet. Un sofá de cuero verde añade otra nota atrevida, junto con una escultural lámpara de pie Tatu de Santa & Cole y apliques de Folio.

© Lance GerberPiezas con un alto valor emocional

Aunque los anteriores propietarios habían actualizado las instalaciones, los interiores se mantenían neutros y minimalistas, con paredes blancas que pedían a gritos un punto de personalidad. Leah Ring vio en ese lienzo en blanco la oportunidad perfecta para jugar con mobiliario, textiles y arte. “La estructura era tan sólida que no tenía sentido forzarla”, explica. “El objetivo era que reflejara a Brandon y David, no que pareciera simplemente una casa bonita”.

El salón es el mejor ejemplo de esa filosofía: un sofá de cuero verde oliva, una alfombra marroquí en azul cobalto –que, según Ring, “iluminó todo el espacio”– y unas sillas giratorias vintage de Milo Baughman, que retapizaron para darles un aire renovado. Sobre el sofá cuelga una fotografía tomada por un amigo de la pareja, una muestra de que muchas de las piezas que decoran la casa tienen un fuerte valor emocional. “Probablemente teníamos más arte del que Leah necesitaba para trabajar”, bromea Brandon. “Pero es un problema que da gusto tener”. Incluso la lámpara del comedor, hecha a medida –un halo envuelto en tela suspendido sobre unas sillas ochenteras–, se convierte en una pieza escultórica que atrapa la mirada con discreción.