En su nuevo trabajo, Daniel Hidalgo («Manual para robar en el supermercado», «Canciones punk para señoritas autodestructivas») ofrece un análisis profundo de los videojuegos, en un camino que va desde las máquinas arcade, avanza a través de las consolas de los 80 y 90, y culmina a comienzos del milenio, cuando internet y los juegos en línea redefinieron el papel de los entretenimientos digitales en la cultura global. Lejos de ser un simple catálogo de títulos, «Play Again?» invita a pensar en los videojuegos como una forma de entender nuestra memoria, deseos e identidades, y cómo estos elementos se cruzan con temas tan variados como la filosofía, política, los avances tecnológicos y la sociología.
Desde el inicio, se nos desafía a pensar más allá de la pantalla. Cuando el autor cuenta su obsesión de conseguir la máxima puntuación en «Las Tortugas Ninja» o «Mortal Kombat» es inevitable compararlo con cómo Kazunori Yamauchi, creador de «Gran Turismo» que dedicó años a hacer el simulador de carreras más realista, la revancha histórica de los japoneses con el Metal Slug o la histórica rivalidad entre Sega y Nintendo, que puede traducirse como una lucha cultural más allá de lo comercial.
Pasando una lista rápida, menciona la evolución conceptual de los mismos, como que «Donkey Kong Country» destaca por su innovador uso de gráficos pre renderizados, «Duck Hunter» o «Street Fighter» llevaron los comandos a otro nivel, mientras que «SimCity» se conecta tanto con las teorías filosóficas de Baudrillard como con la imaginación de Borges, abordando la simulación, la representación y la creación de mundos. Incluso personajes aparentemente simples como Mario, son leídos como alegorías sobre la acumulación de capital y la búsqueda interminable de más o Kirby es interpretado como una representación de los placeres hedonistas. De igual manera, «Tetris» se interpreta no solo como una obra maestra de la tecnología soviética, sino también una respuesta a la idea de destrucción y muerte que tenían los títulos americanos.
Además de profundizar en estos contextos, Hidalgo pone en valor a los programadores, esas figuras invisibles que, según él, son más cercanas a escritores o incluso ocultistas, pues no solo crean historias, sino que nos permiten vivirlas, transformarlas y aprender de ellas a través de la interacción. La música también ocupa un lugar fundamental, señalando cómo la evolución desde el chiptune de «Super Mario Bros.» hasta las composiciones de Manami Matsumae en «Mega Man» y los acabados universos sonoros de David Wise transformaron la experiencia sensorial y emocional de generaciones de jugadores.
Lo más interesante de la publicación es que no solo está dirigido a los gamers, sino también a un público más amplio, contando con un excelente trabajo gráfico, un glosario explicativo y una estructura que invita a nuevos lectores a explorar los videojuegos desde una perspectiva cultural y analítica. Esta accesibilidad lo convierte en una obra que trasciende la nostalgia, planteando nuevas formas de leer y entender estos títulos.
Giordano Antonelli Villavicencio