Cuando, hace tiempo ya, se abrían las páginas de esos periódicos de papel que a muchos se les antojan antediluvianos, aparecían lo que se denominaba como «problemas de ajedrez«. Se visualizaba una posición y con frecuencia, al pie de la imagen, se podía leer lo siguiente: «Juegan blancas y ganan«. Analizado el asunto, se atisbaba la posible solución y, satisfecho el lector, plegaba el periódico, cuidadosamente depositado sobre la mesa.
Este martes, en Bolonia, se pudo leer también una frase al pie, que rezaba «ni juegan los blancos, ni ganan«. Y analizado el asunto, por más vueltas que se le daba, no se encontraba solución alguna, abandonando posteriormente la cosa, entre el aburrimiento y la frustración.
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Porque el Real Madrid perdió un encuentro importante, en una pista a priori asequible para todo aquel que pretenda estar en posiciones destacadas este año. Ha llegado demasiado pronto, puede ser. Falta rodaje, claro que sí. Falta de todo. No es la Virtus de Bolonia uno de los cocos de la competición, ni mucho menos. Apoyado solamente en los musletes atómicos de Carsen Edwards, no le alcanzará para cotas muy elevadas este año.
Y aun así le bastó para liquidar a un Real Madrid cuyo juego colectivo fue frustrando más a la parroquia a cada minuto que transcurría. Como ya se avanzaba anteriormente, la ausencia del menor orden ofensivo denotaba no una falta de entrenamientos conjuntos (los han tenido), sino una cierta negligencia para al menos disponer de un par de recursos bien preparados, siquiera los más esenciales. No es necesario implementar en paralelo el tocho completo de esquemas de ataque, al estilo norteamericano.
Así que la mínima actitud defensiva del Madrid le condujo a mantener bajo control tanto el rebote como los guarismos de los transalpinos. Pero en el otro lado de la pista, el desmadre generalizado convirtió en un lamentable espectáculo el desempeño blanco: apenas algunas jugadas individuales iban sosteniendo a duras penas al equipo, mientras el lanzamiento exterior enrojecía tanto los rostros de los jugadores como las cifras estadísticas.
Parecía ilusionante el panorama con las nuevas incorporaciones, comenzando desde el equipo técnico hasta los propios jugadores. Aparte la ausencia de Théo Maledon, con el roster disponible el equipo no dio la sensación de estar preparado para afrontar los duelos que vienen en el torneo, aunque tras la visita de Olympiacos este jueves, se recibe a Villeurbanne y Partizan, que pudieran permitir visualizar un cambio de rumbo.
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A día de hoy, la derrota en Italia se suma a la sufrida, con claridad, en la final de la Supercopa de Málaga ante el Valencia, cuya semifinal se venció por la mínima y de aquella manera, a un Tenerife que también fue superior. Hay que demandar soluciones a corto plazo para desatascar el rendimiento del equipo, por recursos y presupuesto, y no digamos ya por el espíritu de este club histórico, que es el Real Madrid.
Cuando, hace tiempo ya, se abrían las páginas de esos periódicos de papel que a muchos se les antojan antediluvianos, aparecían lo que se denominaba como «problemas de ajedrez«. Se visualizaba una posición y con frecuencia, al pie de la imagen, se podía leer lo siguiente: «Juegan blancas y ganan«. Analizado el asunto, se atisbaba la posible solución y, satisfecho el lector, plegaba el periódico, cuidadosamente depositado sobre la mesa.