El Sevilla llega a la segunda pausa liguera con la felicidad que demandaba Antonio Cordón. La victoria ante el Barcelona no sólo supuso un golpe a LaLiga, con la primera derrota del actual campeón, sino que elevó a Matías Almeyda. Todo lo … bueno que se había apuntado sobre el entrenador argentino se concentró en 90 minutos. Desde la pizarra al desarrollo del partido y los posteriores cambios reafirmaron al preparador. Ese mensaje que tanto había gustado en el sevillismo, pero que estaba a la espera de resultados, coge más fuerza tras un triunfo de nivel que catapulta al Sevilla a la zona europea más de tres años después. Apenas tres meses desde su regreso a Nervión le han bastado a Almeyda para demostrar que va muy en serio en su pretensión de darle la vuelta a la situación.
«Se cortan un montón de cosas negativas», apuntó el propio Almeyda tras el encuentro para realzar la vitoria. Tenía ganas el argentino de sumar el primer triunfo en el Ramón Sánchez-Pizjuán y, además, llegó ante el líder y con el mejor partido de la temporada. Diez temporadas sin ganarle al Barcelona como local, dentro de esa dinámica negativa ante los grandes del fútbol español; o las dos victorias seguidas en el torneo liguero muchos meses después elevan la importancia de un partido que devolvió el ambiente de alegría colectiva al feudo sevillista. Un triunfo histórico por esa goleada que no se alcanzaba desde hacía 54 años contra el equipo azulgrana, que apareció empequeñecido ante el plan de partido que había preparado Almeyda.
Un mensaje ganador
El técnico se ha ganado al vestuario. Si desde el primer día se ha convertido en el líder del grupo, su mensaje ha ido calando al confirmarse con los hechos. Una confianza plena en el grupo, del que ha tirado siempre que ha sido necesario y mensajes de confianza para cambiarle la cara a ese equipo perdedor de años anteriores. Reforzar la autoestima fue una de las primeras tareas de Almeyda y poco a poco ha ido modelando esa nueva mentalidad de su equipo. Su discurso durante esta semana se dirigió a ese punto para que sus futbolistas estuvieran convencidos de que se le podía hacer frente al Barcelona, más allá de las dificultades que siempre aparecen en este tipo de partidos.
La fiesta que se vivió en el vestuario nada más acabar el partido demuestra esa comunión que ha alcanzado el grupo. Hasta el inédito Joan Jordán apareció abrazado a sus compañeros mientras festejaban la victoria. «Una tarde inolvidable. Un partido para el recuerdo. Seguimos todos juntos», escribió César Azpilicueta, un futbolista que se ha convertido por derecho propio en uno de los líderes del equipo tanto dentro como fuera del terreno de juego.
Los retoques tácticos
El plan de Almeyda también tuvo su parte de pizarra. Para empezar, un cambio de sistema para volver a la defensa de cuatro y colocar un hombre más en la medular. La premisa de frenar la sala de máquinas del Barcelona, con ese triángulo que forman De Jong, Pedri y Dani Olmo, con un despliegue físico excepcional. Una batalla de duelos individuales para hacerle saber al equipo azulgrana qué tipo de partido le esperaba en el Sánchez-Pizjuán. Cerrando todos los espacios interiores para dificultar el habitual juego azulgrana, a lo que añadió rapidez para iniciar las jugadas de ataque, con Rubén Vargas y Alexis Sánchez especialmente inspirados.
Aunque la presión perdió metros en el segundo tiempo, la defensa sí se mantuvo firme al son de César Azpilicueta, que ofreció una lección magistral. Bien acompañado por Suazo, Marcao y Carmona, quien incluso tiró de exuberancia física para lanzarse al ataque en el minuto 90 y sentenciar el partido con un disparo cruzado. Una nueva versión goleada para el visueño después de las asistencias que había acumulado en anteriores encuentros.
Las cifras de la mejoría
13 puntos en la jornada octava retrotraen al Sevilla a otra época de objetivos superiores. Un equipo al que le costaba hacer goles convertido ahora en el tercer máximo realizador del campeonato con 15 dianas, sólo superado por Real Madrid y Barcelona. Una ambición como equipo para no conformarse con amarrar la victoria y seguir buscando goles ante el actual campeón liguero. Un equipo que ha mejorado su faceta defensiva pero que también acumula numerosos jugadores en el área rival. Un despliegue físico que recuerda al del mejor Sevilla reciente con Julen Lopetegui a los mandos.
La clasificación atestigua esa mejora. Hacía casi tres años y medio que el Sevilla no ocupaba puestos europeos en LaLiga. Desde la última jornada de la temporada 21-22, cuando logró clasificarse para la Champions, el club nervionense sólo había estado entre los seis primeros en la primera jornada del anterior campeonato, igualado con otros once equipos. Pura anécdota. La octava plaza con Xavier García Pimienta en la jornada vigésima séptima, tras derrotar a la Real Sociedad (0-1) había sido el mejor lugar, aunque, curiosamente, cuatro partidos después el catalán sería destituido tras enganchar esa serie de derrotas seguidas.
Apenas han transcurrido tres meses de la llegada de Almeyda, con ese verano de planificación complicada y tardía, pero que tampoco ha sido excusa para el argentino. Con el mono de trabajo puesto desde el primer día, el técnico le ha cambiado la fisonomía al equipo sevillista. De la mano de Antonio Cordón, su gran valedor en Nervión, Almeyda ha elevado las revoluciones del club.