Inma Pelegrín (Lorca, 1969), una de las autoras más esperadas de la Feria del Libro de Murcia, que arranca hoy y se prolonga hasta el … 12 de octubre, en el Paseo Alfonso X El Sabio, ganó el Premio Lumen de Novela con ‘Fosca’, un thriller rural que impactó al jurado (Elena Medel, Clara Obligado, Lola Larumbe, Ángeles González-Sinde y María Fasce) por su áspero lenguaje, por su capacidad para hacer que el lector «huela y palpe la oscuridad», por hablar de un tema tan actual como la naturaleza, el desamparo y la humanidad, y por una historia poderosa que arrastra a los lectores hasta el final con una mezcla de miedo en el cuerpo, ternura y compasión. Destaca Lumen que esta es la primera novela de Inma Pelegrín, ganadora de cinco premios de poesía. Su maestro es Ginés Sánchez, profesor de la escuela de escritura Club Renacimiento, escritor de culto de la editorial Tusquets, donde ha publicado la mayor parte de su narrativa desde que ganara el premio Tusquets de Novela con ‘Los gatos pardos’ (2013). Dijo el jurado que ‘Fosca’ es «una antinovela de iniciación con ecos que van de Ana María Matute a Jesús Carrasco. Se lee con los sentidos y con el corazón». Dijeron Carrasco pero podría haber dicho Ginés Sánchez.

–El protagonista de ‘Fosca’ es un niño con prosopagnosia, alguien incapaz de reconocer las caras. Un crimen cambia su vida para siempre. Pero no consigue identificar al culpable. Usted también tiene esta misma condición.

–Quería hablar de la prosopagnosia porque es muy difícil explicarla. A veces lo cuentas y lo cuentas, pero la gente no se hace a la idea. Esto es básico en la historia. Gabi, el protagonista, presencia un asesinato y precisamente por esta condición o este déficit cognitivo que tiene, aunque ha presenciado el asesinato y le ha visto la cara al asesino, no puede saber o no saber quién de su entorno ha sido, porque se parecen todos bastante. La novela habla de la investigación de un niño que desde la inocencia, buscando lo oscuro de los demás pero también la luz, porque sí hay determinados episodios de luz, encuentra también su propia oscuridad. También hay en él desde ternura hasta lo más cruel. Todos somos contradictorios y somos capaces de lo mejor y lo peor, y de querer una cosa y la contraria.

–Es muy interesante el uso que hace de una amplia variedad de términos que nos resultan familiares en el Sureste español. Nuestra forma de hablar, tan criticada y ridiculizada, es también rica y puede resultar admirable.

–Me apetecía mucho que quedaran registrados esos términos que utilizamos muchos de los que vivimos en el Sureste peninsular. Elena Medel decía que cuando leyó la novela como miembro del concurso por algunas palabras pensaba que la trama podía transcurrir en Almería o en Granada. Iban así ubicando el lugar en el que transcurre la novela, aunque no aparece dicho el pueblo al que pertenece esta familia. Lo que yo quería registrando esos términos es que no se perdieran, porque pertenecen a la oralidad, y me gustaba que quedaran por escrito. Murcianos y almerienses tenemos la costumbre de decir que nosotros hablamos muy mal. Pero no, señor: el andaluz habla con acento andaluz, el gallego habla con acento gallego, el catalán con su acento catalán… y los murcianos no hablamos ni bien ni mal sino con nuestro acento, con nuestras características y con nuestras palabras. Era una manera de honrar a nuestros abuelos, que eran los que utilizaban esas palabras.

HOMENAJE A LA FORMA DE HABLAR EN EL SURESTE

«Los murcianos no hablamos ni bien ni mal sino con nuestro acento, con nuestras características y con nuestras palabras»

–¿Cómo organizó ese registro?

–Me fui encontrando miguitas de pan por las casas… Preguntando mucho cómo se decía tal o cual cosa antes. Y me encantó esa labor de investigación por los sitios. Una mujer decía, por ejemplo, «se enfadó con no sé quién, pero menos mal que por el camino se repropió». Iba al diccionario y buscaba repropiarse y resulta que está: es, cuando un caballo se desboca, volver en sí. Tenía todo el sentido, la mujer utilizaba correctamente la palabra, y encima estaba en la RAE. Aunque fuera un término en desuso o con apariencia culta. En la novela aparece la palabra agostarse, y en Madrid, durante la corrección, me decían que era un término muy culto, y agostarse es lo que dice la gente del campo, es decir, echarse a perder la mata que no ha crecido. No es secarse ni morirse, es agostarse.

–Dedica el libro «a Antonio, por mostrarme la realidad que evoca este libro» y a sus hijos, Juan, Pedro y María: «A los cuatro, por hacer de mi mundo un lugar habitable». Justo lo que no tiene Gabi.

–Ni aquella casa ni aquella familia son para el protagonista, para Gabriel, un lugar habitable. Tristemente, ocurre en muchos lugares. Antonio es el padre de mis tres hijos, es agricultor, y yo a veces me sentía un poco vampira preguntándole cosas sobre el campo, sobre palabras, sobre prácticas agrícolas… Entre él y una amiga, Inma Sánchez, que me proporcionaba palabras del palabrero murciano, un diccionario murciano-español, y una madre que tenía fabulosa, y que decía palabras preciosísimas, a todos ellos los he estado vampirizando. En contraposición a esa familia que con el lenguaje de ahora podemos llamar desestructurada aunque no en el tiempo de la novela y en el que vive Gabi, está mi familia, en la que viven mis tres hijos. Son ellos los que han creado el hogar. Cuando a mí se me han puesto las circunstancias difíciles entre todos han sido capaces de arroparme, sustentarme y llevarme arriba. La vida no siempre es fácil, a veces se complica por enfermedades. En esos momentos te das cuenta de que hay gente que te ayuda, que te viene a visitar, que te cuida, que te lleva al aseo y que te limpia. Cosas tan básicas que hechas con amor, con compasión, con empatía… son hermosas de recibir.

LUCES Y SOMBRAS

«Todos somos contradictorios, capaces de lo mejor y lo peor»

–Gabi tiene una perra, ‘Sombra’.

–La conexión del protagonista con su perra ‘Sombra’ es fundamental para contar la historia. Las relaciones sin palabras, desde las emociones, a veces son más valiosas que las que se hacen desde el intelecto. La sola mirada de un perro vale a veces más que las palabras.

–Usted vive en el campo, en Lorca, con cuatro mascotas…

–Cuatro perros, sí. Todos adoptados. O encontrados o que no los querían. Un mastín tranquilón, ‘Pupu’, enormísimo. ‘Pupu’ era de un pastor, estaba lleno de parásitos, le habían mordido en la cabeza siendo bebé y lleva en el hueso de la cabeza un roto. Es buena gente. Luego tengo a ‘Kira’, perra de caza muy parecida a la de la portada de ‘Fosca’; es muy nerviosa, siempre está aturullada, loca perdida cada vez que ve pájaros. Uno muy chiquitín, adulto, ‘Rollo’, despeluchado y despeinado, lo encontró un policía en la calle San Francisco de Lorca y nadie quería adoptarlo. Tiene unos bigotes de intelectual y cejas grandísimas. Es particular, marroncillo claro. La última en llegar es ‘Lío’, no sé de qué raza, muerde los muebles, lo recogió mi hija. El pequeño le muerde a todos y está sin educar, bueno, yo no he educado a ninguno. Y el quinto sería el de mi vecino, le llamamos simplemente ‘El Vecino’.

–¿Cuándo tiene previsto firmar en la Feria del Libro de Murcia?

–Tengo presentaciones por toda España, ayer en Lorca con Futuro Imperfecto, y en Murcia, haya fosca o no, estaré presentando el libro el domingo 5, con Ginés Sánchez, mi maestro, y luego firmaré; estaré el día 11 por la mañana en la cárcel de Campos del Río con Solidarios por el Desarrollo y por la tarde en la caseta de Libros Traperos.