Netflix promocionó ‘Incontrolables’ como un thriller psicológico en el que el epicentro es un centro de rehabilitación para adolescentes problemáticos. Y eso la ha llevado a ser una de las miniseries más exitosas de la plataforma (actualmente ocupa el segundo lugar).

Mae Martin es la creadora, directora y protagonista de una miniserie que ha recibido el beneplácito de la crítica que la ha visto ya. La propia Martin es una policía que, nada más llegar a la localidad de Tall Pines, pone sus ojos en la misteriosa directora de un colegio para adolescentes problemáticos que conduce Toni Collette.

El triángulo de ‘Incontrolables’. (Netflix)

La recordada Muriel de ‘La boda de Muriel’, una de las actrices más valoradas de las últimas décadas, se vuelve a entregar al universo de las miniseries tras ‘The Staircase’ con un personaje cargado de oscuridad que hemos ido descubriendo, con sus enormes gafas y con sonrisa inquietante, capítulo a capítulo.

El cierre (alerta a los SPOILERS desde este párrafo), muestra que estábamos ante algo más que terapia y disciplina: ‘Incontrolables’ es una reflexión sobre el poder, el trauma y la facilidad con la que lo oscuro se perpetúa bajo un disfraz de ayuda.

Tall Pines nunca fue un internado, sino un laboratorio de control. Y su final lo expone con crudeza: la maldad no desaparece, solo cambia de rostro. El episodio final nos lleva al ritual definitivo: drogas psicodélicas, un sótano anegado, una puerta verde que se descubre en medio de la oscuridad.

Toni Collette y Mae Martin, opuestos en ‘Incontrolables’. (Netflix)

Evelyn lo plantea como el tránsito hacia la curación, pero en realidad es la prueba final de sometimiento. Alex, el consejero dividido entre lealtad y conciencia, se convierte en la grieta dentro del sistema. Con un gesto tan brutal como simbólico, invierte las reglas: inyecta a Evelyn la misma dosis con la que ella quebraba a los adolescentes.

La líder indestructible de repente se queda vulnerable y el monstruo se enfrenta a su propio método. Cuando el espectador cree que la caída de Evelyn cierra el círculo, aparece la sorpresa: Laura, la esposa embarazada de Alex (y exalumna del centro), recoge el testigo. Ella representa lo más inquietante: la víctima que internaliza el método, la alumna que ahora adopta el rol de autoridad.

El reparto de ‘Incontrolables’. (Netflix)

La cámara la enfoca con serenidad y casi con ternura. Muchos críticos lo interpretan como un claro mensaje: el monstruo ya no necesita imponerse con violencia explícita, porque la semilla está plantada.

También es significativo el camino que toman las chicas de la serie: Abbie escapa y se lanza a lo desconocido, aunque está rota. Se sugiere una posibilidad de reconstruirse lejos de Tall Pines.

Mae Martin y Toni Collette. (Netflix)

Su huida supone un hilo de luz frente a la actitud del personaje de Leila, que se queda. Aferrada a la idea de que Tall Pines es su único refugio, se acaba convirtiendo en la víctima que, sin saberlo, legitima el sistema.

Podríamos decir, por tanto, que la caída de Evelyn no significa la destrucción del sistema, sino su transformación en otra cosa.

Mae Martin, también creadora de ‘Incontrolables’. (Netflix)

El poder cambia de manos, pero no desaparece, ya que el último plano nos recuerda que el verdadero villano no es un personaje, sino la lógica del control que tiene su símbolo en la regeneración de Tall Pines.

El final de ‘Incontrolables’ resulta elegante en su crueldad: no nos da la satisfacción de una caída definitiva, sino la sospecha de que el monstruo seguirá adelante bajo otra máscara. ¿Quién será el próximo rostro amable que nos pida confianza para después robarnos la voluntad? Probablemente lo sepamos en una segunda temporada.

Netflix promocionó ‘Incontrolables’ como un thriller psicológico en el que el epicentro es un centro de rehabilitación para adolescentes problemáticos. Y eso la ha llevado a ser una de las miniseries más exitosas de la plataforma (actualmente ocupa el segundo lugar).