Tenía apenas 19 años cuando Jaume Claret Muxart comenzó a escribir las primeras líneas del guion de ‘Extraño río’. Ahora, a sus veintisiete, el río le ha llevado a las orillas del Lido veneciano, donde su ópera prima se vio en la sección Orizzonti del Festival de Venecia, y a San Sebastián, donde se proyectó antes del estreno este viernes en la cartelera española.
«No me siento joven», dice el cineasta, que hace gala de una osadía que se mezcla con una especie de timidez. Hay algo liberador en su confesión, como si despojarse de la etiqueta de joven debutante que ha pasado por dos festivales de clase A le permitiera respirar. «Estuve en la primera generación de la Elías Querejeta Zine Eskola, aquí en San Sebastián, y toda la gente tenía veintiocho, treinta, cuarenta. Mis amigos son más mayores»… Y remata con un dato que dirá varias veces durante la conversación: empezó a hacer cortos con catorce. «Tengo la sensación de que llevo muchos años en esto».
Y «esto» lo ha condensado en ‘Extraño río‘, una película al estilo de la nueva escuela catalana en la que Dídac, el protagonista de dieciséis años, descubre el despertar de la vida adulta durante un viaje familiar en bicicleta a orillas del Danubio. Hay algo, como en esta ola, de biografía y de cercanía personal en la historia. Pero, sobre todo, hay el descubrimiento de un nuevo director que en Venecia supieron ver antes que nadie: «Sabíamos que teníamos algo que interesaba mucho. Pero nunca sabes. Envíamos la película a Venecia para ver qué podía pasar. Y cuando recibes el mensaje… uf, fue muy bonito».
«Pienso que voy a hacer películas más autobiográficas en mi vida. Esta no lo es tanto, pero viene de dentro», dice Claret Muxart sobre su historia, que nace de esos viajes en bicicleta por Europa que hizo de niño y adolescente con su familia. «La película se transforma hacia la ficción, pero la pulsión, la necesidad, viene muy de dentro».
Siete años «sacando» esta historia, un abismo para un proyecto de juventud. «Para mí, la película siempre va cambiando. Incluso en rodaje, en montaje. Es algo orgánico. Cuando sueltas la película al equipo, se transforma mucho más. Mi responsabilidad es guiar, dirigir las corrientes». De ahí surge su apuesta por el expresionismo: un realismo que se desborda hacia lo poético, lo gestual. Quiere seguir explorando ese camino, porque ‘Extraño río’ es un descubrimiento juvenil, pero no solo sobre la homosexualidad. «No es una película sobre eso. Esa fase, espero, ya se haya superado. Como dice Dídac a su padre: ‘No me gustan los chicos, me gusta él’». Es una frase de la generación Z. «Tenemos la responsabilidad de mirar y entender a la juventud». Y ahí aparece, al fondo, ‘Call Me by Your Name’. «Me gusta mucho. Los referentes de Guadagnino eran parecidos a los míos». Pero con matices: «En esa película, los padres parecen siempre increíbles, educan perfectamente. A mí me gusta que el hijo le enseñe cosas al padre, que lo pruebe, que no sea tan idílico».
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