¿Qué pasaría si ver a alguien toser en la calle activara en tu cuerpo la misma reacción que una vacuna? Eso es justo lo que ha demostrado un estudio publicado en Nature Neuroscience, nuestro cerebro, al detectar amenazas infecciosas en el entorno —aunque sean simuladas—, puede anticiparse y poner en marcha una respuesta inmunitaria.

Esta investigación, abre la puerta a una nueva comprensión del vínculo entre percepción, espacio personal y defensas del organismo.

El sistema inmune empieza en el cerebro

En este experimento, los participantes se colocaron unas gafas de realidad virtual para observar avatares con signos visibles de infección: erupciones, ojos llorosos, toses. Sin contacto físico alguno, solo mediante la visión en 3D de una amenaza acercándose a su «espacio peripersonal», sus cerebros respondieron como si estuvieran ante un peligro real.

El espacio peripersonal (PPS) es la «zona de seguridad» alrededor del cuerpo, donde se integran estímulos visuales, táctiles y auditivos para preparar reacciones defensivas. Si alguien entra de forma inesperada en ese radio, tu cuerpo se tensa, tu atención se agudiza. Es el mismo circuito que usamos para esquivar una pelota o apartarnos de una abeja.

Este sistema, que combina áreas parietales y frontales, también es sensible a señales sociales o emocionales, como el miedo o la enfermedad.

Del miedo al sistema inmune

Lo sorprendente del estudio es que esa anticipación no solo se tradujo en reacciones cerebrales. También se activaron células inmunitarias innatas, como si los participantes estuvieran a punto de ser infectados de verdad.

Se tomaron muestras de sangre antes y después de la exposición virtual, y los análisis mostraron un aumento significativo de las células linfoides innatas (ILC) activadas, comparables a los niveles que se ven tras una vacunación contra la gripe.

Las ILC forman parte del sistema inmunitario innato, la primera línea de defensa del organismo. A diferencia de los linfocitos T o B, que necesitan «entrenamiento» previo frente a patógenos concretos, las ILC reaccionan de forma rápida y generalizada ante señales de peligro y actúan como centinelas en tejidos como piel, pulmones o intestino, liberando mediadores inflamatorios que ayudan a frenar infecciones.

En este estudio, no solo se detectó un aumento en su frecuencia, sino también en su estado de activación, lo que indica que el sistema inmunitario se estaba preparando como si hubiera una amenaza real.

Una red cerebral en alerta

Para identificar qué áreas cerebrales respondían a las amenazas visuales, los investigadores usaron: la electroencefalografía (EEG), y la resonancia magnética funcional (fMRI), técnicas que permiten medir la actividad eléctrica y el consumo de oxígeno del cerebro.


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Ambas técnicas mostraron una activación destacada de la red de prominencia, encargada de detectar estímulos relevantes —como un posible peligro— y coordinar respuestas rápidas.

Entre las zonas clave que se encendían al ver avatares virtuales con signos de enfermedad estaban:

  • La ínsula anterior, una región profunda del cerebro que nos permite percibir nuestro estado corporal interno, como el ritmo cardíaco, la temperatura o el malestar.

  • La corteza cingulada anterior, implicada en evaluar situaciones amenazantes y decidir si debemos luchar, huir o inhibirnos.

  • El córtex premotor y somatosensorial, áreas que preparan el cuerpo para moverse o defenderse, incluso si la acción nunca llega a ejecutarse.

«Esta actividad cerebral se tradujo en una mayor conectividad funcional con el hipotálamo, un centro de control hormonal que regula el eje HPA», explican los autores.

El eje HPA: puente entre mente e inmunidad

El hipotálamo, pieza clave del sistema endocrino, actúa como un director de orquesta que regula funciones básicas como el sueño, el apetito o la temperatura, y coordina la respuesta al estrés.

Lo hace a través del eje HPA (hipotálamo–hipófisis–suprarrenales), que libera hormonas como el cortisol para preparar al cuerpo ante amenazas. En este estudio, ese circuito se activó sin contacto real, solo por la anticipación de una infección virtual.

Los análisis revelaron un aumento de hormonas y mediadores inflamatorios, como los eicosanoides, que podrían impulsar la respuesta inmune. Un modelo computacional con redes neuronales confirmó que estos tres tipos de señales bastan para predecir con precisión la activación de las células linfoides innatas.

¿Una nueva forma de entrenar la inmunidad?

Aunque se trata de un estudio experimental con muestras limitadas, sus implicaciones son notables. Si el cuerpo puede «ensayar» una respuesta inmunitaria solo con ver una amenaza, cabría imaginar nuevas aplicaciones en vacunología, terapia o neuroinmunología preventiva.

«Nuestros resultados sugieren que el sistema inmune puede reaccionar a amenazas potenciales ya cuando superan la frontera funcional del espacio cuerpo-entorno», concluye el equipo.

Cuando ver es suficiente para activar la defensa

La investigación demuestra que la inmunidad no empieza en la médula ósea ni en los ganglios, sino en el cerebro. La mera percepción de un estímulo que el organismo interpreta como peligroso puede desencadenar una cascada neuroinmunitaria anticipada, incluso sin contacto real.

Esta interacción entre percepción, espacio y defensa puede ayudarnos a comprender mejor no solo nuestras reacciones instintivas, sino también cómo diseñar entornos —reales o virtuales— que fortalezcan nuestra salud sin necesidad de exponernos a un virus.