Samuel Navalón, torero de Ayora y Albacete, ha sufrido una cogida muy grave en el cuello durante el desarrollo de un festival celebrado en Algemesí a beneficio de los damnificados de la Dana. Tras poner un excelente par de banderillas al novillo de Carmen Arroyo, tropezó y cayó. Aunque en un primer momento el animal obvió al torero, arremetió después contra él con una saña desmedida, hincando el pitón en el cuello y levantándolo del suelo hasta dar de nuevo con sus huesos en la arena. Quienes lo vieron contuvieron la respiración en el tendido y los que observamos después las imágenes, recordamos inexorablemente la cogida del Yiyo en Colmenar. Samuel podría haber muerto en el instante, si no fuera por un milagro súbito que hizo posible que el pitón no fuera a la yugular ni a la carótida. Seccionó el esternoncleidomastoideo y llegó a la UVI móvil casi sin pulso. Los médicos lograron estabilizarlo y se recupera en el hospital de Alzira. Pascual Masegosa, maestro de la cirugía taurina, se ha sumado al equipo que logró salvarle la vida. Una cogida feísima, horrible. Para haber quedado en el sitio y al momento. Pero la vida tiene sus planes y ese día no era el de Samuel.
Conocí a Navalón por Emilio del Rey, decano de los críticos taurinos de Albacete. Me llevó a Tarazona para verlo con Morante y Manzanares… Y francamente, acojonó a los dos. Vi un arrojo y una valentía colosales, inéditas, pisando unos terrenos despiadados… Jugándose la ingle y los muslos en cada lance. Después lo admiré más cuando me puse a hablar con él. Era un torero con discurso, inédito en la historia de la tauromaquia. Salvo Esplá y alguno más, los toreros han sido esquivos con el idioma y el lenguaje. Samuel, no… Te decía y argumentaba… Podía darte una conferencia trabadísima y sensacional sobre los toros y su afición. Es lo que más le gusta, su pasión, el verdadero motor de su vida. Pero ahora le ha tocado parar.
Creo que Samuel vive su vocación como algo íntimo y de convicción profunda. Es torero porque no puede ser otra cosa y el fatum lo llama a los ruedos. Se trata de un héroe antiguo, de la pasta y madera con que trabaron a los del Olimpo… Pero con los pies en la arena y jaleado por los duendes. No sé por qué creo que, si Federico lo hubiera conocido, se habría enamorado locamente de él. Porque un imán lo lleva hacia el toro y la muerte. Pero no es tu momento, Samuel. Todavía no. Las flores negras que crecieron en el tallo de tu vientre el domingo aún serán arrasadas por la fuerza indómita de tu músculo. Mucha suerte y ánimo en la recuperación, Maestro. Que las sombras no muden la intensidad y brillantez de tu pensamiento. Que las luces eleven la mañana en que pisarás de nuevo el ruedo.