Por el cuerpo de los jugadores del nuevo Baskonia recorre algo difícil de explicar pero que debe ser impagable de sentir. Ese momento en el … que la adrenalina asciende hasta la cima del cuerpo y hace sentirse en el cielo. Una especie de delirio juvenil. De sensaciones extremas. De la nada al todo. Del desastre inicial a la prosperidad. De repente, Diop pedía el ánimo del público que le reclama una mayor fiereza bajo los aros. Cabarrot brindaba al aire tres dedos de su mano derecha cada vez que metía un triple con unas ganas irresistibles de gritar, de echar fuego por la boca. Diallo sacaba músculo ante una grada enfervorecida. Galbiati era uno más de la exaltación. «Me encanta cómo juega el equipo», dijo tras una primera mitad repleta de altibajos.

El nuevo técnico azulgrana empieza a conformar un bloque que transmite intrepidez. El italiano les carga las pilas desde una hora antes. Calienta con una parte de sus jugadores, esencialmente exteriores, con una satisfacción plena. Como la de un padre con sus hijos en las pistas de Los Herrán. Quizás por ello considera a sus jugadores sus niños. Él les hace reír; ellos le hacen sudar. Fue el único momento en el que reinó la calma durante la noche.

Ya con el bocinazo inicial, todo cambió. Galbiati se mostró primero como un técnico tolerante. Con el 0-10 inicial en sólo dos minutos y medio, pidió tiempo muerto y lo dedicó primero a solicitar calma y a aplaudir a sus jugadores. Fue el primero en comprender la sobreexcitación que sufría ante su debut como entrenador de la Euroliga con tan sólo 41 años y con su familia y amigos en la grada. La pérdida de balón posterior le obligó a empezar a tomar decisiones sobre la marcha, tras apenas haber completado dos entrenamientos con una decena de jugadores profesionales.

El quinteto entero estaba en el banquillo a los cuatro minutos y volvió a la pista antes de acabar el cuarto

Su dinámica gestión de la rotación inicial pareció algo más planificada y medida que no una reacción al mal inicio. A los tres minutos ya había realizado tres cambios y en uno más tarde el quinteto titular se encontraba en el banquillo. Entonces, Nowell trató de reactivar el ataque a la par que sufría en defensa. Dos faltas en menos de dos minutos. El técnico le mantuvo un rato más sobre la pista pese al riesgo evidente que suponía mantener en una defensa de cambios a un base de 1,70 metros de altura, que por momentos tuvo que emparejarse con hombres de dos metros. Le ocurrió lo mismo a Howard.

Clément Frisch, una de las muchas caras nuevas, fue el primero en entrar en combustión. Encestó ocho puntos consecutivos, con dos triples, que permitieron al Baskonia salir no indemne, pero vivo, del primer cuarto. La desesperante puesta en escena que recordó a la pasada temporada dio paso a la propuesta vertiginosa y divertida que proclama el técnico y los dirigentes que le contrataron. También competitiva, lo más importante. Y pese a que el galo fuera el que prendió la mecha, pocos segundos más tarde estaba de nuevo en el banquillo.

La atípica pretemporada obligó al técnico a probar distintos equipos sobre la marcha

Es allí, con ese trajín de sentarse y levantarse, donde se cocían los cuerpos en llamas. Contagiados por la pasión extrema de Galbiati, que terminó de enloquecer con el robo y canasta en transición de Diallo. Siempre con tiempo para dedicar unos segundos al delirio. Sus ayudantes van de la mano. Con un Xabier Aspe en constante movimiento, un Pablo Pin que por momentos parece intentar felicitar a unos y corregir a otros de forma simultánea, y un Jack Burgess que parece ser el que más logra mantenerse sentado en la silla.

Ese banquillo parecía por momentos el camarote de los hermanos Marx, con los jugadores del filial sentados al fondo conformando una L que termina en Xevi Pujol. El nuevo secretario técnico azulgrana opta por seguir los partidos a pie de pista, impasible si se compara con el resto, mientras que Félix Fernández y Alfredo Salazar lo hacen desde el palco. Cada uno con sus costumbres.

El Olympiacos se serenó en los minutos finales y firmó un 31 de 32 en tiros libres clave

La tradición de un Olympiacos rocoso quedó en entredicho ante la hiperactividad azulgrana. Tras los 5 triples y 6 pérdidas del Baskonia en el final del primer cuarto, el conjunto griego cometió el error de entrar en una fiesta que le iba a hacer perder el control. Tan mala decisión como aceptar los caramelos a la puerta del colegio.

Emborrachados del ritmo frenético del Baskonia, sólo Vezenkov y Fournier, con 6 puntos seguidos en el tramo final, le sacaron de la locura y les devolvieron el sosiego. El temple para firmar un 31 de 32 en tiros libres en una atmósfera hostil. Ahí le entraron al fin los triples al búlgaro, y otro de Walkup ya en el último minuto enfrió los ánimos de la parroquia azulgrana. Los seguidores vitorianos, que encontraron un momento para pedir la libertad de Palestina, desfilaron con la sensación de que este año van a divertirse.