En 1985, en su primera exposición en España, la Fundación Juan March mostró el trabajo de Robert Rauschenberg (Port Arthur, Texas, 1925-Captiva, Florida, 2008), que fue bisagra entre el expresionismo abstracto y el pop art. Aquella retrospectiva, con una treintena de obras, … incluía ‘Monogram’ (la famosa cabra metida en un neumático). Cuarenta años después, con motivo del centenario del nacimiento del artista norteamericano que fue capaz de pedirle un dibujo a De Kooning para borrarlo, sus obras vuelven a estas mismas salas.
Fue la Robert Rauschenberg Foundation la que a finales de 2021 se puso en contacto con la March a través de la galería Thaddaeus Ropac. Querían que instituciones de todo el mundo pusieran en marcha exposiciones conmemorativas en torno a su obra. La fundación española aceptó, pero no quería «plagiarse a sí misma» y volver a hacer otra retrospectiva, sino abordar una aproximación novedosa: su papel como fotógrafo y el uso de las imágenes (propias y ajenas) en toda su producción, incluida la pictórica (fue el elemento vertebrador de su obra plástica), «un tema tan obvio como ignorado».
No es nuevo el interés de Rauschenberg por la fotografía. De hecho, ha habido importantes exposiciones sobre ello desde la que en 1981 le dedicó el Pompidou parisino. Pero, explican los responsables de este proyecto en la Fundación Juan March (el equipo curatorial está formado por Manuel Fontán del Junco, Inés Vallejo y Lucía Montes), que «ninguna exposición había puesto el foco en el uso que el artista hizo de la imagen fotográfica, y que tampoco ninguna institución había llevado al espacio expositivo la reinterpretación de la producción de Rauschenberg a la luz de su práctica fotográfica».
Gracias a una beca de investigación, Vallejo estuvo quince días en junio de 2024 buceando en el archivo de la Rauschenberg Foundation. Allí, cuenta, revisando sus textos –breves textos escritos en mayúsculas, en su mayoría en cuadernos de rayas– encontró un documento de 1981, en el que el artista hace una reflexión muy detallada sobre su relación con la fotografía. Llegaba a hablar del ‘uso de sus fotografías’ en su producción artística. Era como si el propio Rauschenberg hubiera diseñado, 44 años atrás, el esquema de esta exposición.
Robert Rauschenberg. ‘Dormer (Vydock)’, 1995
Robert Rauschenberg Foundation, Nueva York
‘Robert Rauschenberg: el uso de las imágenes’ recorre, del 3 de octubre al 18 de enero de 2026, medio siglo de producción. El montaje evoca las traseras de los cuadros. Está dividida en seis secciones. Arranca el recorrido con ‘Fotografiar palmo a palmo’. Título tomado de un proyecto utópico que tuvo que abandonar: fotografiar América palmo a palmo. Su aventura artística se inicia en el mítico Black Mountain College, en Carolina del Norte, donde estuvo dos años. Había mucho talento por metro cuadrado. Allí hizo sus primeras fotografías y sus primeras pinturas. Fue un pintor que hacía fotos y un fotógrafo que pintaba. Su primera cámara fue una Rolleicord, que le robaron. En los 60, adquirió una Rolleiflex. No faltan sus trabajos en Nueva York, su viaje por Europa y el norte de África con Cy Twombly, sus ‘Photem Series’, su viaje a China en 1983…
Curioso impenitente, creía en la ausencia de jerarquías en técnicas, materiales y disciplinas artísticas. No dejó nunca de experimentar con los materiales (hay que escucharlos, decía) y las técnicas más novedosas. Usó objetos encontrados en la calle o en anticuarios, muchos de ellos desechos de la sociedad de consumo: «Un par de calcetines no es menos apropiado para hacer una pintura que la madera, los clavos, el aguarrás, el aceite y la tela», decía. Hay objetos fetiche que siempre aparecen: sillas, bombillas, ruedas, espejos…
La muestra rastrea su producción desde los ‘Blueprints’ [cianotipos] (1949-51) –cuerpos u objetos sobre papel fotosensible– y sus ‘Combines’ [Combinados], de 1954-64 –collages tridimensionales-, a los ‘Transfer drawings’ [Dibujos transferidos], de 1952 a 1958-69, en los que transfiere imágenes de periódicos y revistas. En 1962 se interesó por litografías y serigrafías. Las primeras, a través de Tatyana Grosman, directora de la imprenta Universal Limited Art Editions. Las segundas, tras visitar la Factory de Andy Warhol. Con sus ‘Silkscreen paintings’ [Pinturas serigrafiadas], de 1962-64, y sus ‘Combines’, Rauschenberg ganó el gran premio de la Bienal de Venecia de 1964.
Robert Rauschenberg. ‘Christopher (Ruminations)’
Robert Rauschenberg Foundation, Nueva York
Nada se le resistía. Buen amigo de Merce Cunningham, colaboró con la bailarina y coreógrafa Trisha Brown en dos proyectos: ‘Glacial Decoy’ [Cebo glacial], de 1979, y ‘Set and Reset’ [Ajuste y reajuste], de 1983. Para esta última hizo la escenografía y el vestuario (serigrafió sus fotos sobre una tela fina). Se muestran dos diseños. Y de las artes escénicas, al Rauschenberg Overseas Culture Interchange (ROCI) [Intercambio cultural transoceánico Rauschenberg]. Fue un proyecto internacional que presentó en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, en el que trabajó entre 1984 y 1991. El objetivo, establecer relaciones culturales con países en los que el acceso a la cultura occidental y la libertad de expresión artística eran limitados o inexistentes, porque vivían bajo regímenes totalitarios.
Rauschenberg visitó México, Chile, Venezuela, Cuba, China, Tíbet, Japón, la URSS, Alemania del Este, Malasia… Se interesó por conocer a los artistas y artesanos locales, así como los materiales autóctonos. En Chile, el cobre; en Japón, la cerámica. Acabó el proyecto en Estados Unidos, donde reunió obras de las anteriores. Creía Robert Rauschenberg que había que ‘confiar en los materiales’ y colaborar con ellos. Hay obras en soportes metálicos: cobre, acero o aluminio, pero también sobre plástico.
Ya mayor, adquiere una impresora Iris, que le permite imprimir sus fotografías con gran calidad y a la escala deseada. Pionero en la defensa del medioambiente, imprime con tintas vegetales a base de soja y transfiere sobre papel empleando agua en vez de disolventes químicos. Emplea técnicas como la cera al fuego y trabaja sobre yeso. El resultado, obras que semejan frescos. El recorrido acaba con cuatro de las siete obras que conforman la serie autobiográfica ‘Ruminations’ [Rumiaciones] (1999-2000). Cada una está centrada en alguien cercano a él: su hijo Christopher, Merce Cunningham, Cy Twombly, Tatyana Grosman… Ni siquiera el ictus que sufrió frenó su espíritu inquieto.
Entre las piezas expuestas, dos que ya estuvieron en la muestra de 1985 y otras dos inéditas: collages fotográficos que hizo para la exposición del Pompidou en 1981. Estaban perdidos. Un coleccionista los adquirió y se exponen por vez primera. En la escalera de la Fundación Juan March, ‘Autobiography’, formado por tres carteles, en los que reflexiona sobre su vida. Abajo, junto al auditorio, una pieza monumental de 9 metros de largo –fue un encargo para la cafetería de un banco–, que supone un compendio de toda su producción. En la inauguración de la exposición de 1985, Rauschenberg estuvo acompañado por su marchante, el mítico Leo Castelli. Ambos mantuvieron una conversación. Parte de ella se rescata en un libro, coeditado con Caniche Editorial, y un proyecto audiovisual.