El fallecimiento de Guillermo Fernández Vara ha impactado en el PSOE y más allá de su partido. Formaba parte de una generación de políticos autonómicos que se formaron en el socialismo de Felipe González y de sus colaboradores más estrechos. En su caso, Fernández Vara era un discípulo fiel de Juan Carlos Rodriguez Ibarra que le precedió entre 1983 y 2007 en la presidencia de la Junta de Extremadura, una comunidad autónoma que él dirigió entre 2007 y 2011, y tras una legislatura en la oposición, entre 2015 y 2023. No era fácil suceder al fogoso Rodríguez Ibarra, pero consiguió estampar su sello personal en la gestión de los intereses extremeños.
Médico forense, nieto e hijo de juristas, era un hombre con formación académica, elegancia personal y amplia capacidad de relación. Encarnó en Extremadura, una de las comunidades más pobres de España, un socialismo sin estridencia, pero perseverante, muy del estilo de su mentor Rodríguez Ibarra, aunque tuvo que manejarse con un PSOE diferente, el de Zapatero desde 2007 a 2011 y el de Sánchez entre 2015 y 2023.
Fernández Vara fue disciplinado, aunque reticente. Pedro Sánchez, sin embargo, le llevó a la ejecutiva del PSOE entregándole la secretaría autonómica (2021-2025) y sentándole en el Senado en el que ocupaba el cargo de vicepresidente segundo. No estuvo cómodo en el nuevo socialismo, pero, a diferencia de Javier Lambán, fallecido el 15 de agosto pasado, también expresidente de una comunidad, Aragón, de parecida edad (uno de 1958, el otro de 1957), con formación asimismo sólida, guardó con discreción sus diferencias de criterio con la actual dirección. La enfermedad —un cáncer estomacal de mal pronóstico que él comunicó a finales de 2023— le aconsejó una intimidad política que administró con sabiduría. En privado, entendía las críticas de Rodríguez Ibarra a Sánchez, pero en público no se hizo nunca eco de ellas y prefirió un perfil bajo.
Su muerte, no obstante, tiene una grave significación en el PSOE, porque Fernández Vara nada tenía que ver con los modelos políticos del sanchismo, aunque no los impugnase. Estaba ahormado en otro estilo, en otra manera de conducirse, en una dialéctica más propia de los años de la Transición que los de la confrontación. Aunque bajo su liderazgo el PSOE ganó las elecciones autonómicas de mayo de 2023, perdió el poder, porque empató en escaños con el PP (ambos con 28 asientos, aunque los socialistas obtuvieron 6.000 votos más que los populares), se despidió de la presidencia de la Junta con señorío y deseando a su sucesora, María Guardiola, la mejor de las suertes. Luego, se fue apagando, aunque —como Javier Lambán— manteniendo el tipo: asistió a las citas institucionales y partidarias porque, como repitió muchas veces, ‘quiero vivir’. Y lo hizo.
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El PSOE se está quedando sin referentes autonómicos sólidos. En Asturias, Adrián Barbón se encuentra en un trance difícil; en Castilla-La Mancha, García Page está señalado como un disidente, en Cataluña, Salvador Illa es el representante del PSC y en ninguna de las comunidades se detectan alternativas que no sean los ministros de Sánchez. Una de las fortalezas del socialismo felipista consistió en la red de líderes autonómicos referenciales, entre otros, Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves, José Antonio Griñán, Marcelino Iglesias, Vicente Álvarez Areces, Javier Fernández, José Bono, José María Barreda, Joaquín Leguina, Joan Lerma… Ahora ese espacio está yermo y, tras la debacle territorial de mayo de 2023, desembarcará una nueva generación pasada por el cedazo del sanchismo.
No serán líderes como Guillermo Fernández Vara, que acampó en las dos orillas del PSOE: en la del que fue y en la del que es. Fue el extremeño un hombre que trató de integrar, lo hizo mientras pudo, distinguió la política con clase y se sumió en la discreción que es la forma en la que él entendió la fidelidad discrepante con proyecto socialista actual.
El fallecimiento de Guillermo Fernández Vara ha impactado en el PSOE y más allá de su partido. Formaba parte de una generación de políticos autonómicos que se formaron en el socialismo de Felipe González y de sus colaboradores más estrechos. En su caso, Fernández Vara era un discípulo fiel de Juan Carlos Rodriguez Ibarra que le precedió entre 1983 y 2007 en la presidencia de la Junta de Extremadura, una comunidad autónoma que él dirigió entre 2007 y 2011, y tras una legislatura en la oposición, entre 2015 y 2023. No era fácil suceder al fogoso Rodríguez Ibarra, pero consiguió estampar su sello personal en la gestión de los intereses extremeños.