Javier Hernández

Domingo, 5 de octubre 2025, 06:30

La responsable de Medicina Preventiva del Hospital de Salamanca aclara bulos, dudas y novedades de la campaña de vacunación frente a las infecciones respiratorias —COVID, gripe y virus respiratorio sincitial— de este invierno.

Castilla y León empezó esta semana a vacunar en residencias. En Sevilla, un brote de COVID y gripe A ha causado varias muertes en una residencia. ¿Un triste ejemplo de la importancia de vacunarse?

—Nosotros llevamos todo el verano teniendo casos de COVID, pero no hemos tenido un repunte ni una incidencia más elevada. Todavía no ha empezado la epidemia de gripe, porque el periodo epidémico de la gripe y las enfermedades respiratorias en general es a partir de octubre y, concretamente, la gripe suele empezar en diciembre. No es que vayamos tarde con la vacuna. Vamos bien. No ha empezado todavía ningún pico epidémico ni ningún brote, salvo en sitios muy localizados.

Entre quienes rechazan vacunarse abunda la explicación de que lo hacen porque la vacuna les genera algo similar a un resfriado que les dura semanas.

—Esa es la excusa que utilizan los que no se quieren vacunar. La verdad es que las vacunas inactivadas, como la de la gripe, no tienen posibilidad de causar la enfermedad porque utilizan virus inactivados. Esos cuadros pseudogripales que a veces aparecen después de la vacuna forman parte de los efectos secundarios. Pero no es que la vacuna cause gripe, sino que son efectos secundarios descritos en la ficha: dolor en la zona de la inyección y, después, cefalea, artralgias, mialgias… Hablamos de un cuadro autolimitado. Normalmente, los síntomas duran entre 12 y 48 horas sin necesitar ningún tipo de tratamiento. Si la gente habla de síntomas que duran semanas, entonces no es debido a la vacuna, sino a otra cosa.

Los expertos dicen que la incidencia de la gripe en el hemisferio sur ha sido moderada. ¿Podemos confiar en que en Europa también será así?

—En el hemisferio sur, la gripe empieza antes y ya hay datos epidemiológicos publicados, pero no nos podemos fiar de que lo que ocurrió allí se repita en el hemisferio norte, porque pueden ser virus diferentes. Además, el virus de la gripe es un virus que muta muy fácilmente y muy rápidamente. Es verdad que en el hemisferio sur parece que ha sido más leve, pero eso no significa que en el hemisferio norte vayamos a tener la misma evolución.

También es habitual que las personas hagan cálculos sobre cuándo es mejor vacunarse para tener la inmunidad a tope cuando llegue el pico. ¿Hay alguna recomendación al respecto?

—En las enfermedades estacionales hay que vacunarse para estar protegido en el momento en que se prevé que pueda aparecer la enfermedad. Con la gripe, que es un virus que muta mucho, puede suceder que vacunes ahora y en abril contraigas la gripe porque sea un virus diferente que no esté incluido en la vacuna, o porque haya mutado. Por lo tanto, la recomendación es vacunarse cuando las autoridades lo indican. La vacuna de la gripe proporciona inmunidad durante aproximadamente seis meses. Después de ese periodo, la efectividad se va reduciendo. A lo mejor llega abril y ya no tienes la misma protección, por lo que conviene vacunarse en los tiempos indicados. Con la COVID es diferente, porque ya no es un virus estacional; dura todo el año y te puedes vacunar en cualquier momento.

¿En pacientes con el sistema inmune debilitado, conviene medir más el mes en que se recibe la vacunación?

—La duración de la inmunidad protege aproximadamente durante los seis primeros meses tras la vacunación, con lo cual, durante la época en que se prevé gripe, estás protegido. En pacientes muy concretos, si son muy inmunodeprimidos, a veces se recomienda poner una segunda dosis pasados cuatro meses.

Lo que parece claro es que de la vacuna de la COVID apenas hablamos y ha pasado a ser secundaria.

—Hay algo muy claro: lo que no sale en las noticias parece que no existe, pero también es verdad que la epidemiología de la COVID ha cambiado. Ya no vemos casos tan graves como antes, y la tasa de mortalidad es mucho menor, gracias a que la mayor parte de la población está vacunada. Ahora la gente piensa: «¿para qué me vacuno si ya no hay COVID?» Es que, a lo mejor, si no te hubieras vacunado antes, no estarías aquí.

¿La vacuna de la COVID que se inyectará este año es diferente a la del año anterior?

—Sí, la vacuna de este año lleva una cepa actualizada, que es la última que estaba circulando cuando se fabricaron las vacunas, concretamente la LP8.1. No es la misma vacuna que se utilizó en la campaña anterior, sino que está adaptada a las últimas variantes en circulación.

Que desde hace años parece seguir siendo Ómicron.

—Efectivamente, pero tiene linajes diferentes. Es la misma variante, pero con linajes distintos. Y eso es lo que hay que ir adaptando en las vacunas.

Lo que parece una gran noticia es la efectividad del Nirsevimab para la bronquiolitis en menores.

—El Nirsevimab no es una vacuna. Es una inmunización pasiva, no activa, y actualmente está indicada solo para recién nacidos y menores de dos años con factores de riesgo, porque son quienes presentan los casos graves de VRS, que requieren hospitalización y, aunque sean pocos, podría haber fallecimientos. Funciona de maravilla. En el hospital, desde que se empezó a administrar, hemos visto un descenso importantísimo de los ingresos de niños que antes ingresaban con infección por VRS. El año pasado se notó clarísimamente.

A los mayores en residencias también se les va a proteger frente al VRS.

—Pero no con Nirsevimab. No es el mismo medicamento. En los mayores se utiliza una vacuna frente al VRS: una de las tres vacunas autorizadas para mayores de 60 años, o mayores de 50 si tienen factores de riesgo.

El mensaje de los expertos es que no se haga caso a las habladurías y que la población de riesgo se vacune.

—Efectivamente. Lo primero es que, ante la duda, pregunten a los profesionales. Lo segundo es que las vacunas inactivadas, como la de la gripe, no tienen la capacidad de producir la enfermedad.

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