Dice Manola Rico Irles, la viuda de Manuel Matarredona, que fue a ver la Dama de Elche a la Glorieta con su hija este fin de semana. Allí estaba, más protegida que la copia anterior, que databa de la década de los 90. Era la que hace alrededor de una década salió del taller de su esposo, fallecido hace dos años, a los 81 después de no superar como esperaba el terrible covid. «Hubo un tiempo que las numeraba«, recuerda. La original pesa 65 kilos y se esculpió a partir de una piedra caliza, la que ahora se expone pesa 90 kilos y es de resina de poliéster.

El padre de sus cuatro hijos y abuelo de sus ocho nietos encontró tras su jubilación como comercial un hobby y un lugar donde ejercerlo, el chalé que fuera de sus suegros, eso dice Manola, una mujer muy despierta, «les salvó del divorcio» porque el arte, ya se sabe, es difícil de ejercer en una vivienda tradicional. Todo surgió con la jubilación tras un viaje por diversas ciudades de Italia, por Roma, Florencia, Pisa, donde el arte y la belleza te rodea y donde aquel jubilado encontró una forma de pasar los años que le quedaban, de expresión, que le acompañaron hasta sus últimos días. Este hombre inquieto aprendió técnicas en la localidad navarra de Cientruéñigo para hacer figuras de alabastro, una variedad de piedra blanca, no muy dura, compacta, a veces traslúcida, de apariencia marmórea, que se usa para hacer esculturas o elementos de decoración arquitectónica.

El busto copia del origina de la Dama de Elche, obra de M.Matarredona

El busto copia del origina de la Dama de Elche, obra de M.Matarredona / Áxel Álvarez

¿Por qué eligió réplicas de la Dama? Nadie lo sabe, pero Manola recuerda que esa y otras -«alguna tengo por casa porque la nariz no le quedó muy bien», dice- son «hijas» de una copia que perteneció al polifacético artista, hombre de bien y literato Nazario González Monteagudo (1911-2001), «republicano y humanista ejemplar», leyenda que figura en la placa ubicada en el monumento que le dedicó la ciudad. Manola recuerda que aquella era una copia «exacta», de ahí el interés de su esposo, una de las pocas que por aquel entonces se conservaban en Elche de la pieza ibera con esa calidad de detalle. Y es curioso pensar que la copia que ahora ha acabado en la Glorieta tenga que ver por otro asunto con la familia de Nazario González, pues su padre, Antonio «El Guardieta», quien fue jardinero municipal, diseñó esa plaza, recuerda la Cátedra Pere Ibarra.

El busto pesa 90 kilos y mide 56 centímetros de alto, como el original

El busto pesa 90 kilos y mide 56 centímetros de alto, como el original / Áxel Álvarez

Copias de M.Matarredona del busto ibero se conservan en el Hospital del Vinalopó o la del IES Pere Ibarra

Cuenta Manola Rico, quien fuera profesora del Conservatorio de Música, que de ahí sacó el molde y que después comenzó a experimentar, con la ayuda de un hijo químico, para elaborar copias a partir de resina de poliéster, modificando las proporciones de productos químicos como el carbonato cálcico, recuerda, del que aún quedan seguro algunos restos por la finca. Una época de inicios artísticos donde colaboró con él, no solo en las damas, sino en ayudarle a pintar o a trabajar con sus cerámicas, otras de sus aficiones. Manolo Matarredona por hacer hacía hasta las herramientas que utilizaba en sus trabajos, añade.

Manola dice que esa no es la única que hay del que fuera su marido en Elche, otras copias que elaboró están en el Hospital del Vinalopó o la del IES Pere Ibarra. Trabajos pagados que le venían bien para compaginar con su pensión. ¿Qué cómo comenzó a venderlas? No lo sabe a ciencia cierta, pero sí recuerda que su marido era comercial y quizá ahí resida el secreto. El Ayuntamiento de Elche ya era propietario de esa Dama y no se ha adquirido por la sustitución del busto dañado.

El busto se encuentra algo más protegido ahora para evitar actos vandálicos

El busto se encuentra algo más protegido ahora para evitar actos vandálicos / Áxel Álvarez

Alguna lágrima

No le cuesta negar que cuando fue a ver la Dama a la Glorieta por primera vez no se le escapó una lágrima, quizá de pena o quizá de orgullo porque la obra de su esposo, copia al fin y al cabo, se expone en la plaza más importante de la ciudad. Quizá ambos sentimientos, el recuerdo y la felicidad, se entremezclaron en el momento que se acercó y tocó un busto que nació entre las paredes de su casa y que ahora se exhibirá con más seguridad que antaño lo que, unido al vandalismo, hizo que la ahora sustituida (que se está restaurado para otro destino) estuviera en un pésimo estado para ser exhibida en este lugar.

El arqueólogo Alejandro Ramos Folqués, Manuel Campello y Antonio Martínez Maciá, conocido como «Pin» /Archivo Rafael Ramos

El arqueólogo Alejandro Ramos Folqués, Manuel Campello y Antonio Martínez Maciá, conocido como «Pin» /Archivo Rafael Ramos / Archivo Rafael Ramos

Los turistas la fotografiarán y se harán selfies. De hecho, ya lo están haciendo, y los ilicitanos se acercan a verla porque parece nueva. Es nueva. Y muchos pensarán que es la original porque esta es una leyenda a la cual no escapa cualquier visitante a la ciudad, que no entendería que su principal icono artístico esté recluido a 400 kilómetros. Manola no lo quiere decir, pero lo dice. La Dama que ha visto no es del color en el cual se fabricó, lo que quizá se pueda entender por una pátina especial que el Ayuntamiento de Elche asegura que lleva ahora para evitar los actos vandálicosque, por desgracia, se producen de tanto en cuanto. La Dama está sobre una peana, también restaurada, que ha cumplido 95 años y que da testimonio a la cuestación popular que realizó la Sociedad Blanco y Negro para colocar en la céntrica plaza una réplica del busto ibero más conocido de España.

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