Parece mentira, pero en la Edad Media la gente viajaba mucho más de lo que tendemos a pensar a partir de los tópicos sobre la época. Esta constatación fue también una sorpresa para el historiador británico Anthony Bale, uno de los mayores expertos en el periodo entre los años 1000 y 1500, que ahora señala que “el medievo ya empezaba a configurar un mundo globalizado con una multitud de viajeros, desde los peregrinos a los comerciantes pasando por diplomáticos, soldados, aventureros o turistas de entonces”. El Camino de Santiago, la Ruta de la Seda, las expediciones hasta Jerusalén o Constantinopla, la fascinación por Roma o los viajes al Extremo Oriente atrajeron, a pesar de dificultades y peligros, a millones de personas.
Tras 15 años de investigación, este profesor de Literatura Medieval en Cambridge ha buceado en manuscritos y mapas, en crónicas de viajes y en guías, en relatos ciertos o inventados, para ofrecer un original friso de la Edad Media en un libro traducido ya a 20 idiomas. Desde esa perspectiva no duda Bale en afirmar que “las peregrinaciones medievales fueron entonces, como hoy, una mezcla de religión y negocio”.