“Apúntalo” remarca Óscar Jaenada levantando, alegre, el tono de voz. Lo que hay que apuntar es lo siguiente. En La suerte, serie escrita por Borja González Santaolalla y Diana Rojo, se narra el fortuito y bizarro encuentro entre un taxista interpretado por Ricardo Gómez y un torero al borde de la retirada al que da vida Jaenada.

En una secuencia inolvidable, el diestro se mira cara a cara con un toro salinero enorme. Está al final de su carrera, y se aparta de la fiesta que se celebra en su finca para meterse en el tentadero, quien sabe si buscando revivir las sensaciones de la plaza.

Lo que hay que apuntar nada tiene que ver con el argumento, pero sí con esa secuencia en concreto, por lo demás de una potencia estremecedora. “Menos mal que el toro era manso” señala este iletrado cronista que asocia el color del animal a su condición.

“Menos mal”, asiente aliviado el actor. “No, no. No estaba castrado, el toro no era manso”, desvela Paco Plaza, codirector de la serie junto a Pablo Guerrero. De ahí el “apúntalo” del actor y el posterior estallido carcajadas.

La anécdota, sobre la que regresaremos después, da la medida del riesgo de una serie que se juega el tipo a todos los niveles: el interpretativo —verbigracia Jaenada frente a un bicho de 600 kilos sin trampa ni cartón ni VFX—; el temático —hablar de España recurriendo a una tradición tan polémica como la tauromaquia— y el tonal, proponiendo un acercamiento entre dos tipos que no comparten nada, mezclando formatos y referencias y combinando estéticas y tradiciones que van del surrealismo al esperpento.

Para ello ha sido necesario tener “la gran suerte de gozar de una libertad absoluta; nos han dejado hacer una serie que se sale de los cauces”, apunta Paco Plaza.

“Teníamos claro desde el principio que queríamos hacer una serie que estuviéramos legitimados a hacer solo aquí. Yo nunca había hecho una serie, la primera vez que hablamos Pablo (Guerrero) y yo de la posibilidad en abstracto de hacer una, le decía, yo no quiero hacer una adaptación que parezca una serie nórdica ambientada en España, o adaptar modelos foráneos. Me gusta hacer cosas que siento que estoy legitimado para hacer y lo único que estamos legitimados para hacer solo nosotros es algo que hable del mundo de los toros», asegura el director valenciano.

Juan Diego Botto, en el edificio Telefónica de Madrid. Foto: Sara Fernández

Y defiende: «Cuando más hundes las raíces en tu cultura, más fácil es que las ramas se expandan y que lo local llegue a ser universal. ¿Qué lo voy a explicar yo a un danés de un cadáver que aparece en un bosque? Pues poco. Pero si le explicó qué es un torero va a flipar, va a decir ¿qué cojones es esto? Creo que la ficción es una ventana al mundo de dos direcciones, para que los demás vean cómo somos y para nosotros poder enseñar quienes somos a los demás”.

La suerte se nos presenta como una road movie estática en la que David (Ricardo Gómez), un taxista que prepara su examen de ingreso en la abogacía del Estado, se convierte de manera inesperada en el chófer de un torero, primero por casualidad, después porque le da suerte.

A partir de esa premisa, en la que el azar confunde los destinos de dos personajes opuestos, la serie nos sitúa en un escenario distinto en cada episodio, suprimiendo los trayectos entre ciudades.

Fotograma de 'La suerte'.

Fotograma de ‘La suerte’.

“Hay muchos motivos para que esto sea así”, indica Plaza. “Primero, por ser coherentes con lo que es la vida de la gente que tiene esta profesión, que es una especie de itinerancia constante, como una gira de rock and roll, por los sitios donde están en fiestas: van a Valencia en Fallas, van al Pilar en Zaragoza, van a Pamplona en San Fermín; su día a día es estar en un sitio donde la normalidad no existe. Estamos hablando de gente que tiene una vida que no es normal, que tienen profesiones que no son normales, y lo que nos interesaba era, a la vez, utilizar ese viaje exterior como una plasmación de un viaje interior. Hablamos de dos personajes que empiezan estando situados en polos opuestos y que viajan hacia un encuentro. Eso nos parecía bonito, que fuese una road movie emocional”.

Pero esa no es la única razón: «También porque de manera no ambiciosa, y no quiero que esto suene presuntuoso, queríamos reflejar una parte amplia de esa pluralidad que existe en España, no queríamos hacer una serie anclada en un lugar, sino que mostrara la diversidad que tiene nuestro país».

Albert Serra  y Pere Gimferrer en casa de este último. Foto: Pau Venteo

Pero ¿cómo son ese taxista y ese torero? “Son dos personas totalmente distintas desde la base. Aunque se pasen todo el día hablando, cuando cada uno se acueste en su cama pensará del otro: ‘qué tío más raro’. Parten de posiciones irreconciliables”, declara Óscar Jaenada.

Su compañero de reparto, Ricardo Gómez, aporta un matiz: “Creo que son distintos en todo y si hay que encontrar algo que tengan en común, y pienso que ese es el camino que va desarrollando la serie, es a que a ninguno de los dos, llegado el momento clave, le cuesta escuchar. Creo que eso es lo que tienen en común, que pese a la distancia sideral que hay entre uno y otro, pese a los prejuicios que puedan tener, como están abocados a pasar horas encerrados en un taxi, no les importa escucharse”.

Y Jaenada profundiza: “Creo que hay un interés mutuo, una curiosidad, que tiene que ver con el punto de partida de la historia, en la que los dos personajes están en crisis: uno presentándose a una oposición, sin creerse demasiado que pueda sacarla, el otro viendo que su carrera se acaba… Y cuando se encuentran, pese a las diferencias, se aportan cosas el uno al otro”.

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Pero ¿cómo se mete uno en la piel de un torero? “Había hecho Camarón (Jaime Chávarri, 2005) y Cantinflas (Sebastián del Amo, 2014), y ambos personajes tenían mucha afición a los toros, así que asistí a la plaza en dos ocasiones para obtener cierta visión, cierto color, cierta memoria de lo que es el mundo del toreo, aunque eran personajes que iban por otro lado. En este caso lo fundamental era el toreo y el torero, así que necesitaba un torero para poder meterme en el personaje».

«Hay poca documentación sobre el torero, hay pocos vídeos en Youtube sobre un torero… Me refiero al torero en la intimidad, en su casa, en su día a día, que reflejen su pensar. Había muy poca cosa y, aparte, hablamos de un proceso muy cerrado, que necesita de cierto ensimismamiento, por lo que también es difícil llegar a ellos”, apunta Jaenada.

Y aquí surge la figura del diestro Alejandro Talavante. Un amigo común les facilitó el acceso y el torero “me permitió meterme dentro de ese universo, todo gracias a su enorme generosidad, porque, obviamente, yo vengo de otro mundo, estoy posicionado al otro lado en muchas cosas, pero él me abrió la puerta de su casa, y no solo eso, sino que a través de las preguntas que le iba haciendo noté que me abrió su corazón, expresó sus razones, me habló de esa convivencia con el miedo tan naturalizada. Lo de convivir con el miedo me llamó muchísimo la atención y es como vive un torero, por lo menos Alejandro Talavante, y eso me pareció muy interesante».

«Y ahí fuimos, a indagar de dónde viene ese miedo, a observar cómo se enciende esa cara antes de morir, caras que solo ves en los documentales de accidentes de coches rodados con GoPro… Cuando tienen el toro encima se les cambia la cara, el rictus no lo pueden controlar… Esos ojos abiertos para verlo todo. Ahí llegamos paso a paso, pregunta tras pregunta, gracias a la generosidad de un maestro”, explica.

Paco Plaza con Ricardo Gómez y Óscar Jaenada en el rodaje de 'La suerte'.

Paco Plaza con Ricardo Gómez y Óscar Jaenada en el rodaje de ‘La suerte’.

Quien ha cambiado radicalmente de tercio es Ricardo Gómez, que parece ponerse a prueba en cada nuevo papel que elije.

De un policía circunspecto en El sustituto (Óscar Aibar, 2021), a un promotor ‘discotequero’ de la noche valenciana en La ruta (Borja Soler, Roberto Martín Maiztegui, Clara Botas & Silvia Herreros, 2022) pasando a un guardia civil airado en Romancero (Fernando Navarro & Tomás Peña, 2023) para encarnar ahora a un taxista improvisado que busca darle esquinazo a la precariedad y que se ve metido en un escenario que le tiene entre espantado y fascinado.

Quizá por eso aceptó probar suerte: “Me interesan mucho los proyectos que tienen algo de particular, que se salen un poco de la norma. Está claro que somos actores y que trabajaremos en proyectos más canónicos, que se parecen a aquello que ya has visto mil veces, pero si tienes la suerte y el privilegio que he tenido yo en estos últimos años de poder elegir, de poner un ojo en lo que hago y en lo que no, pues siempre prefiero meterme en proyectos especiales que tengan un valor añadido, que partan de una idea distinta. Luego la cosa puede salir bien o no, pero, inicialmente, lo que se pretende hacer es algo único, aunque suene un poco hiperbólico».

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«Así que cuando Paco (Plaza) y Pablo (Guerrero) me hablaron del proyecto, cuando me dijeron que querían rodar en 16 milímetros para Disney+ y para todo el mundo una serie sobre un torero y un taxista, dije ‘vámonos’. Tengo claro que prefiero un fracaso de algo especial —aunque sé que esta serie no lo será—, de algo que intenta buscar nuevos caminos, salirse de los límites, que lograr un éxito con algo canónico”, asegura el intérprete.

Pero Ricardo Gómez y Óscar Jaenada no están solos. Les acompaña una cuadrilla de teloneros cuyas impagables actuaciones les llevan a robar el show en no pocas ocasiones. Quédense con los nombres de Carlos Bernardino, un Joe Pesci a la andaluza, y Pedro Bachura, que encarna a un exconvicto que solo le tiene miedo al mal fario.

Sobre ellos habla Pablo Guerrero: “Primero hay que decir que son personajes que están muy bien escritos. Después, queríamos encontrar a tipos que formaran parte de un mundo nuevo que orbitaba alrededor del personaje de Óscar (Jaenada) y queríamos caras nuevas. Y dentro de esa libertad a la que aludía Paco (Plaza), cuando llegó la hora del casting nos encontramos con Carlos (Bernandino) que vino para irse. Llegó a la prueba con la ropa que llevaba, con la idea de hacerla rápido y marcharse. Nosotros le dijimos simplemente que lo pasara bien y el tío se tiró a la piscina y nada más empezar lo vimos claro…”.

Paco Plaza apostilla: “En la toma uno del casting ya nos lanzamos la miradita de ‘es este’”. Sigue Pablo Guerrero: “El personaje de Pedro Bachura estaba escrito para alguien de otra edad, que era un tanto distinto, pero cuando la bestia entró a hacer la prueba el terremoto fue tal que quedó claro enseguida”.

Fotograma de 'La suerte'.

Fotograma de ‘La suerte’.

Para que ese microcosmos taurino no se desarmase, para que todo resultase veraz, necesitaban un sello de garantía. Ese sello se llama Óscar Higares, torero antes que actor.

“La garantía era Óscar (Higares) porque nosotros queríamos que la cuadrilla —esa cuadrilla tan loca— llevara la comedia en volandas y necesitábamos a alguien que nos pusiera los pies en el suelo, que aquello no fuese un encadenado de chistes”, explica Guerrero.

No sabemos si Higares estaba en la secuencia de la plaza. Estaban Óscar Jaenada, un toro de seiscientos kilos y el equipo técnico. Si algo sucedía, Pablo Guerrero debía intervenir. Jaenada daría la señal. Enciendan su proyector mental y pónganle imagen y sonido a las palabras del actor. Recuerden: noche cerrada, un tentadero, un toro (enorme) y un torero mirándose a los ojos, a un dedo de distancia. “En esa plaza habían matado un toro hacía relativamente poco tiempo, así que cuando este toro salió, olió la sangre, empezó a desafiar y a pitear y a la que hizo dos ruidos yo grité ‘¡Pablo (Guerrero), piensa algo!’”.

Fotograma de 'El refugio atómico'.

Más allá de las palabras de socorro, Jaenada acerca su mano a la frente del toro hasta casi tocarla. “Este señor tiene mucha casta”, sentencia Pablo Guerrero refiriéndose al actor, “y sabía que esa era LA secuencia y echó todo lo que había que echar para sacarla adelante”.

Jaenada sigue el hilo del relato: “Todo lo que había aprendido lo tenía que sacar ahí, pero estaba cagado, cagado, pero había que ponerlo todo ahí… y cuando se acerca el toro y le hago así con la manita —repite el gesto de la secuencia—… Salió muy bien, pero yo estaba cagado”.

Paco Plaza con Ricardo Gómez en el rodaje de 'La suerte'.

Paco Plaza con Ricardo Gómez en el rodaje de ‘La suerte’.

De eso habla, en parte, La suerte, de convivir con el miedo. También de ser capaz de convivir con el otro, “con ese tipo con el que compartes el metro mientras él va en dirección a Las Ventas. Convives en el mismo país, en la misma ciudad y en el mismo barrio con gente que tiene esa afición que tu detestas”, señala Ricardo Gómez.

Y remata: “La suerte es una historia de amistad. El único momento en el que la cámara entra en la plaza representa esa relación que se ha forjado entre ambos. Mi personaje duda a la hora de entrar, porque le tiene cariño a esa gente pero al mismo tiempo tiene sus convicciones, pero escucho que a mi amigo le ha podido pasar algo y me meto en la plaza no para ver el espectáculo si no para ver cómo está él”.

Como le dijo el cantante Joaquín Sabina al periodista Jesús Quintero en 2011: “¿Hay que prohibirlos? Supongo que sí (…) mientras, yo trataré de ir todas las tardes. Yo soy incapaz de defender los toros porque son indefendibles, lo que pasa es que me gustan mucho”. La suerte es, en definitiva, un capítulo más de la historia de un país contradictorio.