Las protagonistas, jóvenes de diferentes países, contextos sociales y trayectorias, comparten un mismo punto de partida: la ambición de llegar a la Fórmula 1. Sin embargo, la serie no las presenta como heroínas de cartón, sino como personas complejas, llenas de contradicciones, miedos y dudas. Vemos sus entrenamientos, sus accidentes, sus frustraciones; pero también sus risas, sus complicidades, sus llamadas con la familia después de una carrera fallida. Esa mezcla entre el rugido del motor y la vulnerabilidad cotidiana es una de las claves de su éxito.

El tono del relato es honesto y cercano. No edulcora la realidad del automovilismo, ni pretende mostrar una historia de empoderamiento superficial. A lo largo de los capítulos, la serie aborda temas tan diversos como la financiación (una de las grandes barreras para cualquier piloto joven), la presión mediática, el peso de las redes sociales o la necesidad de construir una imagen pública que atraiga patrocinadores. En ese sentido, la docuserie trasciende el ámbito del deporte para adentrarse en un retrato más amplio de lo que significa ser mujer en un espacio dominado por hombres, donde cada error puede convertirse en un argumento para quienes aún dudan de la legitimidad del proyecto.

Netflix entiende que el éxito no reside únicamente en el público tradicional del motor, sino en una audiencia mucho más amplia que busca historias inspiradoras. Y F1: La academia lo consigue gracias a su combinación de velocidad y emoción humana. Cada plano, cada conversación, cada mirada cómplice entre las pilotos transmite una energía que engancha incluso a quienes nunca han seguido una carrera. Hay algo profundamente cinematográfico en la forma en que la serie retrata la pasión por competir y el sacrificio personal que conlleva hacerlo en igualdad de condiciones.

Por qu F1 La academia es el nuevo fenómeno documental de Netflix

La producción visual es otro de sus grandes aciertos. La cámara se mueve entre los boxes y los circuitos con una naturalidad casi documental, pero con un sentido estético que roza el videoclip. Los colores, el sonido, la tensión de las luces artificiales reflejadas en los cascos crean una atmósfera hipnótica. Todo está medido para que el espectador sienta el vértigo de la velocidad sin perder el hilo emocional de la historia. Esa dualidad —adrenalina y sensibilidad— es lo que convierte a esta serie en una experiencia inmersiva.