Son pocos los futbolistas que pueden presumir de haberse proclamado campeones del mundo, pero ese selecto grupo se convierte en minúsculo al hablar de jugadores que anotaron el gol decisivo en la final de un Mundial. El uruguayo Ghiggia en el Maracanazo, el inglés Hurst … en el único título de los ‘Three Lions’, el argentino Burruchaga asistido por Maradona en el Estadio Azteca, la sangre fría del teutón Brehme desde los once metros o «Iniesta de mi vida» en Sudáfrica. Una de sus últimas incorporaciones fue Mario Götze, un héroe a quien le pasó factura tocar el cielo con toda su carrera por delante y que este martes visita el Metropolitano en las filas del Eintracht de Frankfurt.

Corría el año 2013 y un joven mediapunta de 21 años del Borussia Dortmund deslumbraba a toda Europa. Días después de caer derrotado en la final de la Champions, Götze firmó con el equipo que la dejó sin saborear la gloria continental, el Bayern. Una decisión que, años después, ha confesado errónea y que marcó el primer paso del estancamiento de una carrera que prometía ser sensacional.

A pesar de atravesar dificultades en su primera temporada en Baviera, fue convocado por la selección germana para acudir al Mundial de Brasil en 2014. Su rol pasó de titular a secundario y su participación se aminoró con el paso de los días, quedándose sin minutos en el histórico 1-7 ante el combinado local en semifinales. En la gran final ante Argentina fue de nuevo suplente, pero a falta de dos minutos para llegar a la prórroga, el seleccionador Löw apostó por Götze. En el ya memorable minuto 113, conectó una volea imparable que entró de lleno en la historia del fútbol y proclamó a Alemania campeona del mundo por cuarta vez.

Lo que parecía el despegue definitivo de un talento descomunal terminó siendo todo lo contrario. La presión por las expectativas después del gol de su vida y los problemas físicos truncaron la carrera del teutón. Tras dos temporadas más en el Bayern y un decepcionante regreso a Dortmund, en el que estuvo cuatro años, la trayectoria de Götze llegó a un punto muerto.

«Me llevó algún tiempo procesar lo que sucedió», aseguró con el tiempo sobre su gol ante Argentina. «Si no jugaba dos partidos de titular, para mí era el fin del mundo. Después de quedarme en el banquillo, conducía a mi casa y me ponía a correr durante dos horas», una situación que la sobrepasó y que le llevó a desear que hubiera ocurrido en otra etapa de su vida. «Si pudiera reescribir la historia un poco, marcaría el gol cuando tuviera 35 años, y luego dejaría de jugar».

A todo ello se le sumó un problema metabólico que degeneraba en fátiga crónica, lo que limitó al mínimo su presencia en el terreno de juego. «Fue una señal de que le había exigido demasiado a mi cuerpo. No dejé que respirara, le exigía como si fuera un robot y no podía funcionar», confesó.

Por si fuera poco, durante el estallido de la pandemia del covid, su hijo nació antes de lo esperado y necesitó de cuidados intensivos durante tres semanas. Una situación de urgencia que le llevó a temer lo peor y por la que decidió dejar de entrenar con el Dortmund, ya que era inviable por motivos de salud dejar el hospital para ejercitarse. Lo que le dejó sin club durante meses y alumbró un nuevo Mario Götze. «Después tuve una perspectiva completamente nueva: nada es más importante que que mi familia esté sana».

Tras ello, se reencontró con el fútbol en la Eredivisie de la mano del PSV, donde disputó dos buenas temporadas, antes de su regreso a Alemania para fichar por el Eintracht. No ha sido la carrera que se esperaba cuando el Signal Iduna Park se frotaba las manos con uno de los talentos más prometedores de Europa, pero Götze ha sido capaz de superar serias adversidades para seguir disfrutando del olor a césped, el contacto con la pelota y de partidos de élite como el de esta noche en el Metropolitano.