«No he escuchado muchos ánimos para Scottie, pero sí que he escuchado muchos gritos contra mí”, expresaba el líder europeo Rory McIlroy tras la conclusión de la Ryder Cup. La victoria lograda por Europa el domingo en Bethpage State Park no solamente deja las mieles de la gloria del triunfo en sí, sino también el plus de haberse conseguido en un ambiente contrario a los valores que un deporte como el golf y que una competición como esta deberían transmitir.
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Porque una cosa es la rivalidad y otra es la tensión por ella. La sensación del equipo azul es que fue ese segundo aspecto el que marcó el transcurso de la semana, especialmente en los tres días finales. “No podría estar más orgulloso de estos chicos por lo que vivieron, por cómo estuvieron juntos, cómo jugaron para hacer historia, cómo jugaron para la gente que vino a verlos”, declaraba el capitán Luke Donald tras el triunfo.
Europa contó con apoyo de los suyos, sí, pero también con las reticencias de muchos aficionados locales. Estas, en algunos momentos, sobrepasaron los límites. El sábado, después de que McIlroy y Shane Lowry hubieran derrotado por 2 arriba a Justin Thomas y a Cameron Young en la sesión de fourballs vespertina, los dos jugadores se dirigieron al hoyo 17 para agradecer el apoyo de los aficionados europeos. Entonces, una cerveza voló desde la grada para caer sobre la esposa de Rory.
McIlroy, con varios encontronazos con el público durante la semana, lo denunció en la rueda de prensa de los campeones del domingo. “Lo que ha sucedido no es aceptable en la Ryder Cup”, lamentó. No fue la única situación tensa que vivió, como reflejó tras denunciar esos gritos en su contra tras su partido individual del domingo contra Scottie Scheffler.
Las voces no solamente se dirigieron contra él, sino también contra su esposa. Heather McMahan, maestra de ceremonias de PGA América para el tee del hoyo 1, alentó a la afición local para que dirigiera gritos de “Fucking Rory!” al norirlandés. NCLR GOLF anunció que fue destituida de su puesto durante el torneo por este hecho.
Recuerdos para Trump
Toda rivalidad es bienvenida, pero hay límites que no deberían sobrepasarse. Al equipo europeo no pareció sentarle nada bien que en el país norteamericano nadie tratara de impedir un ambiente repleto de faltas de respeto. Quizá por ello fueron apuntándolas en su interior.
Uno de los puntos de motivación de los estadounidenses durante la semana (así lo habían repetido en sala de prensa) era la visita que iba a rendirles Donald Trump durante el torneo. Esta llegó el viernes por la mañana.
El presidente acudió al tee del hoyo 1 y saludó a todos los miembros del combinado estadounidense. Los europeos, impasibles, pasaron de largo mientras los aficionados locales gritaban enardecidos. Pero su motivación creció.
Así, callando fuera, hablaron sobre el campo viernes y sábado. Europa llegó con ventaja al domingo. Remató, celebró y, entonces sí, sacó a pasear algunas facturas, como dejó claro con un vídeo liderado por Rory. “¿Lo estás viendo? ¿Lo estás viendo, Donald Trump?”, cantaba el equipo a una. Se resignó el presidente. “Sí, lo estoy viendo. ¡Felicidades!”, dijo.
Explicaba McIlroy cómo se había sentido el equipo. “Ha sido una semana dura para todos, pero al mismo tiempo les hemos silenciado con nuestro juego y hemos intentado responder con clase. Creo que lo hemos conseguido”, cerraba, pletórico. Las victorias siempre son celebradas, pero resultan todavía más dulces si se logran en terreno hostil.