La desconexión de la que disfrutan los presidentes de la Reserva Federal y el BCE en sus vacaciones probablemente sea muy relativa. Los veranos de los últimos años han sido de pandemia, inflación galopante o de preparativos de bajadas de tipos, con la tensión de acertar con el momento adecuado para el cambio de rumbo. Los desafíos eran compartidos para Christine Lagarde y Jerome Powell. Este verano sin embargo, los retos y el contexto que rodea a ambos bancos centrales son bien distintos. La banquera francesa podrá hacer una pausa —no solo la de los recortes de tipos del BCE decidida este jueves— con la calma de haber alcanzado el ansiado objetivo de una inflación bajo control, aunque el futuro próximo no pueda ser más incierto. Para Powell en cambio, el verano está siendo turbulento, bajo la presión constante de un Donald Trump ansioso por que recorte los tipos y en plena polémica por el elevado gasto que van a suponer las obras de renovación de la sede del banco central.

Lagarde insistió este jueves en que el BCE “está en buena posición para esperar y ver”. Sin duda las complicaciones para la política monetaria no han desaparecido: los aranceles con los que amenaza EE UU son la gran incertidumbre con la que habrá que lidiar en los próximos meses. Pero a falta de conocer aún su cuantía definitiva, el BCE ha podido plantarse en su sucesión de bajadas de tipos de interés y marcharse de vacaciones con la inflación al fin controlada y tomando la decisión por unanimidad.

Tras siete recortes consecutivos y un total de ocho en el último año, el BCE bien podría haber concluido de una vez con las bajadas del precio del dinero en la zona euro. O no. Lagarde se ha encargado de recordar que el nuevo entorno de guerra comercial abre múltiples interrogantes que pueden llevar al BCE a nuevos recortes de tipos o a lo contrario. “No excluimos nada”, se ha limitado a asegurar.

Así, si la UE y EE UU alcanzan un acuerdo rápido en materia comercial, con un nivel de aranceles moderado, sería un alivio para el crecimiento y la inversión en la zona euro. Si a ello se suma el impacto positivo en el crecimiento del mayor gasto en defensa e infraestructuras, habría razones para esperar más inflación y menos motivos para seguir bajando los tipos. Por el contrario, una guerra comercial más cruda debilitaría más el crecimiento y llevaría a los socios comerciales a redirigir sus exportaciones hacia la UE en lugar de EE UU. Un motivo por tanto para esperar menos crecimiento y menos inflación, con un aluvión de productos más baratos. Además, un euro más fuerte podría llevar la inflación por debajo de lo esperado, al abaratar la compra de materias primas clave como el petróleo o el gas.

El BCE da por alcanzado su objetivo de estabilidad de precios en el 2% en el medio plazo. Lo siguiente sin embargo es incierto y va a depender básicamente de lo que decida Trump en materia de aranceles, hasta el punto de que hay gobernadores que temen ya un escenario de desinflación si termina por imponer tasas elevadas a la UE. “Mi trabajo es unificar opiniones y construir una mayoría lo más amplia posible”, ha reconocido Lagarde.

Muy distinto es el panorama para Jerome Powell. La Fed se reúne el próximo miércoles y, una vez más, no se espera que baje tipos. Una vez más, recibirá por ello previsiblemente duras críticas por parte de Donald Trump, cuando no insultos, en una cruzada de la Casa Blanca contra el responsable del banco central de EE UU que ha ganado intensidad en las últimas semanas. Como Lagarde, Powell también está a la espera de conocer el detalle de la política de aranceles y su efecto en crecimiento e inflación, para tomar decisiones. De hecho, los recortes de tipos están en modo pausa desde diciembre, poco después de la victoria electoral de Trump. Pero en EE UU los tipos están aún a un nivel muy superior al de la zona euro, en la banda del 4,25%-4,5% frente al 2% europeo. Los gravámenes de Trump han pillado a la Fed sin haber completado aún la tarea de controlar del todo la inflación y teniendo que prestar más atención al mercado laboral si el crecimiento encoge con la guerra comercial, tal y como se prevé.

Powell, y el mundo entero, conoce el deseo de Trump de echarle de la presidencia de la Fed. El presidente de EE UU, quien le eligió en su primer mandato para el cargo, es ahora su mayor azote por no bajar tipos, en un insólito ataque a la independencia del banco central que ni por asomo sufre Lagarde. Y las costosas obras de reforma de la sede de la institución estadounidense, que se han elevado hasta los 2.500 millones de dólares, son el último caballo de batalla de las críticas del magnate republicano. Trump visitará personalmente el edificio este jueves. Es la primera vez en casi 20 años que el presidente de EE UU realiza una visita oficial al banco central. Y no por ello se prevé que la Fed baje tipos el miércoles. El pulso continúa y promete perseguir a Powell también en vacaciones.