Jugar en el FC Barcelona deja una huella que deja marcado a todo jugador que ha tenido la suerte de enfundarse la camiseta azulgrana y al saltar al césped del Camp Nou como jugador local. Así lo ha vuelto demostrar Romário en su última intervención en una entrevista en GeTV en Brasil, en el que el eterno delantero brasileño demostró que no olvida su etapa en Barcelona.

Durante la charla, los entrevistadores pusieron a Romário ante un dilema moral. Si tuviera que elegir qué camiseta ponerse, ¿cuál elegiría, la de Argentina o la del Real Madrid? «¡Tengo que elegir! ¡carajo!… estas preguntas tuyas. Dos equipos geniales; en fin. Voy a jugar con Argentina«, soltó ante la sorpresa de los presentes.

Pese a la máxima rivalidad entre argentino y brasileños en el Superclásico del fútbol de selecciones en Sudamérica, Romário justificó su elección en una decisión que no pasó desapercibida en su país natal: «Soy del Barcelona hasta la muerte. Soy del Barcelona hasta la muerte, ¡carajo!»

Una historia que acabó demasiado pronto

Romário aterrizó en el FC Barcelona en el verano de 1993 procedente del PSV Eindhoven y, en apenas un año, dejó huella pese a un duro final de etapa. Bajo la batuta de Johan Cruyff, el delantero brasileño se convirtió en la gran referencia ofensiva del “Dream Team”, aportando un instinto goleador único que revolucionó la posición del ‘9’ en el esquema del holandés volador.

Su primera temporada fue sencillamente espectacular: anotó 30 goles en 33 partidos de Liga, proclamándose máximo artillero del campeonato y pieza clave en la conquista del título liguero 1993-94. Sus hat-tricks al Real Madrid en el 5-0 del Camp Nou o al Atlético en el Calderón quedaron grabados en la retina del barcelonismo. Romário no era solo goles, también era espectáculo: controles imposibles, regates cortos de pura fantasía como su inolvidable ‘cola de vaca’ y una frialdad en el área que desesperaba a los defensas rivales.

Sin embargo, su historia en el Barça fue fugaz por lo que apuntaba a ser. Tras el trauma de Atenas, la temporada 1994-95 estuvo marcada por su irregularidad y por las crecientes tensiones con Johan Cruyff, que veía cómo el brasileño perdía compromiso con el equipo después de liderar a Brasil en el Mundial de 1994 y conquistar la Copa del Mundo en Estados Unidos.

Sus ausencias, su carácter imprevisible y sus roces internos precipitaron su salida en enero de 1995 rumbo al Flamengo. En apenas año y medio en la Ciudad Condal, Romário dejó 39 goles en 66 partidos oficiales. Su paso por el club sigue recordándose como un chispazo de genialidad: un delantero capaz de convertir cada balón en oro pero cuyo brillo, por lo menos en clave culé, se apagó demasiado pronto.