Durante los 40 años que duró el régimen franquista en España, los corresponsables extranjeros que se encontraban en el país tuvieron que enfrentarse a la persecución, por la falsa idea de que podían ser espías, estar sirviendo a la causa rival. Estas personas ponían en peligro los discursos sobre el movimiento que tan vitales fueron para Franco, especialmente para no generar conflicto con los católicos del exterior.

Para «pastorear» a los periodistas, existió la figura de Gonzalo de Aguilera Munro, un aristócrata y capitán del ejército golpista, que desempeñó la función de jefe de prensa de Francisco Franco y Emilio Mola, para controlar la imagen que se daba al mundo. «Es un personaje absolutamente inconcebible, inabarcable, extravagante, contradictorio», explica Álvaro González, que publica Capitán Veneno, analizando el papel de este personaje.

El código iframe se ha copiado en el portapapeles

El oficial de prensa de Franco que pastoreaba a los corresponsales

00:00:0047:33

FacebookTwitterLinkedinWhatsAppCerrar

«Hubo gente con la que tuvo muy mala relación, algunos a los que tuvo que amenazar de muerte, otros a los que tuvieron que conseguir sus informaciones mediante coacciones, encerrándolos en calabozos y de forma muy tétrica, pero con otros tuvo amistad, porque muchos de los corresponsales eran simpatizantes de la causa franquista abiertamente», asegura.

La vida de esta figura fue toda una montaña rusa que acabó con un final terrible. «Encontramos una persona automarginada en el régimen porque detestó que Franco no restaurase la monarquía, ni le diese a la aristocracia el papel que él creía que debía tener. Se confina en su finca en Salamanca, se dedica a leer libros de forma compulsiva, fumando cigarros de dos en dos y elaborando teorías», explica, recordando que escribió un libro que es un «auténtico delirio», donde se puede percibir que poco a poco va perdiendo la cabeza.

Ante el avance de su inestabilidad mental, su esposa y sus dos hijos, de 47 y 39 años, tratan de ponerse al frente de los asuntos de la finca y Aguilera protagoniza un episodio trágico, asesinando a sus dos hijos. «Hay una frase que es la que más me inquieta de toda la historia de Aguilera. Después de matar a sus dos hijos, se lo llevan en la furgoneta de la Guardia Civil y le pregunta a los agentes cómo ha quedado el Betis. Ante el estupor de los guardias, dice: «Si no hablo, me acuerdo de lo que acaba de pasar». A mí me parece un ataque de lucidez, en una locura que venía de años que me hiela la sangre», añade. Falleció en el Hospital Psiquiátrico de Salamanca, donde fue recluido tras el suceso.