Comenté en años anteriores la novela Muerte súbita de Álvaro Enrigue (Guadalajara, 1969). Es un buen libro, inteligente y erudito, pero sobre todo divertido, que le mereció a su autor, entre otros galardones, el codiciado Premio Herralde.

Por eso, cuando The New York Times incluyó la traducción de una obra de Enrigue entre los diez mejores libros publicados en 2024 en inglés (en el mundo, se supone) me interesó: Tu sueño imperios han sido. La frase, de compleja estructura sintáctica con la que el escritor tituló su novela, fue extraída de La vida es sueño de Calderón de la Barca.

Iniciada la lectura, sorprende esa alta calificación otorgada a la novela. La trama discurre sobre las horas que transcurren antes del encuentro entre el emperador Moctezuma y Hernán Cortés. O más bien sobre sus caricaturas, sin que esta denominación implique la menor brizna de humor. No se trata de una novela histórica, lo que no es un pecado, pero tampoco es fantástica ni simbólica. Hay muchas descripciones de atuendos, de calzado, vestido, tocados, tatuajes y pintura corporal; también de edificios que, con sus largos y confusos planos verbales, nos hace sentir perdidos en laberintos; loable logro, pero se agradecería más dedicar ese espacio al hilo principal del relato.

Todo esto protagonizado por un número excesivo de personajes, con nombres en náhuatl, en versiones particulares del autor o, peor, en enrevesadas traducciones. Nos perdemos en la vasta multitud plurilingüe.

El plato fuerte

Sucede lo mismo con la copiosa carta gastronómica. No se trata de una aproximación a la cocina ancestral mexicana, sino de platos inventados, cuyo contenido está más destinado a provocar repugnancia que a la evocación del placer.

Y, era de esperar, lo más importante de este menú es el canibalismo de los aztecas. El recuento va desde las sofisticadas maneras de matar a la víctima, a la elaborada preparación de las viandas, más la utilización ritual de los restos óseos. Y cómo puscafé una selección de hongos alucinógenos a los que es muy dado el obeso, dormilón y adicto Moctezuma que, en su encuentro con Cortés, un patán que lee clásicos latinos, lo inicia en el uso de este don divino. Eso es todo lo que hay detrás de un texto en el que no pasan cuatro páginas sin describir una inmundicia. ¡Qué obsesión fecal la del autor!

La literatura de estos países mestizos, que en el siglo XX campeó como una de las más grandes del planeta, en las últimas décadas se halla, como lo demuestra esta obra, en trance de precipitarse en las cloacas. Demasiado literal salió la metáfora, en los veinticinco años transcurridos de esta centuria, del luminoso y honesto realismo mágico de la Edad de Oro y del boom, vinimos a dar en las narconovelas y el coprorrealismo, abundantes de sangre y excrementos, muestra de la formidable disentería cultural que nos aqueja. Si, para verificar lo sostenido aquí, lee este insólito texto, por favor, después lávese las manos.