Lo que no se ve
Cristina Fernández Cubas
Barcelona,,, , 2025, 164 pp.
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La escritora Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, 1945), Premio Nacional de las Letras Españolas 2023, ha publicado un nuevo volumen de cuentos, Lo que no se ve, que reúne seis piezas cuyos protagonistas son o niños o viejos y en los que se exploran las fronteras de lo tangible de la realidad. No son cuentos necesariamente fantásticos, sino sobre momentos o elementos en que la razón o los sentidos no bastan para comprender qué está sucediendo. Se prestan a explicaciones fantásticas, claro, incluso diabólicas, como es el caso de “Momonio”, un cuento sobre la mala suerte que persigue a un grupo de amigos después de invocar al Otro en una noche de juerga pero que también es un cuento sobre cinco jóvenes de familia bien (algunos muy bien) que se abren al mundo. La sensación que deja el libro es la de que nuestra percepción es poco fiable a la hora de comprender la realidad completamente: todo tiene la consistencia de un sueño, o de una película. Como un día de bruma.
“Tú Joan, yo Bette” presenta a dos hermanas fascinadas con el cine y en especial con la película ¿Qué fue de Baby Jean?, en la que Bette Davis y Joan Crawford interpretan a dos hermanas, tanto que adoptan los nombres de las actrices. Las protagonistas del relato retomaron su juego de la infancia favorito, “¿Qué pasa después de la palabra fin?”, y su evolución en los tableaux vivants, así llaman a las reconstrucciones vivientes de fotogramas, como modo de vida. De este modo se resume en el cuento: “Las chicas se casaron. Dos matrimonios que no duraron demasiado. Bette se divorció; a Joan la divorciaron. La casa de los padres, ya sin padres, se reveló enseguida como un hogar-refugio.” Y ahí siguen en su vejez, cuando descubren que “ningún juego es inocente”, y que quizá no estén tan solas como creen. Realidad y ficción enfrentadas en un juego de espejos infinito hasta la confusión, como en esa escena de La dama de Shangái de Orson Welles o en Sopa de ganso de los Hermanos Marx –me dejo llevar por el guiño cinematográfico que plantea Fernández Cubas.
También hay hermanas en “La hermana china”. La narradora, Adelfa, nace un año después de que sus padres adopten a un precioso bebé chino al que llaman Violeta. La narradora lleva el nombre de una hermosa flor tóxica, aunque sus padres se lo pusieron porque significa “hermana”. En el cuento se habla de la ortiga y la hierbabuena: si se siembran cerca, “esta última aprovecha su proximidad y refuerza su aroma”, explica la narradora que le cuentan en un campamento. Y así va Fernández Cubas explorando las relaciones entre hermanas, buscando los pliegues y lo inquietante sin salirse de la estética realista. En “Tú Joan, yo Bette” el juego de espejos es con una película; en “Il Buco” el juego es con la escritura, en el sentido material del acto mismo de escribir y de lo que se escribe. Bruno toma notas en medio de un desfile en una ciudad italiana cuyo nombre pretende ocultar refiriéndose a ella como M***. Bruno, sabremos luego, lleva siete años con su mujer, Lila, que ha acudido al desfile solo con una gabardina y a la que Bruno saca unos cuantos años. Pero todo eso da un poco igual, porque lo que hay en este cuento es un bucle espacio-temporal, un remolino de letras y relatos y paseos por catedrales misteriosas que Bruno atraviesa. O quizá solo sea un pestañeo, nunca se sabe.
Los cuentos de Cristina Fernández Cubas juegan con el tiempo como si fuera un chicle: hay momentos en que parece detenerse para que no se quede sin observar nada de nada. Es lo que hace en “¿De qué se habla en las fiestas?”, donde la protagonista rememora una amistad de primera adolescencia y un momento de traición que bulle en el relato antes de aparecer, como los terremotos, hay avisos. Clementina, la amiga, era gorda, empollona y vivía lejos del colegio con una madre adicta al consultorio de la señorita Francis; era la marginada natural del grupo, la que no sabía de qué se hablaba en las fiestas. Y fue la compañía y refugio de la narradora durante el primer curso de instituto. Esa mirada hacia atrás en busca de aclarar algo sucedido en el pasado está en “Momonio”, el cuento que empieza explorando las relaciones y deseos de cinco estudiantes de derecho cuya amistad termina una noche tras un juego satánico. Las consecuencias de esa noche, en cambio, atormentan a algunos para siempre.
Cierra el volumen “Candela Viva”, que también teje un bucle, en este caso la que cae en él es Jana, una mujer mayor que, tras un susto en el que hay implicado un coche, el despiste de ella y un amago de desmayo, descubre una tienda en su barrio que nunca había visto.
En muchos de estos cuentos, la peripecia es casi un pretexto para tratar de hallar esos elementos semiocultos de la realidad por los que se cuela lo inexplicable. Lo que no se ve valdría también para explicar el secreto de su autora: sus cuentos se hacen también ocultándose; Cristina Fernández Cubas logra iluminar escondiendo no ya lo que no se ve, sino lo que apenas se percibe, esos elementos que revelan lo inquietante de la realidad. ~