Es precisamente porque se conocen tan bien que, de no ser así, el rey Felipe y la reina Matilde se habrían llevado una mala primera impresión de don Felipe y doña Letizia este martes. La pareja real española llegó al Palacio Real de Bruselas con cuatro minutos de retraso. Una falta en el protocolo belga, en el que la puntualidad es uno de los signos supremos de respeto.

A pesar del retraso, el reencuentro fue muy cordial. Ambas parejas reales se saludaron con dos besos, y Felipe añadió un beso en la mano de Matilde. “Nos encontramos con varios atascos, dijo el Rey español, entre disculpas y bromas. Esto demuestra que incluso una caravana VIP con escolta policial puede quedarse atascada en Bruselas, que ocupa el décimo lugar entre las ciudades con más tráfico del mundo, según el sistema GPS TomTom.

Don Felipe y doña Letizia, que llegaron a Bruselas el lunes por la noche y durmieron en un hotel, estuvieron en Bélgica durante 24 horas para la inauguración de Europalia en Bozar. El festival de arte de este año está dedicado a España, e incluye una exposición sobre el pintor Goya. Pero antes de disfrutar de la muestra, los Reyes tuvieron una audiencia y un almuerzo de trabajo en el palacio. Lo que discutieron a puerta cerrada, en inglés, es confidencial. Pero sin duda, tienen mucho de qué hablar.

Felipe VI gobierna un país dieciséis veces más grande y con cuatro veces la población de Bélgica, pero tiene más similitudes que diferencias con el otro Felipe. Y eso va más allá de sus nombres idénticos: Felipe en español; Filip en neerlandés y Philippe en francés.

Ambos se convirtieron en reyes de países llenos de sensibilidades nacionalistas hace más de diez años. En Bélgica, existe el conflicto eterno entre Flandes y Valonia, mientras que en España, Cataluña quiere independizarse. Los dos reyes encabezan casas reales cuya imagen y reputación fueron dañadas por un padre/predecesor rebelde. En Bélgica, el rey Alberto II se negó durante mucho tiempo a reconocer a su hija ilegítima, Delphine. En España, el rey Juan Carlos I se vio obligado a abdicar tras, entre otras cosas, revelaciones sobre amantes y negocios poco claros, lo que lo llevó a vivir una especie de exilio en Abu Dabi.

El rey Felipe saludando a la reina Matilde. (Reuters)

Los dos han logrado restaurar el prestigio de la monarquía evitando nuevos escándalos. En esto cuentan con el apoyo de una mujer fuert a su lado. Matilde ya era el miembro más popular de la familia real belga cuando se convirtió en reina. En España, doña Letizia tuvo que luchar contra su reputación de “reina de hielo”. En lugar de intentar desesperadamente ganar aceptación, dejó que el tiempo hiciera su trabajo. Confió en su profesionalidad: siempre se prepara a fondo y demuestra ganas de aprender durante los actos oficiales. Y poco a poco, los españoles han adquirido una imagen diferente de la Reina.

Su pericia y atención también quedaron patentes en Bélgica. En presencia de la prensa, colocó sutilmente la mano en la espalda de don Felipe para indicarle que debía posicionarse mejor para los fotógrafos. Esta atención al detalle es característica de una reina experimentada, que además fue periodista y presentadora de informativos. Matilde comparte ese mismo ojo para el detalle y le gusta tomar la iniciativa. Aunque el jefe de protocolo del Palacio Real belga estaba presente, fue ella quien señaló dónde debía colocarse cada uno durante la sesión de fotos oficial.

La reina Letizia y la reina Matilde. (Casa Real)

Por cierto, Matilde llevaba un vestido rojo. Sin duda, una elección muy pensada, ya que el rojo es el color común en las banderas de Bélgica y España. Creó de inmediato un cálido ambiente español en un lluvioso día en Bruselas. Matilde es una maestra del “vestir diplomático”, expresando respeto por los invitados a través de su estilo. Por su parte, doña Letizia llevaba un vestido oscuro de flores de Armani con falda plisada.

Hasta qué punto los reyes confían en sus reinas lo demostró Felipe -el rey belga- con un comentario revelador durante una visita guiada por el palacio: “Matilde es nuestra guía”. Su esposa reaccionó con timidez, haciendo una mueca y diciendo: “No, no”. Luego procedió a explicar lo que se exponía en el Salón Goya: tres tapices tejidos en Madrid basados en diseños del pintor Francisco de Goya (1746-1828). Fueron un regalo de la reina Isabel II de España al rey Leopoldo I.

La reina Matilde explicando algunos de los tapices de Goya del Palacio Real. (Efe)

Las familias reales de Bélgica y España han mantenido históricamente lazos estrechos y, sin duda, se acercaron aún más durante el reinado del rey Balduino y la reina Fabiola, nacida en Madrid. Su sobrino favorito, Felipe, solía pasar las vacaciones con ellos en Motril y sigue siendo un amante de España gracias a su peregrinación anual a Santiago de Compostela. A pesar de estos vínculos tan cercanos, resulta sorprendente que Felipe aún no haya realizado una visita de Estado a España, ni viciversa.

Lo que destacó durante todo el día, sin embargo, fue que el rey Felipe de los belgas—muy tímido en público— se siente visiblemente cómodo con su homónimo español. Más que, por ejemplo, con el rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos, que tiende a dominar los grupos con su poderosa voz y sus amplios gestos con los brazos. Solo por esta razón, ya va siendo hora de encontrar una fecha para esa visita de Estado belga-española.

Es precisamente porque se conocen tan bien que, de no ser así, el rey Felipe y la reina Matilde se habrían llevado una mala primera impresión de don Felipe y doña Letizia este martes. La pareja real española llegó al Palacio Real de Bruselas con cuatro minutos de retraso. Una falta en el protocolo belga, en el que la puntualidad es uno de los signos supremos de respeto.