En las últimas décadas, el número de personas con alergias alimentarias y respiratorias parece ir en aumento. Y aunque aún no está del todo claras las causas, existen varias teorías relacionadas con la higiene y la influencia de la contaminación ambiental que tratan de explicarlo, tal y como ha dicho el pediatra Carlos González en el pódcast ‘Criando sin miedo’.

La hipótesis de la higiene

La primera teoría plantea el hecho de que vivimos demasiado limpios. Al reducir la exposición a bacterias, virus y otros microorganismos, puede que “el organismo acabe reaccionando como si fueran peligrosas o infecciones” cosas que no lo son, como “el polen de las flores, la caspa del gato o cosas por el estilo”, ha afirmado González. 

“Había más alergias en familias que se lavaban las manos con más frecuencia”, ha continuado el pediatra, motivo por el que ha insistido en que no conviene obsesionarse cuando un niño gatee por el suelo, se lleve objetos a la boca o esté en contacto con la suciedad normal de un hogar.

Al contrario: según él, el contacto con esos microbios cotidianos podría ser beneficioso a largo plazo, porque ayuda a regular la respuesta defensiva del organismo.

El papel de la contaminación

La segunda teoría tiene que ver con el aire que respiramos. En las ciudades hay más alergias que en las zonas rurales, a pesar de que en el campo haya más polen, lo mismo que hay más alérgicos en los países industrializados que en aquellos en vías de desarrollo.

La explicación estaría en las partículas contaminantes, sobre todo las emitidas por los motores diésel, puesto que estas pueden adherirse al polen u otras sustancias alergénicas y facilitar su llegada a lo más profundo de los pulmones, haciendo que sea más fácil la reacción.