Borja Cavia

Viernes, 25 de julio 2025, 07:38

En la página de Wikipedia dedicada al año 1890 falta el acontecimiento más importante de esos 365 días. De hecho, el mes de julio al completo está vacío quizá porque el autor desconoce que el día 25 se inauguró un recinto que sigue muy vivo y que hoy cumple 135 años: la plaza de toros de Cuatro Caminos.

Mal que le pese a algunos que creen que la afición taurina en Santander data de época reciente, los toros en la capital ya se habían lidiado siglos antes y habían contado con recintos adecuados para la lidia. Y es que el primer escrito relacionado con el mundo taurino data del 12 de noviembre de 1503, cuando en la celebración del Voto de San Matías las reses recorrieron las calles de la ciudad. Una data histórica que tuvo continuidad temporal en años y siglos posteriores, aunque con la irregularidad de una época en la que los toros eran parte fundamental de las fiestas y las celebraciones.

Como la cosa crecía, la ciudad decidió que había que habilitar un recinto fijo para los festejos. El primero de ellos se construyó en la calle Juan de Alvear, cercana a la Calle Burgos, en los años cuarenta del siglo XIX, mientras que la segunda, con capacidad para 6.500 espectadores, se elevó en los terrenos donde se construiría el posterior Sanatorio de Madrazo, un coso que se quedó pequeño y que fue sustituido por el actual. Fue erigido en base al proyecto del santanderino Alfredo de la Escalera, que diseñó un recinto en mampostería, hierro y ladrillo con aforo para 11.700 espectadores. El cartel inaugural lo compusieron toros del Conde de la Patilla para los diestros José Sánchez del Campo ‘Cara-Ancha’ y Luis Mazzantini, una mezcla de torero y político que fue concejal en Madrid y también gobernador civil de Guadalajara y Ávila. Fueron tres los festejos de aquel ciclo inaugural, uno de ellos con Lagartijo estoqueando seis animales en solitario.

Con cientos de anécdotas a lo largo de su historia, por Cuatro Caminos han pasado todas las figuras de la historia del toreo, se han celebrado varias corridas monstruo, se han indultado dos toros –de Adolfo Martín y La Quinta– y hasta se ha ido un animal vivo al desolladero, un suceso del que hace unos días se cumplieron veinte años.

Hierros en la arcada

En su concepción, el coso tenía previsto contar en su arcada con todos los hierros existentes en ese año. Hacían falta 94 huecos, pero no había, en ese 1890, tantos hierros en el campo bravo. Se fueron colocando, uno a uno, hasta que llegó el turno de improvisar el relleno de uno de los espacios. La situación es fácil de imaginar: operarios y responsables reunidos para ver qué hacían. La solución fue contundente, ‘improvisamos un hierro’. Alguno de los protagonistas tenía raíces en la zona oriental de Cantabria y optó por barrer para casa, dibujar un cangrejo y bautizarlo como La Argoñesa, una ganadería ficticia cuya imagen todavía permanece en lo alto del coso, encima de la andanada del tendido 6. Si el cangrejo permanece imperial presidiendo los festejos cada tarde, otros hierros han cambiado con el paso de los años para dar paso a los de ganaderías que no existían a finales del siglo XIX, entre ellos los de Santa Coloma, Párlade, Hidalgo Rincón o el de Martínez Elizondo, es decir, de la casa Chopera.

Los míticos empresarios donostiarran también tienen amplia relación con la plaza, toda vez que fueron los gestores de la feria hasta que el Ayuntamiento absorbió la gestión para alzar la Feria de Santiago hasta acercarla al lugar que hoy ocupa en el panorama taurino. Antes, en 1978, había sido el consistorio que dirigía Juan Hormaechea el que había adiquirido la plaza, tocando fondo la actividad taurómaca con un solo festejo.

Cuatro cántabros han tomado la alternativa sobre el otrora ruedo ferruginoso del recinto:El Norteño, Curro González, Diego Rueda y Francisco Marco, navarro de origen y santoñés de adopción y que, de momento, ha sido el último en doctorarse en un espacio que tuvo en 2016, con el indulto de Madroñito de Adolfo Martín por parte de El Cid, y en 2022, con el perdón de la vida de Hurón, de La Quinta, por parte de Miguel Ángel Perera, dos momentos clave dentro de sus 135 años de historia, un cumpleaños al que llega con buena salud, con el drenaje recién remodelado y, sobre todo, con el graderío lleno.

Una celebración, sin duda, que ya le pone en camino de festejar el siglo y medio de vida.

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