«Mi pueblo se muere». «No lo digo yo. Lo dice un clamor que, a diario, surge de la garganta de uno de cada diez españoles: son los que viven en el campo y ven impotentes cómo se ignora su voz y se ningunean sus necesidades. En este país tenemos 8.131 municipios, y la mitad no alcanzan los 13 habitantes por kilómetro cuadrado». Así empieza el emotivo discurso del escritor turolense Javier Sierra, ganador del Premio Planeta en 2017, quien ha sido uno de los tres protagonistas en la lectura del manifiesto de la España Vaciada, al finalizar su marcha en Madrid.
«Sus pueblos –que son también los tuyos, los de tus abuelos o tus amigos- se mueren». El escritor confiesa que los pueblos se mueren «cada vez que una familia debe marcharse a una gran ciudad por falta de oportunidades y servicios esenciales, cambiando la España vaciada por la España hacinada». «Se mueren cuando se pierde un oficio, o uno de esos saberes del campo que se han transmitido de generación en generación hasta ayer», prosigue.
Se mueren, también, «cuando nuestros hijos se quedan sin un colegio cerca de casa porque ya no hay niños en las clases, ni llegan libros nuevos a la biblioteca, ni hay profesores que quieran instalarse en el pueblo, y donde tener internet en el aula es un lujo exótico». «Se mueren por el descuido de las administraciones, que impide que muchos núcleos rurales limpien sus bosques, lo que daría trabajo y sustento a los vecinos. Y así se acumula la madera y el matorral que alimenta el diablo del fuego cada verano», señala.
El escritor recuerda también que los pueblos se mueren «cada vez que una autovía aparta a un pueblo de la carretera y no se hace nada por atraer hasta él a esos conductores que nunca más pararán a descubrirlos, cuando «se cae el lienzo de un castillo, el tejado de una iglesia, o un retablo o una pieza histórica son saqueados por falta de un cerrojo o una alarma». Y sobre todo, «cada vez que alguien de este mundo urbano juzga con aires de superioridad intelectual al campo, olvidándose de que la palabra ‘cultura’ viene del latín ‘cultus’, que no es sino el cuidado de la tierra».
También, reza el manifiesto, «se mueren cuando en los medios de comunicación se deja de hablar de lo rural, de rodar películas, componer música o escribir sobre nuestros pueblos. Y cuando lo hacen, se ocupan solo de sus desgracias, ofreciendo una imagen triste, deformada, de lo que somos».
Y sobre todo se mueren «cuando se cierra un centro de Atención Primaria, un dispensario, una oficina de correos, un cuartel de la Guardia Civil, un retén de bomberos, un quiosco, una panadería o un sencillo cajero automático«.
«A nuestros pueblos también los están matando»
Además, confiesa, «a nuestros pueblos también los están matando». «Lo matan las instalaciones masivas de energías renovables, o ahora de Biogás, que destrozan paisajes milenarios de alto valor medioambiental. El asesino se esconde asimismo detrás de las macrogranjas que industrializan todo sin miramiento, destrozando un equilibrio que daba de comer a miles de familias», recalca. También «las políticas corruptas que lo permiten, y que encargan los estudios de viabilidad ecológica a las propias empresas que las promueven».
También, dicen, «lo matan las malas decisiones que han dejado extensas regiones del país sin un ferrocarril digno, aislándonos», la «incapacidad» de alcanzar un pacto de Estado por una sanidad pública, los centros de datos que consumen «millones de litros de agua que desecan nuestros acuíferos y desertifican la tierra».
«Lo matan las placas solares que cubren miles de hectáreas de nuestros campos, cuando podrían haberse instalado sobre tejados de casas, naves industriales, superficies comerciales o aparcamientos que ya han hormigonado la tierra antes», prosigue.
Pero pese a todo lo anterior, Javier Sierra concluye que «se puede vencer el duelo por todas estas muertes» y darle «solución a todo esto».
«Reclamamos un diálogo con sentido común y visión de futuro. Queremos que el mañana sea sostenible y esté por encima de los beneficios cortoplacistas que esquilman nuestros pueblos de recursos naturales y expulsan a los vecinos», reclaman, y piden que se dé voz «al sector primario, a la agricultura y a la ganadería tradicional y profesional», y que se tenga en cuenta a los habitantes del medio rural para «lograr un equilibrio justo y común, del que no se avergüencen las generaciones del futuro».
«Queremos poner en valor el trabajo de la mujer en el campo y protegerlo, frente a mentalidades ya muy desfasadas». «Queremos crecer en bienestar y progreso, pero cuidando a la Madre Tierra, que es la tuya, la nuestra, y también la de quienes nos empujan ahora a denunciar todas las muertes que nos amenazan», concluyen el manifiesto con el lema «salvemos juntos al mundo rural agredido».